Coctelera

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Mi querido Magino, ¿vio usted ayer la dramática foto a color publicada por HOY en su primera página? ¿Que le parece éso? Campesinos bolivianos, indios en su mayoría, descienden de las lomas y entran a La Paz, para reclamar mayor poder político para las masas, para los pobres. No es demagogia.

No es relajo. Durante cinco siglos, esos pobres han esperado que el poder político vaya en su auxilio, poniendo fin al hambre, a las enfermedades, a las injusticias. Nada han conseguido. Por el contrario, se han empobrecido cada vez más y los abusos cuanto han logrado es inocular veneno en sus corazones. Ya en Bolivia no se puede hablar, con facilidad, de la dichosa gobernabilidad. Lo mismo se puede decir en Ecuador. Mientras tanto, los cegatos no quieren abrir los ojos. Los campeones del neoliberalismo entienden que los soldaditos de Bush pueden ayudarlos en caso de problemas mayores. Carajo, ¿pero es qué la denominada clase gobernante no se da cuenta de todo lo que pasa a su alrededor? Y ya no pueden atribuir los hechos amenazantes al ateo y disociador viuda Gorbachov. Por si acaso…

Entonces, mi querido Maginito, vamos a tratar de comprar aviones militares para la Fuerza Aérea Dominicana. Los venderá Brasil, un Brasil que con el socialista Lula da Silva en el mando es más capitalista que el carajo. Esos aviones serán dedicados a la “vigilancia”. No sabemos a quién carajo es que se va a vigilar aunque es una dicha que no se repetirá lo del Triunvirato, que tenía sus aviones militares convertidos en aviones-cantinas para rendir tributo al digno y ennoblecedor contrabando, fomentado para que distintos artículos lleguen baratos a los marginados de la fortuna aún cuando se jodan todos los demás. No hay duda alguna, caro Magino, de que las aeronaves sudamericanas que se venderían a los caribeños estarían artilladas. Por si acaso. Se puede usted imaginar que los brasileños darán buenos precios a sus amigos dominicanos y las condiciones de pagos serán inmejorables. Total, quien pagará a fin de cuentas es un pendejo contribuyente al cual no le consultan ni para adquirir una vela que ayude a resolver momentáneamente el problema de los apagones…

Y como de apagones se trata, sería una barbaridad buscar concurso brasileño para enfrentar el mal energético hay que buscar aviones militares. Es más, parodiando a un muy querido dirigente perredeísta, ‘vengan aviones, muchos aviones, aviones por aquí, aviones por allá, aviones y más aviones’. Total, el país está en condiciones óptimas para adquirir aviones militares y un jet ejecutivo. Eso de que se fue al FMI no es más que para despistar a los guanajos. Eso de buscar préstamos en el Banco Mundial para fajarse con la crisis de energía no es más que una maniobra de entretención. Dinero es lo que sobra. Por cantidades industriales. Eso permite darle el frente a los problemas más perentorios del país, como son los de salud y de educación, y deja espacio al crédito externo para los aviones militares. Se tiene entendido que Brasil también fabrica barcos. ¿No sería oportuno ver si Lula se entusiasma y cuando el presidente Leonel lo visite en Brasilia, el año que viene, le fía un par de fragatas y unos cuantos guardacostas para la Marina de Guerra, que debería ser, en verdad Marina de Paz, pero que no lo es porque tiene enfrentamientos con los carajetes que, en yolas, huyen de la prosperidad de este bello país que tantos vagos produce. Mire, Maginito, Estados Unidos no se pondrá bravo por el hecho de que cojamos fiado todos esos equipos de guerra al país de don Lula. Es más, los gringuitos, de mil billones de dólares gastados el año pasado en armamentos, a nivel mundial, se encargaron de invertir el 45 por ciento de esa suma en instrumentos de muerte. El complejo industrial de guerra que denunció el general Eisenhower sigue en sus buenas. Mientras tanto, que vengan los aviones militares y el jet ejecutivo. Así, cuando los enfermos que necesitan diálisis tres veces a la semana no cuenten con asistencia hospitalaria oficial por falta de fondos, podrán, en cambio, darse un paseíto en aviones militares y observar, de primera mano, cómo se invierten parte de los impuestos que se reclaman con tanto entusiasmo. Los brasileños, por su parte, y muy contentos, exclamarán: “No se nos dio con el metro, pero se nos dará con los aviones, que no son Pillán, pillín”.

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