Coctelera

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“En Jordania usan lentes especiales para observar el eclipse anular solar. En República Dominicana no se necesitan lentes de especie alguna para ver el eclipse de la vergüenza”. Farmacia Mella…

El Nacional publicó, en su edición de ayer, una información suscrita por el periodista Leo Reyes, dando cuenta de tremenda campaña mediática que, contra el país, se desarrolla en Haití. De pasada, vale recordar que Reyes es uno de los periodistas mejor enterados del acontecer haitiano. Las denuncias que se formulan en Haití contra la República Dominicana deben tener bien contentitos a los haitianófilos del patio, así como también a curas protectores de los derechos humanos que no le sacan el guante de la cara a la nación que les recibió con los brazos abiertos…

Mire, Maginito, si negáramos aquí que a los haitianos, en distintas ocasiones, se les ha explotado como fuerza de trabajo, especialmente en los bateyes azucareros, trataríamos de tapar el sol con un dedo. Se debe decir, no obstante, que el primitivo estado de esclavitud imperante en bateyes también fue común para los dominicanos que allí habitaban. El maltrato a los haitianos ha sido tomado como bandera por religiosos católicos que se han constituido en ardientes acusadores de los dominicanos, respaldados por organizaciones no gubernamentales financiadas con fondos extranjeros…

No hay duda alguna de que, a medida que pasa el tiempo, la campaña crece en todo los órdenes, mientras el gobierno —no el de Leonel Fernández específicamente sino el gobierno como supuesta institución— luce temeroso, “cosa floja” diríamos mejor, para enfrentar el grave mal. La migración haitiana de indocumentados es, aparentemente incontenible, y la corrupción imperante en las dos naciones que comparten el dominio de la isla la alienten constantemente. La presión para que la República Dominicana admita y legalice esa migración no es una cosita de niños. Las ONGs y sus aliados buscan, por cuantos medios posibles se ponen a su alcance, que el país reconozca como dominicanos a todos los hijos de indocumentados nacidos aquí así como también que a los propios indocumentados, con diez años de permanencia local, se les otorgue la residencia…

El gobierno, en uso de sus facultades legítimas, prepara un proyecto de ley migratoria y los haitianófilos se encargan de pedir a la Suprema Corte de Justicia que declare inconstitucional el instrumento. El gobierno calla. Y por eso es que se dice, por lo bajito, que el silencio obedece a las presiones que desarrollan Estados Unidos, Canadá y Francia, para “resolver” a su manera el asunto de la migración de los indocumentados. Sabido es que los tres países citados no quieren indocumentados haitianos, es más, no quieren haitianos en sentido general. Pero saben que la migración de éstos es inevitable y, por tanto, quieren que sea la República Dominicana que cargue con el tremendo problemota, problema económico, problema social, problema sanitario y que, si no se frena, más tarde o más temprano será un problema político de imprevisibles consecuencias…

En los últimos meses han ocurrido incidentes aislados que involucran haitianos y dominicanos. Nacionales de Haití y Dominicana han perdido la vida en hechos de sangre. Hemos pedido cordura a la ciudadanía. Que se eviten las venganzas. Que se aplique la ley en cada caso. Pero es bueno que al gobierno se le diga, públicamente, para que no siga haciéndose el sueco, que los hechos se presentan en el extranjero como si se tratara de una persecución dominicana contra los haitianos. Es más, los haitianófilos hablan de una campaña “racista”, como si existiera raza haitiana…

Mire, Maginito, esta vaina no es para jugar. Al problema haitiano hay que darle el frente pensando en el futuro de la República Dominicana. Se necesita enfrentar el mal en forma civilizada, humana, como usted quiera llamarlo. Pero las fórmulas tienen que ser dominicanas para proteger el territorio dominicano por encima de todas las cosas. Si Estados Unidos, Francia y Canadá presionan para que se apliquen fórmulas por ellos concebidas, ¡pues al carajo con Estados Unidos, Francia y Canadá! Se debe respetar la investidura sacerdotal de nacionales y extranjeros que defiendan las causas haitianas, pero si esas defensas van a lesionar a la República Dominicana, pues ¡al carajo también los curas!, no importa de donde procedan. Este es un país lleno de dificultades políticas, económicas, sociales y quienes lo dirigen y aspiran dirigirlo en el futuro tratan de sacar partido a muchas situaciones que no son las ideales. Vale decirles que no jueguen con el problema haitiano, para evitar que ese problema estalle en una forma tal que las aguas de la represa rota lo barran todo.

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