Coctelera

Coctelera

Muy buenos los consejos ofrecidos a los propietarios de vehículos de motor para ahorrar combustibles, algo muy importante en estos momentos, cuando los precios del petróleo ya todo el mundo sabe hacia donde van. Es rigurosamente cierto que un vehículo en buen estado, un vehículo que recibe el mantenimiento debido, ahorra combustible que eso es un encanto.

Le recomiendo, pues, mi querido Magino, que lea bien la información publicada ayer en HOY, bajo la firma del editor Mario Méndez, en la portada de la sección Economía. ¡Un palo!…  Ahora bien, caro Magino, ¿Qué me dice usted del desperdicio de combustible en el transporte urbano? Ahí la puerca tuerce el rabo, si es que rabo tiene todavía. ¿Qué combustible se puede ahorrar centenares y centenares de carros y guaguas destartalados, faltos de mantenimientos en todos los órdenes, que dan más vueltas que un trompo por toda la ciudad, que avanzan unos pasos y se paran como cosa de locos? Ese es el resultado de la desastrosa política que el gobierno ha seguido, por años, muchos años, para socorrer a los sufridos obreros del volante, padres de familia, sobre todo para Navidad, a cuyos patrones hay que darles el control de las vías públicas. Centenares y centenares de esos vehículos, mi querido Magino, no necesitan gasolina de alto octanaje, sino uno que creó José Candelario en la vieja La Habana: gasolina de alto estallaje. Me imagino que usted se dará cuenta que ese vocablo se deriva del verbo estallar…  Viene el sector público. Por allí la cosita no es sencilla, pues el gobierno de un país pobre como éste se ha especializado, sobre todo en los últimos diez años, en comprar costosos vehículos para sus funcionarios, especialmente las llamadas jeepetas o yipetas, muchas de las cuales cuestan par y trío de millones de los hediondos, pero hediondos de los contribuyentes al fin. Cualquier pelafustán, como solía decir el inolvidable Leonel Concha, dispone de un vehículo de alto consumo, que usa hasta para ir al cine, con un mantenimiento a cargo del Estado y su suministro de combustible que pagan los pendejos que entregan obligatoriamente impuestos al fisco, al insaciable fisco. Mire, Magino, eso de aumentar y aumentar “la flota” estatal no es una pendejadita y es algo que ha venido en escalada…  No quiero que usted me mal interprete, pues usted es medio cabrón para eso, pero hasta 1961, cuando desguabinaron al Jefe, el Estado tenía muy pocos vehículos a su servicio. Cierto es que este país era una aldea grande. Pero ignoro si alguien le ha dicho que los funcionarios de alto nivel usaban sus propios vehículos, y tenían que pagar el combustible, el chofer y el mantenimiento de su “propio preculio”, no del estatal. Eso fue desapareciendo a medida que el país se democratizaba y hoy la “mentada representativa”, como decía Bosch hasta financia vehículos a sus funcionarios y empleados: los compra y los paga, los asigna a Juancito Trucupey y entonces vienen unas maniobritas más sofisticadas que el carajo, pues el beneficiario “alquila” su “propiedad” al gobierno y éste, cariñosamente, cubre una buena suma, lo que permite al agraciado, en unos cuantos meses, darse el gusto de apuesta y no te manees. ¿Quién carajo ahorra combustible si tiene tantas facilidades?…  Si usted se va a las colecciones de diarios de los últimos veinte años, verá informaciones en las cuales el gobierno “ordena” el ahorro de combustibles. Es más, el doctor Joaquín Balaguer, el papaúpa nombrando comisiones para todo y que no servían para nada, varias veces “dispuso” que los vehículos oficiales no pudieran transitar en los fines de semana y en los días feriados, salvo para asuntos imprescindibles. ¡Esa disposición siempre se fue al mismísimo carajo! No creo, en realidad, que el mayor consumo esté en los vehículos oficiales, pero eso no impide que el gobierno haga un buen trabajo con el ahorro de combustible…  Cualquier dilapidación de combustible choca, por otra parte, con la estrechez a que se somete a la policía en ese aspecto. Independientemente de que a la Policía faltan unidades motorizadas —y hay que decir como maltratan las pocas que tienen— el control de combustible impide que sus vehículos patrullen como es debido, pues la falta de recursos en el denominado cuerpo del orden no es un maní. Es más, a veces ni siquiera teléfonos para comunicarse entre ellos, los policías, hay disponibles. Eso sí que es importante resolver. Y no se puede arreglar con retórica barata.

Publicaciones Relacionadas