Coctelera

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Mi querido Magino, tenga usted muy buenos días. Ante todo, gracias del alma a los amigos que en distintas formas me expresaron ayer su pesar por el sensible fallecimiento de mi querido sobrino Pedro Pablo Alvarez Bonilla, un muchacho grande de bien, cuya vida terrenal, correcta en todos los órdenes, debe haberle ganado la eterna al lado del Creador…

Hoy, viejito charlatán, tengo para decirle que cada vez que escucho que este país necesita que le gobierne un hombre «de mano fuerte», me entra, como se decía cuando éramos muchachos, tremendo ´esteriquito´. Corro el peligro de que viejos amigos y quienes no lo son me llamen renegado y cosas por el estilo, pero me pregunto: ¿Qué clase de ´hombre fuerte´ queremos por aquí? ¿Al estilo Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Ramón Cáceres, Rafael L. Trujillo o Joaquín Balaguer? Usted verá que en ese grupo hay de todo para escoger, pero dígame algo, viejo ilustre, ¿En qué se beneficiaron las grandes masas durante esos regímenes? ¿Se resolvieron sus problemas sociales y económicos? ¿Si usted se pone a analizar aunque sea ligeramente, concluirá que el grupo citado también muestra la existencia, en algunos de esos ´hombres fuertes´, de un gran amor por el caos desorganizado e institucionalizado, pero siempre dirigido a beneficiar a los propios ´hombres fuertes´ –a unos con fortuna y poder y a otros con poder y uso de la fortuna para garantizar el abuso-. Y una especie de factor común sí los une: su colocación por encima de la ley, la imposición de la misma por medio del terror físico o psicológico, no por lo que la ley representa en la educación de un pueblo sino por la ignorancia y el temor de cómo reaccionaría el ´hombre fuerte´ ante la violación a la misma. Eso, sin hablar del desprecio total por la vida humana…

El verdadero `hombre fuerte´ que necesita un país no es una persona física. Es una persona jurídica: el imperio de la Constitución y de la ley por medio de instituciones que cada día se fortalezcan más. Me dirán que sueño y que, precisamente para ese cumplimiento, es que se necesita un `hombre fuerte`. Dele un repaso rápido a la historia, mi querido Magino, y verá usted que el `hombre fuerte`, el `hombre nuevo`, como usted quiera llamarlo, trata de imponer el orden y el respeto a la ley con la satisfacción de sus caprichos, con la ejecución de la arbitrariedad y siempre concluye colocándose por encima del bien y del mal, en considerarse más fuerte y hasta en sustituto de las instituciones y en forma avasallante exige que se le respalde hasta en sus más alocados caprichos, pues siempre está imbuido, también, de una enorme megalomanía, muy bien encubierta o descaradamente abierta. El `hombre fuerte` sabe, además, cuál es el valor del dinero para comprar conciencias, aunque en ese aspecto la democracia que conocemos no le va a la zaga; por el contrario, ya la aventaja…

El `hombre fuerte` habla de que es imprescindible el respeto a los derechos humanos, a sus derechos humanos, a la forma en que los concibe y los tolera. Y no vacila en cercenar las más elementales libertades públicas en aras de «la ley y el orden», un principio fascista que siempre está presente cuando se impone o se gesta un régimen de fuerza. El ´hombre fuerte´, eso sí, se cuida mucho en no tocar determinados grupos de presión cuando comienza su mandato, especialmente los económicos, grupos con ambiciones desmedidas y solo los mete ´en cintura´ cuando ya controla las riendas del mando. Usa la demagogia a las mil maravillas…

Mire, Maginito, al respaldo que se da o se quiere dar al ´hombre fuerte´, le invito a leer al jurista y politólogo francés Maurice Duverger, cuando advierte, y lo advirtió hace años, que «Iberoamérica vive en plena crisis de los partidos políticos, ya que de una parte los ´históricos´ han perdido vigencia y los nuevos carecen de solidez suficiente. Por otra parte, los cauces de participación o de inserción en las estructuras políticas, no son solo los partidos, sino como en otras partes, los sindicatos o gremios, los grupos de presión, las corporaciones profesionales, etcétera»…

Vuelva y repase rápidamente la historia dominicana, mi querido Maginito. Verá usted que el `hombre fuerte` ha cobrado muy caro los servicios que se le han pedido prestar, pues nunca entrega factura pro forma. Verá usted, también, que no ha sido jugando al «pisa-colá» como se ha tenido que sacarlo del poder y verá usted, también, como tras su paso se desmorona todo el escenario de orden y progreso que se decía imperar, pues ambas cosas se sostenían en la arbitrariedad y el irrespeto a la propia Constitución y a las propias leyes que se decían defender y respaldar. Mire, viejito vagabundón, crea en un solo `hombre fuerte`, el imperio de la ley, y exija, constante y continuamente, que la misma se cumpla con los aparatos que usted paga para que se le defienda y no para que se le ultraje.

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