Coctelera

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Mi muy queridísimo Magino, hoy debería ser un día de fiesta continental, pues no es verdad que se conmemora la muerte del inolvidable cantor Carlos Gardel sino que se celebra, en cambio, el septuagésimo aniversario del nacimiento de esa leyenda del mismo nombre. No me diga que usted ignora que Gardel canta hoy mucho mejor que cuando desapareció, físicamente, en Medellín, en la tarde del 24 de junio de 1935.

Ya no solo canta con los violines que agregó a sus discos, hace algunos, años el genial Alfredo de Angelis, sino que los avances de la electrónica “limpian” grabaciones de hace casi un siglo y las ponen a sonar en los sofisticados CD… El mito Gardel, la leyenda Gardel, mi querido viejo, no es una bobería. Este mito es algo tan serio que a Gardel quieren discutirle desde la cuna hasta la tumba, pues según algunos niegan que fuera francés de origen, otros aseguran que no murió en Medellín y que le vieron en las selvas sudamericanas en varias ocasiones. Pero mire, caro señor de la milonga, lo que parece definitivamente establecido es que Gardel vino al mundo a las dos de la madrugada del 11 de diciembre de 1890, en el hospital Saint Joseph de la Grave, de Toulouse, Francia, hijo de Berta Gardés, quien fue asistida por la comadrona Jenny Bazin. El niño fue declarado como Charles Romuald Gardés, hijo de Berta y de “padre desconocido”.

Con el paso del tiempo se supo que el padre biológico de Gardel era un ingeniero llamado Paul Lasserre, quien viajó a Buenos Aires en 1920, para “reparar su falta”, ofreciendo matrimonio a Berta, quien al consultar con su hijo, ya un joven profesional del canto, recibió por respuesta que ese hombre nunca apareció cuando hizo falta a la pareja. Gardel nunca le vio… o Gardel, mi querido Magino, fue llevado por su madre a Buenos Aires cuando apenas contaba 23 meses de nacido y en la capital argentina vivió como cualquier muchacho pobre de su época, pasando las de Caín. Fue un alumno brillante y su voz comenzó a destacarse muy temprano, hasta que, en 1911 debutó junto al uruguayo José Razzano en un popular dúo que duró varios años… De ahí en adelante, y tras la ruptura con Razzano, Gardel comenzó a destacarse como solista y a conquistar corazones. Aún en vida quería rodeársele de misterio. Que Gardel era comunista por su amistad con el líder socialista Pablo Palacios. Que tenía una bala en el cuerpo de un plomazo que recibió por burlarle la esposa a un político, cuando, en realidad, fue herido de gravedad en 1915 en una reyerta de borrachos. No faltaron maledicientes que le acusaron de pato, pasando por alto que durante su existencia adulta tuvo por compañera permanente a Isabel Martínez del Valle y sostuvo amoríos con Carolina Angelini, Margarita Prettera, Loretta Darthés, Gloria Guzmán, Ada Falcón (La Divina), Azucena Maizán, Perlita Greco, Ivonne Guitry, Mona Maris su compañera de “Cuesta Abajo” y otras mujeres de la época… Gardel llevó una vida muy agitada en el difícil mundo del arte popular, realizando agotadores viajes, grabando más que cualquier cantor de la historia y convirtiéndose en “astro” de películas filmadas en Niza y en Nueva York. Desde luego, y aunque me tilden de “hereje”, siempre he creído que don Carlos, como actor, era un espectacular cancionero. Pese a llevar una vida contra el reloj, tuvo tiempo para su pasión del hipismo y la historia recoge “Por una cabeza”, inolvidable tango y su amistad con el jockey Ireneo Leguisamo a quien compuso y cantó “Leguisamo Solo”… Mire, Maginito, el propio Gardel contribuyó a misterios en su vida, pues para evadir el servicio militar en Francia durante la primera guerra mundial, logró pasaporte y cédula en los cuales “certificaba” que había nacido en Tacuarembó, Uruguay, pero se ha probado, documentalmente, que el cantor llegó a Argentina en 1892 y que nació en Francia dos años antes. Hoy, Maginito querido, el mundo latino rinde tributo a un hombre que recorrió muchos países de este hemisferio y que impuso su voz divina. Aquí no faltarán, como no faltarán en muchas naciones, programas dedicados al hombre que cada día que pasa canta mejor y la proyección de sus películas estarán a la orden del día. Lástima grande que América no pueda rendir unida un tributo al Maestro Morocho del Abasto. Digamos, por ejemplo, en el gran faro de Santo Domingo, después de donar los restos del almirante Descubridor a los españoles en Sevilla, trayendo la osamenta de Gardel que reposa en La Chacarita. ¡Un Faro a Gardel sería algo de película! Y contribuiría a desterrar cierto fucú que, en parte, no nos deja levantar cabeza por lo sinvergüenza que somos.

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