Coctelera

Coctelera

No hay duda alguna, mi querido Magino, de que a la democracia no se juega. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, mi querido viejo, vientos de libertad soplaban en todo el mundo.  Y los dictadores y tiranos vieron como se les apretaba la caña. El dictador Rafael L. Trujillo quiso dar la sensación de que liberalizaba su régimen, estaba dispuesto a tolerar la oposición y a permitir elecciones libres. Con el estudiantado universitario a la cabeza y opositores de toda una vida, se creó un movimiento antitrujillista que obligó al dictador a poner fin a su juego para que éste no se le fuera de las manos… En 1960, acorralado por todas partes y con una resistencia activa de sus antiguos aliados norteamericanos, Trujillo vio que el poder se le escapaba. Rechazó dejar el país como le pedían viejos amigos estadounidenses, pero prometió la celebración de elecciones en dos fases, una provincial y municipal, y la otra, la presidencial, el 16 de mayo de 1962. Esa promesa formal la hizo a su amigo, el senador por La Florida, George Smathers, pero ni el Dwight D. Eisenhower que se iba ni el John F. Kennedy que venía creyeron en la promesa… Las “elecciones” municipales y provinciales se dieron en noviembre de 1960 y el recuerdo me lo trae a la memoria la bella sección de gráficas sobre el acontecimiento, presentado ayer por El Caribe. En esos “comicios” no hubo muchas sorpresas y Trujillo, candidato por el “Novísimo” Partido Nacionalista, que formó en días el filósofo y médico Fabio A. Mota, obtuvo un “triunfo arrollador” sobre su Partido Dominicano. Pero aquí vino lo interesante del juego y es que al Trujillo no ser candidato en Santo Domingo y aunque no fuera ése su deseo, “un Trujillo” le reemplazó en “simpatías populares”, por si acaso se trataba del típico gancho del doctor Toñito Zaglul: Darío Trujillo Tejeda, al frente de un movimiento juvenil que le dirigieron, entre otros, Aliro Paulino hijo, César Cruz Mordán, Ponciano Rondón Sánchez, Jhonny Padilla, Billy Alvarez, Rafael Guzmán, Gerardo Leonor y Juan Pérez. Darío se tomó el asunto en serio, mientras el Partido Dominicano lo tenía a bromas, hasta que se dio cuenta de cómo el movimiento crecía. Entonces decidió retirarle todo apoyo a Darío, negándole las tarimas para las manifestaciones y equipos de sonido. Darío no supo captar el mensaje y creyó en que era cierto su liderazgo… El día de las “elecciones” fue un día de fiesta para el grupo de Darío, puesto que en ausencia de normas de seguridad para votar, disponía de sacos de cédulas de identidad y pese a que a los afiliados al Partido Dominicano se les entregaba una boleta ya marcada para que la echaran en las urnas, no fueron dos ni tres los que reclamaban la del grupo de Darío… Trujillo reaccionó airado al enterarse de que su sobrino sobrepasaba la votación del Partido Dominicano, que llevaba de candidato a don Tomas Báez Díaz. Recuerdo todo eso de primera mano, pues me encontraba en el despacho de mi hermano Virgilio, quien era nada menos que presidente del Partido Dominicano. Mientras tanto, el presidente de la Junta Central Electoral (JCE), don Manuel Ramón Ruiz Tejada, era un manojo de nervios y no sabía, en realidad, lo que pensaba Trujillo del asunto. Al comenzar la noche llegó nuestro padre al despacho de Virgilito, recuerdo que vistiendo un traje deportivo con saco a cuadros. Enterado en detalles de cuanto pasaba y de las reacciones de Trujillo, tomó el teléfono y llamó al dictador. No sé que decía éste último, pero sí recuerdo que papá, que lo conocía muy bien, inclusive lo tuteó en esta ocasión y le dijo: “No te hagas, que tú sabes bien por qué ese muchacho ha conseguido tantos votos, eso es porque lleva tu apellido y en la capital nadie es pendejo para votar en contra de un Trujillo en este momento”. ¿Cómo reaccionó Trujillo a esa respuesta? No lo sé. Lo que sí se es que papá le dijo a Virgilito que no se preocupara por nada, que “las cifras” que tenía Ruiz Tejada indicaban que Báez Díaz había sido “el ganador”. Todavía Darío creyó que su “triunfo” iba en serio y durante un par de días se originaron protestas callejeras, hasta que se cometió la torpeza de llevar un grupo de “catareyes” a dar vueltas por el Palacio, lo que motivó la acción policial y el fin de la campaña de quien, de acuerdo al slogan creado por el finado César Cruz Mordán, al llegar al Concejo, pondría la ciudad “como un espejo”. Fue, ese, el último movimiento de “liberalización” puesto en práctica por Trujillo, ya que volvió con toda cerrazón a su forma tradicional de gobierno. Meses después caería abatido a tiros en una avenida de esta ciudad que entonces llevaba su nombre.

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