Coctelera

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¿Cómo está esa vida, mi viejo Magino? Mire, charlatán de aldea, negar la gravitación del doctor Joaquín Balaguer sobre el escenario dominicano, en todos lo órdenes no solo en el político, es como si se creyera que la construcción de la “Cucurrucucú Island” resolverá las dificultades económicas y sociales de la nación o que Pedernales necesita un Metro o cuando menos un centímetro. Mañana se conmemora el centenario del nacimiento de Balaguer, uno de los políticos más hábil, frío y calculador que recuerda el país en toda su historia. Este callado y culto hombre nacido en Navarrete fue presidente la friolera de veintidós años, casi dos de ellos como gomígrafo durante la dictadura de Rafael L. Trujillo, etapa que le abrió las puertas para quedarse como mandatario real cuando Trujillo cayó abatido por los tiros el 30 de mayo del 1961. Balaguer construyó un liderazgo propio —que no lo tenía— en pocos meses tras la muerte de Trujillo y supo aprovechar el vacío de las fuerzas que respaldaron al dictador, incluyendo las militares. El resto es historia conocida…  Balaguer supo capitalizar cuantas coyunturas favorables se le presentaban y jugando a la democracia llegó al mando, por vía electoral, en 1966, con el respaldo de unos Estados Unidos aterrorizados por el fantasma del comunismo internacional y “una segunda Cuba”, hasta el punto de ocupar esta media isla con sus poderosas y arbitrarias fuerzas. Balaguer daba la impresión de ser un hombre débil de carácter, pero era sencillamente todo lo contrario, pues su aparente mansedumbre desaparecía cuando entendía que se amenazaba su poder y eso lo convertía en una verdadera fiera, pero aun así guardaba apariencias que engañaban a cualquiera…  Es innegable que fue un gran constructor de obras públicas. Como es innegable que no sólo construyó en la capital, sino en todo el país y ejecutó una política de “dar” para encadenar a los pobres a su causa. Supo enderezar la economía dominicana en 1966 y quiso emprender reformas sociales dirigidas, según él, a beneficiar a los más pobres. Pero su amor al poder lo hacía sacrificar cualquier resultado en ese sentido. Recuérdese la reforma agraria que sacrificó para mantener el apoyo de militares corruptos y de una fuerza retardataria que no daba tregua alguna al paso de reformas, sobre todo durante una guerra fría en que el calificativo de “comunista” podía significar la pérdida de la vida…  Después de doce años en el mando, Estados Unidos y Venezuela prácticamente le obligaron a respetar resultados adversos y entregar el poder a su PRD rival. Pero fueron tantos los disparates cometidos por los perredeístas, que en 1986 completamente ciego, el país le eligió. Así gobernó hasta 1994 cuando tuvo que rescindir el mando y acortar su propio período en dos años. Mire, Magino, enjuiciar a este hombre no es una tarea muy fácil. Resultó en extremo doloroso el sacrificio de una juventud idealista que no entendió bien la correlación de fuerzas existentes en la geopolítica de la época, y declaró la guerra a Balaguer, sin darse cuenta de que también la declaraba al imperio que comandaba la denominada “guerra sucia”. Muchos hombres valientes cayeron en charcos de sangre, para que muchos de sus compañeros, años después, se entendieran con las fuerzas que los aniquilara…  Balaguer tiene muchos méritos. Es cierto. Pero también se le puede tomar en cuenta que jamás se interesó por institucionalizar el país, pues en un país desorganizado podía dominar como señor de horca y cuchillo. Lo mismo aconteció con la educación, pues sabía, a conciencia, que cuando este país se educara, no podría ser gobernado como él lo gobernaba y como se gobierna hoy en día…  Cuatro años después de su desaparición física, Balaguer aun gravita sobre la política dominicana y lo que fue su Partido Reformista Social cristiano se mantiene dividido, como solía mantenerlo él durante sus mandatos, unificándolo a la hora de imponer el continuismo electoral. Hasta para la conmemoración del centenario de su nacimiento existe esa división, lo que aprovecha el gobierno de turno para capitalizar, en cierta medida, la situación que se presenta. Y para colmar la copa de su influencia, en dos lecturas consecutivas, previa declaratoria de urgencia, la Cámara de Diputados aprueba dar el nombre de Joaquín Balaguer al complejo hidroeléctrico de Jigüey-Aguacate, que el veterano político construyó, desatando una inflación de tres cifras a nivel nacional. Y la Plaza de la Salud, una obra genial de Balaguer, también llevará su nombre por decisión congresual. Por decisión de sus legisladores reformistas, pero también, con alguna excepción, por los oficialistas del peledeísmo, y con la abstención del perredeísmo al cual llenó de chichones en una época, pero con el cual, al final de sus días de gobernante y de político confraternizó hasta el punto de que esos otrora adversarios auspiciaron que se le declarara “padre de la democracia dominicana”. Cosas veredes.

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