Coctelera

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En la crónica deportiva, mi querido Magino, he contado con muy buenos amigos. Uno de esos amigos, el superbo Félix Acosta Núñez, me “enganchó” al periodismo escrito, en el desaparecido diario La Nación, allá por el año de 1951. En ese mismo año, había comenzado a laborar en la radio, en la querida HIZ, propiedad del ingeniero Frank Hatton. Frank y Prudencio Soler Barruos, el popular Din Soler, producían un noticiario deportivo a las seis de la tarde y ambos me abrieron las puertas, de par en par, para que trabajara junto a ellos. Compartí muchos momentos gratos con los colegas de la crónica y de muchos de ellos en el inicio de la carrera, recibí excelente concurso y mejores estímulos para mirar siempre hacia adelante…

Uno de los cronistas de la vieja guardia, de la época auténticamente romántica, captó mi especial atención y pese a la diferencia de edades, con él trabé una profunda amistad, una relación que solo interrumpió la muerte del colega hace algunos años. Independientemente de su capacidad profesional, de sus conocimientos profundos del deporte, lo que más me impresionó en el colega fue su hombría de bien, su espíritu generoso, su desinterés por los bienes materiales, incluyendo el dinero, por su respeto a la dignidad humana, por su dedicación a la familia y por su elevado concepto de la amistad, de la solidaridad, del compañerismo. Ese hombre, mi personaje inolvidable en la crónica deportiva, fue el doctor Pedro Julio Santana, a quien cariñosamente llamábamos Pimpím… Santana fue, esencialmente, un hombre de la radio. Locutor de primera, de voz varonil, con una dicción perfecta, era el lector de las noticias que HIX primero y HIN después, transmitían cada mediodía desde las oficinas del Partido Dominicano. El dictador Rafael L. Trujillo era uno de sus oyentes. En una ocasión, e ignoro los motivos, HIN dejó de ser la voz del partido oficial. Mi padre, que presidía el organismo y con quien Santana laboró durante muchos años, le ofreció la planta radial a Pimpín, a manera de obsequio, y cabe suponer que cuando eso hizo, ya tenía el permiso previo del hombre-fuerte. Santana declinó la oferta, alegando que carecía de medios para mantener una emisora como la N. Años después me confiaría que no podía aceptar la emisora, pues más tarde o más temprano tendría que devolverla a su legítimo propietario, el pueblo dominicano… Santana prefirió manejar una pequeña emisora de un kilo de potencia y de más de cien de problemas, la llamada HI5K. La operó un tiempo en el Palacio de Telecomunicaciones, junto a sus amigos Juan José Bravo y Américo Cruzado (Don Miquico). Después la emisora se trasladó a un apartamento de un edificio ubicado en la Nouel con Meriño. Hombre de familia, Santana casó con Flérida Gerardino, una maestra ejemplar de toda una vida, y el matrimonio, feliz matrimonio, procreó tres hijos: Norma, Magaly y Pedro Julio. Los tres, mostrando la vena hereditaria, fueron locutores de primera línea…q Pimpín Santana era una persona humilde, tímida diría yo. Jamás hizo galas de sus conocimientos deportivos y mucho menos gustaba decir que era abogado. Lo que sí disfrutaba era ayudar a los jóvenes. Fue miembro de la Federación Internacional de Béisbol de Aficionados (FIBA) y en el seno de esa organización gozaba de prestigio por su talento, por su fino tacto diplomático al manejarse con la especie de selva latinoamericana de la época. En el Comité Nacional Olímpico era apreciado por su espíritu componedor. Recuerdo que el país fue invitado a unos Centroamericanos efectuados en Caracas, en días conflictivos para las relaciones domínico-venezolanas. Desde la Secretaría de Educación se impartieron instrucciones para que se dijera a los sudamericanos que el país no iría a los Juegos dado que Venezuela se abstuvo de participar en el Mundial de Béisbol Juvenil efectuado en la capital dominicana en 1958. Santana dirigió los debates en el Comité Olímpico de entonces, que presidía un subsecretario de la Presidencia, y manifestó que a los venezolanos no podía tratárseles de esa manera, máxime cuando habían enviado una delegación para invitar al país. Propuso que nos excusáramos alegando falta de tiempo para preparar una representación. Así se decidió, por mayoría de votos, y nada ocurrió. En los años que traté a Pimpín Santana, jamás le escuché usar una frase despectiva hacia persona alguna. El chisme nunca tuvo cabida en su noble corazón. Y sí supo ayudar a cuantas personas se le acercaban y esa ayuda podía ofrecerla sin esperar nada a cambio… ¿Quiere usted saber, finalmente, qué clase de hombre era éste? Cuando el entonces presidente Joaquín Balaguer dispuso, en las postrimerías de 1961, que a los funcionarios y empleados del Partido Dominicano se les pagara una “liquidación”, a Santana se le entregó un cheque por sus más de veinte años de servicios burocráticos en la institución política. Santana jamás hizo efectivo el valor del cheque y en cambio, lo devolvió al Consejo de Estado, al cambiar el gobierno, explicando que los empleados del Partido Dominicano no eran empleados públicos y, por tanto, no les correspondía liquidación alguna. ¿Cree usted que eso pasaría hoy en este paisito?

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