Coctelera

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Mi querido Maginito, buenos días le dé Dios. Al parecer es un hecho la desguabinación de la comisión cambiaria que anda por el 13 por ciento y que tiene que pagar titirimundachi en materia de importaciones. La eliminación de esa comisión, mi querido viejo, es algo necesario, imprescindible, ante la aprobación del Tratado de Libre Comercio de los Estados Unidos con Centroamérica y la República Dominicana (TLC). Bien, es sabido por todos que se busca “un consenso” entre los sectores “interesados”, con miras a establecer las nuevas cargas tributarias que puedan recaudar el dinero que hoy, tan cómodamente, percibe el Estado por concepto de la comisión cambiaria…

Hay muchas propuestas, según se afirma y el Consejo de la Empresa Privada (CONEP) es partidario de que se le rompa el silibín a la comisión cambiaria de un solo tajo. Hay quienes entienden que se debe ampliar la base del impuesto a las transferencias de bienes y servicios (ITEBIS), la “niña linda” impositiva y que se cobre el dieciséis por ciento “a todo”. Hasta recaudadores hay, sin embargo, que aún cuando favorecen la ampliación de la base del ITEBIS, excluyen de ese tributo los productos que conforman la canasta familiar así como también los medicamentos, cuyos precios revientan a quienes los necesitan…

Personas que favorecen la eliminación de la comisión cambiaria y el establecimiento del ITEBIS “a todo”, incluyendo las medicinas, consideran que esa medida podría bajar los precios, pues todo el mundo se vería obligado a reducir el porcentaje que se paga por la comisión cambiaria. También creen que en la cadena que tendría que formarse, esa reducción podría beneficiar más a los usuarios de bienes y servicios, pues esa cadena podría llegar hasta el veinte por ciento. Eso en teoría, puede resultar cierto, pero ¿quien garantiza que real y efectivamente desaparecería lo que hoy se paga por concepto de recargo cambiario del costo de los productos que llegarían al mercado, incluyendo los medicamentos? No me diga, Maginito, que esa garantía la da el gobierno, pues si eso es así, entonces nos jodimos de verdad. Además, ¿quién carajo le ha dicho a usted que el recaudador dispone del aparato logístico para percibir el 16 por ciento que se cobraría por todos los vienes y servicios prestados? ¿Cómo se recaudaría ese 16 por ciento en un pequeño colmado o pulpería de barrio, que lo cobre a sus clientes y que nunca lo entregue al recaudador?…

Mire, Maginito, el problemita no es de fácil solución, pues al parecer, todas las fórmulas presentadas hasta la fecha están dirigidas a reventar, aún más, a la cada vez más debilitada clase media. Y en materia de producción, cualquiera diría que a los productores e importadores de bebidas alcohólicas y de cigarrillos, con el aumento al selectivo, no los salva nadie, sobre todo porque esas líneas no tienen defensores públicos. ¿Quién se atreve a defender cosuanitas que conducen al vicio? ¡Sus productores exclusivamente! Pero, por encima de todas las cosas, Maginito querido, seamos realistas y no pasemos por alto que una botella de cerveza criolla se encamina al centenar de tululuses. La rubia, aquí, tiene uno de los precios más altos del mercado mundial. ¡Ni que se tratara de la Monroe!….

Frente a ese cuadro, mi querido Magino, se nos ocurre una idea tonta, como solía decir el inolvidable maestro de periodismo, Rafael Herrera Cabral, a quien tanto echamos de menos en este medio cada día más maleado. Y por eso nos atrevemos a preguntar: ¿no se podría estudiar la posibilidad de subir el cobro del denominado impuesto sobre la renta? No censuramos a los recaudadores que estiman que la tasa actual es “conveniente”, pero cualquiera se pregunta si es lógico que quien tenga beneficio por diez millones de pesos en una año, pague la misma tasa que quien logre quinientos de lo sucitos y prodriditos? Además, Maginito, es muy clarito que todo aquel que carezca de beneficios no es gravado…

Otra cosa, viejito charlatán y usurero, usted puede disponer de un millón de pesos o de dos, en depósitos bancarios, con tasas de interés que cada vez se reducen más. Que ese interés devengado sea liberado de impuestos es algo que se entiende. Pero lo que no se comprende con facilidad es que usted disponga de quinientos millones —o mil millones— en esos depósitos y tampoco sea gravado. Usted no tiene allí ahorros. Usted tiene una inversión liberada de cargas tributarias. ¿Es eso justo? Y si le digo que hubo momentos en que esos depósitos llegaron a tener un cincuenta por ciento de su valor a manera de rentabilidad, ¡qué nos aplaste el tren de la madrugada! ¡O que nos ahoguen en la isla artificial! Creo complejo el caso y no es que cambie de juicios, pero hay depósitos y depósitos, aunque diferenciarlos sea una vaina. No soy especialista en esas pendejaditas, pero me parece que estudiar la posibilidad de gravar la renta no está de más ni es nada sucio, aún cuando los buscadores de consenso no se detengan allí. Usted sí puede hacerlo. No sea pendejo o deje ese trabajo.

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