Coctelera

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Mire, buen Magino, siempre le he dicho que los culpables del desorden migratorio creado por los haitianos indocumentados que se encuentran en nuestro territorio somos nosotros mismos, por abusadores en ocasiones, por irresponsables en otras. ¿Vamos a descargar, acaso, al gobierno, que se dio gusto al autorizar la entrada de haitianos para que los reventaran en los bateyes cañeros y se cobraran comisiones por ese sucio negocio para sus funcionarios civiles y militares, enriquecidos por ese tráfico humano? Los haitianos, pacientemente, aguantaron jíbriga y se fueron metiendo, poco a poco, en la agroindustria, en la construcción y en otras actividades mientras los brazos dominicanos huían hacia el extranjero por cualquier vía o hacia el moto-concho, los billetes y las quinielas y las bancas de apuestas. Los productores dominicanos reclamaban la presencia haitiana y la encontraban por doquier. Como había que esperarlo, llegó el momento en que los haitianos constituyeron una verdadera fuerza humana y aparecieron quienes comenzaron a organizarlos, a reclamar derechos, incluyendo la nacionalidad dominicana para sus vástagos. El gran problema ya estaba creado y hoy al parecer, no saben como salir del mismo…

Ahora, con una publicación de «Foreing Policy», de Washington, se arma tremendo lío, pues se hace figurar nuestro país como «Estado fallido», junto a Haití y otras naciones. El presidente Leonel Fernández rechaza lo de «Estado fallido» y rechaza también, con energía, cualquier esfuerzo que se haga en favor de la supuesta ‘unificación’ de la isla así como también que deben emplearse ‘soluciones conjuntas’ para enfrentar los males de Haití y Dominicana. Hemos dado nuestro respaldo a los pronunciamientos del jefe del Estado, pero es bueno aclarar que «Foreing Policy» no nos compara con Haití o país alguno. Inclusive, entre los «fallidos» se menciona a Colombia, y nadie dice que se nos compara con la convulsa nación sudamericana sino con la haitiana…

Ahora bien, Maginito, el problema haitiano hay que enfrentarlo con decisión, con timbales, no con retórica, pues no es una pendejadita, y la situación cuenta con un poderoso respaldo internacional, respaldo que choca con la tímida y hasta cobarde posición que, por años, ha mentido el gobierno. Organizaciones no Gubernamentales, incluyendo religiosas y segmentos del propio gobierno haitiano, enfrentan cualquier decisión que tome el gobierno dominicano, y éste anda más perdido que el hijo de Lindbergh, pues cree que con censos va a resolver dificultades. ¿Qué haitiano será tan pendejo, si es indocumentado, para dejarse censar, máximo cuando tiene tantos «coachs» que le aconsejan cuanto debe hacer?…

El gobierno logra una Ley de Migración ya hay problemas muy serios alrededor de ese asunto, pues intereses nacionales y extranjeros entienden que la citada ley «es inconstitucional» y así le piden pronunciarse a la Suprema Corte de Justicia. Me importa un carajo lo que digan «los progresistas». No veo la inconstitucionalidad de la ley, por el hecho de que reglamente la presencia de extranjeros en suelo dominicano. ¿Por qué es inconstitucional una disposición que prohíbe trabajar a los extranjeros que se encuentren ilegalmente en el país? ¿Dónde está la inconstitucionalidad en responsabilizar a los patronos que usen indocumentados en sus negocios? ¿Qué libertad de tránsito del carajo viola la disposición de reclamar a los trabajadores extranjeros traídos para tales fines que no puedan dedicarse a labores distintas a las que dieron origen a su contratación?…

Dígame una cosa, Magino, ¿por qué es inconstitucional una medida que obligue a la repatriación de los trabajadores contratados ocho días después de vencido su contrato? ¿Por qué es inconstitucional definir lo que es un no residente y regular su estancia en el país? ¿Por qué tiene que darse la nacionalidad dominicana a los descendientes de quienes se encuentran ilegalmente en el país? ¿Por qué es inconstitucional un Consejo Nacional de Migración?…

Siempre he dicho, y lo reitero hoy, que se debe poner fin a los excesos que puedan cometerse contra los haitianos. Deben ser tratados como seres humanos, pero debe exigírseles que se sujeten a las disposiciones legales. Jamás aceptaríamos que fue una «solución el genocidio de 1937, aún cuando es cierto, rigurosamente cierto, que la moneda haitiana circulaba ya en San Juan de la Maguana por el Sur y en Santiago por el Norte. Pero tampoco podemos tolerar que el trauma generado por la carnicería de 1937 —hábilmente explotado por los haitianos de hoy y sus canchanchanes— permita que se cree una situación intolerable, que después no pueda resolverse sin medidas de fuerza. Creo que aún estamos a tiempo de remediar el problema. No creo en eso de que se trate de unificar la isla, y si eso ocurriera en algún momento entiendo que ese sería lo único que unificaría a los dominicanos y los haría recordar a Los Trinitarios. A problema haitiano no puede dárseles largas. Mire, Magino, es cierto, no somos un Estado fallido. Pero tampoco podemos permitir que algún día nos digan que constituimos un Estado castrado por falta de las bolitas aquellas.

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