Coctelera

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Recuerdo que también era domingo. Un día como hoy, hace justamente cincuenta años, alrededor de las 5:30 de la tarde, al concluir la jornada hípica en el viejo Perla Antillana, crucé al estadio Trujillo, que se inauguraba a las ocho de la noche de ese día. El dictador Rafael L. Trujillo así lo había dispuesto, rechazando que fuera el 24, pues ese día, de su sexagésimocuarto cumpleaños, lo tenía reservado para otros festejos…

A las 8 de la noche, el secretario de Educación, doctor Joaquín Balaguer, pronunció un discurso y luego Trujillo oprimió un botón, encendiéndose una de las ocho torres de iluminación del parque y después sucesivamente, las otras siete. Lo más lejos que tenía el férreo gobernante era que el botón por él oprimido era un simple timbre que sonaba en la zona preparada al ingeniero Fausto Donastorg, quien al escucharlo, sí encendió las torres… El estadio tuvo un costo de 3.2 millones de pesos, incluyendo un millón que se pagó a doña María Martínez de Trujillo por los terrenos, terrenos, que ella había adquirido por 200,000 pesos cuando se decidió hacer la obra. El ingeniero Bienvenido Martínez Brea (Bebecito) ejecutó los planos de la firma estadounidense Marr and Hollman, que cobró 100,000 dólares por su trabajo, pero instaló aquí al ingeniero Glenn Suge, como residente supervisor hasta la inauguración. La obra se realizó en once meses. Junto a Bebecito laboraron, en la dirección, su hermano Felipillo, su primo Alejandro y el ingeniero Rafael Bonnelly tuvo a su cargo todo lo relacionado con el acero, las torres y las tijerillas. Bonnelly fue el hombre que calculó el levantamiento del Obelisco y construyó la cúpula del edificio que aloja hoy la Secretaría de Cultura… Todas las instalaciones eléctricas estuvieron a cargo del ingeniero Donastorg, graduado en los Estados Unidos y quien era el jefe de ingenieros de los ingenios de la Casa Viccini. Un detalle que se ignora es que cuando se encendieron todas las luces del estadio, el consumo era mayor que el de la población entera de Hato Mayor. Cuando el estadio se inauguró, todas sus instalaciones habían sido concluidas, aunque el Palco de la Prensa tenía una terminación rústica en su piso, pero funcionaba todo con un acondicionador de aire poderoso… Trujillo vestido de gala militar, con bicornio y todo, entregó la bola, al pie del palco presidencial, al receptor John Richtey, de las Estrellas Orientales, declarando inaugurado el torneo profesional de 1955-56, el primero que se efectuaba de acuerdo a las estipulaciones de béisbol organizado de los Estados Unidos, el primero en el invierno quisqueyano. No hay duda alguna, mi querido Magino, que la obra era imponente, como imponente fue el espectáculo del encendido de las luces. No exagero cuando le digo que el propio dictador quedó impresionado por cuanto vio, pues una muchedumbre no cesaba de aplaudir, y claro, de vitorear al gobernante… Esa misma noche quedó decidido que se construyeran los estadios de Santiago y de San Pedro de Macorís, inaugurados en años posteriores. El mismo equipo que construyó el hoy Estadio Quisqueya levantó los parques cibaeño y oriental, siempre dirigidos por Martínez Brea, quien, como detalle curioso lo señalo, construyó, junto al ingeniero Ignacio Guerra, el Estadio Olímpico que se levantó en la Avenida Independencia, donde hoy se aloja el hotel Hispaniola, y que fue sede los Juegos Nacionales del 1937… El estadio Quisqueya fue construido con un capacidad para alojar 14,065 personas, sentadas, pero en una ocasión se alojaron allí, según informes administrativos, alrededor de 24,000 personas. Supongo que las había una arriba de la otra… qEn cuanto al juego inaugural del 23 de octubre de 1955, siempre recuerde que Alcibíades Colón, del Licey, hoy con 83 años de edad y disfrutando de gran fortaleza física y salud, disparó el primer hit del parque, del torneo y del béisbol invernal. Lo conectó al lanzador de las Estrellas Orientales, Donald Elston, que luego jugó con Chicago y quien junto a Jim Marshall y otro yankee cuyo nombre no recuerdo, fue el primer sancionado, con la expulsión del torneo por la naciente Liga Dominicana del Béisbol Profesional. Incorporada, presidida por ese digno magistrado y ciudadano que fue don Hipólito Herrea Billini, quien tenía como secretario a mi inolvidable hermano doctor Arístides Alvarez Sánchez (Tico). Lo demás, a contar de ahí, es historia. ¡Cincuenta años no es nada! ¿Que no?

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