Coctelera

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El secretario de Industria y Comercio afirmó que el ahorro de combustibles constituye un plan “de seguridad nacional”. Aceptemos que eso sea así. Pero, al mismo tiempo, reclamemos a las autoridades que dejen de lado la histeria y los argumentos para la filmación de una película de terror. Más conveniente sería que al país se le explicara, en forma clara y sencilla, sin amenazas veladas, sin demagogia de especie alguna, sin actitudes cantinflescas, cuanto ocurre en el mercado petrolero y por qué razones los precios de los combustibles, en el país, suben como la espuma.

Deben subir pero también explicar, cada vez, por cuáles razones. Sería interesante que se le dijera a los gobernados cuáles son los precios reales que paga el país por el barril de petróleo, dónde lo compra y cuáles son las condiciones de pago. Cuánto se chupan hoy los impuestos. No basta con decir que el precio de la gasolina al público, en los Estados Unidos, subió un 54 por ciento durante la semana que termina, pues nadie lo creerá así a menos que se trate de las zonas destruídas por Katrina. Mire, Magino, que el panorama petrolero no es para optimismo es una cosa. Que es campo propicio para trabajos de guayaberudos es otro… q En primer lugar, por aquí se habla de una restricción, durante dos días a la semana, para que solo salgan a las calles los autos públicos y privados, dependiendo de que sus placas sean pares o impares. Eso, por más buenas intenciones que existan, tiene sus bemoles. Tomemos el sector privado. Usted tiene su carro placa par. Es su único carro. Pues bien. ¿Quién carajo le llevará sus hijos a la escuela el día en que su carro tenga que permanecer en el garaje o en la calle, expuesto a que un experto se lo robe y lo desguasen otros expertos? ¿Cómo irá usted a su trabajo? No me venga a privar en chistoso diciendo que es lo mismo que lo que habría que hacer si el auto estuviera dañado. Eso puede decirlo quien dispone de auto oficial a su disposición y otros autos bajo su dependencia para movilizarse a su antojo. Hacer chistes con la desgracia ajena no es propio de servidores que perciben una paga de los contribuyentes a los cuales se maltrata de palabras, por más bonitas que éstas sean. Para restringir los vehículos privados se supondría que en el país existe un buen servicio de transporte público. ¿Pero alguien se atrevería a decir que eso es así? El servicio de transporte público en este terruño es una buena basura y el gobierno, todos los gobiernos que hemos tenido, llevan su cuota de responsabilidad en esa vagabundería de la cual lo mejor es no hablar por el momento…  Alternar los vehículos públicos es buena idea y nada tiene de original. Sin duda alguna, taxis y conchos es lo que más hay disponibles, hasta el punto de que muchos de ellos están listos para ir en viaje directo de ida a los altos hornos de Metaldom. Ahora bien Magino, los dueños de auto privados, por razones de educación, deberían prestar su concurso al obligatorio ahorro de combustible, poniendo fin a los viajes innecesarios, a los paseos excesivos y a otras pendejaditas, pues se está frente a una situación de emergencia…  El gobierno, por su parte, debería restringir la operación de las gasolineras hasta las seis de la tarde y prohibir la venta de combustibles los días sábado, domingo y feriados. El finado presidente Antonio Guzmán tuvo el coraje de hacerlo cuando se consideró necesario y el país siguió hacia adelante. Nada de malo tendría eso, salvo las protestas que vendrán de parte de los vendedores de combustibles… Hemos dejado para el final el uso de combustibles por el Estado. Si no hay una voluntad política para frenarlo, ni modo, lo mejor es cruzarse de brazos aunque nos lleve Belcebú. Comenzando por el Palacio Nacional, el uso de combustible tiene que ser controlado a su máxima expresión. Y los controles no serán efectivos por el hecho de que se le entreguen a guardias y a policías. Serán buenos si buenos son los controladores. El hecho de que cualquier alto funcionario viaje en helicóptero, por pura comodidad, es algo que debe convertirse en cuestión del pasado. Los franqueadores tienen que limitarse a los más altos ejecutivos de la nación, pues esos no es un lujo en momentos de necesidad. E igual puede decirse de los vehículos cargados de guardaespaldas. Un funcionario puede tener uno o dos escoltas dentro de su propio vehículo y no gastar combustible en exceso. En caso de que aún exista algún temor, en el baúl del carro podría llevarse el perro prieto del cuento aquel…  Eso sí, Maginito, hay que controlar el gasto en el oficialismo y romperle la siquitrilla a quien no se ajuste a las disposiciones que emanen de la más alta autoridad para enfrentar la crisis, crisis que no hemos creado nosotros y que no está a nuestro alcance resolver. En caso de que el oficialismo pueda seguir tan campante, viviendo como rico en un país requetefuñido, entonces ¡al carajo con la reglas del juego! Recuerde que Juan Bosch decía —y Juan Bosch era peledeísta— que aquí jugamos todos o se rompe la baraja. Es justo que eso pase. Sobre todo cuando aquí no se ha roto la baraja y han jugado muy pocos.

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