Mi querido Maginito, cada vez se hace más evidente que el gobierno, en cierto sentido, desea que los sectores interesados excluyendo al más interesado de todos, el mayoritario formado por los consumidores le lance el juego de la denominada reforma fiscal, la cual, por el camino que va, parece que será otro «parcho fiscal».
El gobierno se reúne con los sectores empresariales, con el mediador oficial monseñor Agripino Núñez Collado como manager del equipo, y busca lo que llama consenso para establecer los puntos básicos de la mentada reforma. Como se ve, hay una actividad inusitada en los grupos empresariales, con la contratación de técnicos, asesores y demás yerbas aromáticas, quienes tienen la misión de halar cada uno para su lado y «consensuar» así el coctail que tendrá que ser enviado al Congreso Nacional… El gobierno sabe, de sobra, que cuanto salga de los grupos de presión económica será objeto de discusiones a nivel de un Congreso dominado por la oposición política, eso por más cabildeos que se hagan allí y de que se hacen, ¡se hacen! Por eso vienen los dimes y diretes y los cargos de que sería el mayoritario congresional Partido Revolucionario Dominicano (PRD) el responsable de cualquier fracaso económico sino aprueban las reformas que se le propongan y el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica y Dominicana con Estados Unidos. Es decir, Maginito, en una franca maniobra política electoralista, el sector oficial quiere que la propuesta reforma venga de dos grupos económicos de presión y la refrenden las Cámaras Legislativas, en la cual está en minoría… Está muy bien eso de que de desea consensuar un proyecto. Pero de antemano se sabía, en el relacionado con la «reforma fiscal», que vendrían días difíciles con esos grupos que no tomarían un cuchillo para cortarse las venas, incluyendo la del gusto, es decir, la que causa mayores beneficios económicos que las otras. Por eso, se tiene conocimiento de que en las reuniones efectuadas se desatan luchas, sórdidas algunas, en las cuales es evidente que se trata de proteger más los intereses sectarios que los de clase. Aquí también grupos oficiales tratan de pescar en río revuelto sin tener que dar el frente… Se da el caso, Maginito, que en las pasadas elecciones generales ganadas por el peledeísmo con el doctor Leonel Fernández a la cabeza, no se votó por grupo empresarial alguno. Se votó por un partido y un candidato determinado y lo lógico es que sean ese partido y ese candidato los que den el frente a la difícil situación económica que nos abate y nos amenaza con complicarnos más las cosas debido a la pérdida de ingresos por la firma del TLC y otras obligaciones contraídas. Está bien que ese gobierno electo por un mayoritario voto popular escuche a los distintos sectores que podrían ser afectados por la necesaria «reforma fiscal» no los escucha a todos antes de tomar una decisión… Pero lo que se espera es que ese gobierno así electo asuma una línea sin vacilaciones, prepare su proyecto de reforma fiscal y lo envíe al Congreso para discutirlo con los legisladores. En ese Congreso se escucharían todas las opiniones de los grupos interesados incluyendo los de los consumidores y de allí saldría el instrumento que permitirá al Estado resarcirse de los sacrificios fiscales que tiene que hacer con la entrada en vigencia de nuevos aparatos burocráticos… El gobierno no puede esperar de su diálogo que los empresarios se propinen puñaladas. Ya hay pruebas evidentes de por cuales calles marchará el desfile: turismo quiere exoneraciones por todos lados, lo mismo la agropecuaria; los más grandotes productores no quieren que se toque la renta ni por encanto. Prefieren un ITEBIS «generalizado». Los grupos de provisiones no desean adelantos impositivos sobre las importaciones. En fin, nadie quiere nada. Y unos cuantos lo quieren todo. Por eso, mi querido Magino, el gobierno tiene que asumir su responsabilidad sin mayores rodeos y enfrentar la situación sin culebreos de especie alguna. Como me dijo un prestigioso economista antes de viajar a Estados Unidos hace algunos días, dicho eso con todo respeto: «Yo voté por Leonel, no por Agripino ni miembro alguno de los más poderosos grupos empresariales».