Coctelera

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Maginito querido, buenos días. Me imagino que usted no durmió bien ayer por estar de pendejón pegado al televisor a la espera del fallo del juicio que no necesita ser identificado. La jueza liberó a Vincho Castillo en materia penal y lo castigó en la civil. ¿Recuerda usted un caso igual? Por aquí no. Pero hace unos añitos, en los Estados Unidos, hubo un juicio más famoso que el carajo, cuando al astro del fútbol americano y de la pantalla O. J. Simpson lo acusaron de cantarle matarile a su mujer. El popular deportista negro fue descargado en materia penal pero en la civil le pusieron tremenda indemnización. ¿No quieren derecho sajón? De todos modos, Maginito, el fallo de la jueza Esther Angelán Casasnovas va a sentar un excelente precedente, en cierto sentido, pues considero que se debe proteger el ejercicio de la libertad de expresión en todas sus manifestaciones. No se anda con muchos rodeos para considerar la incompatibilidad entre la ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento y la Convención Interamericana de los Derechos Humanos en cuanto a que la primera no establece diferencias entre funcionarios públicos y particulares y asuntos públicos y privados, mientras que la segunda sí lo hace. Hay que esperar que este juicio de la magistrada, expresado por sentencia, pondrá a pensar a muchos funcionarios gubernamentales, que se creen señores de horca y cuchillo y dueños absolutos de la verdad, intocables a lo Elliot Ness…

¿Era ayer día de San Apagón? No, por nada. Pero dada la situación que se observa, cualquiera diría que los apagones festejan una semana aniversario. Amén…

Un serio compromiso han contraído las autoridades dominicanas: dar con el paradero de los asesinos de dos haitianos, degollados, en el caliente Hatillo Palma. Una de las víctimas fue un predicador de 76 años de edad. Se habla de que un grupo de asesinos penetró en el sitio en que dormían los haitianos y asesinaron a dos de ellos, hiriendo a otros. Esto es sencillamente, intolerable. Las autoridades están obligadas a atrapar a estos carniceros humanos —se habla de que ya detuvo a uno— y entregarlos a la justicia. Si hay justicia, quienes asesinaron a indefensos haitianos no merecen volver a ver la luz del sol…

Dos diputados del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), ambos productores agrícolas, se unieron al coro sureño ¡Sin haitianos no hay producción! Aquí, mi querido Magino, la puerca no ha torcido el rabo. Sencillamente, se ha quedado sin ese rabo. Parece que ya no solo importa controlar la migración de haitianos indocumentados, sino que se debe establecer la razón por la cual los dominicanos no trabajan en el campo y prefieren el moto-concho y otras actividades en las ciudades, independientemente de las siempre peligrosas pero muy atractivas yolas para cruzar el charco. ¿No sería interesante que esos dos legisladores perredeístas, productores agrícolas, movilizaran el Congreso Nacional al cual pertenecen, para que se hiciera un estudio profundo de las causas por las cuales no hay brazos dominicanos para trabajar la agropecuaria, hasta el punto de que sin haitianos no hay maní? Desde luego, eso no quiere decir que dejemos de jodernos a tiempo completo, dicho sea esto con permiso de la comisión anti-vulgaridad…

El doctor Sergio Sarita Valdez es un profesional que honra a la medicina y al país. Siempre ha actuado con marcada responsabilidad y aún cuando se le conoce militancia política, jamás ha vinculado las cuestiones políticas con las profesionales. Es un trabajador incansable y lo único que busca es que las cosas se hagan bien, algo que es, muy difícil en este país tan especial. Nuestros saludos cordiales a don Sergio…

¿Que la inmensa mayoría de las ONGs jamás han rendido informe? ¿Y qué? ¿Para qué carajo tienen que rendirlo, si nosotros, de buenos sinvergüenzas, seguimos facilitando dinero para que mantengan vagos con recursos del presupuesto publico? Acaso no es algo bien sabido que funcionarios electivos tienen sus propias ONGs y algunos muy conocidos mas de una y de dos? No se olvide, mi querido Magino, que este es el paraíso de la vagabunderías, donde todo se puede hacer sin temor alguno a que se haga justicia con los delincuentes. Eso sí, Magino, no se tome una limonada caliente, que le meten veinte años por eso.

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