Coctelera

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¡Hola, Magino! ¿Bien todo? Si es así, dése un paseíto en una guagua de la OMSA mañana domingo, que eso tiene que ser gratis todavía, a menos que se mantenga en secreto la derogación de la disposición viejita de la “administración” anterior, que fomentaba el ‘turismo citadino’. Y como de OMSA se habla, en ese paseíto dominical a lo mejor descubre usted algo de por cuales motivos en el patio de esa OMSA, al parecer, había más seguridad que en cualquier banco, para cambiar cheques por sumas millonarias, y se instauraba el sistema de hacer efectivo valores expedidos a nombre de personas jurídicas. Mamacita del alma querida, ¡este es el país de los cuentos, los cuentitos, los cuentazos y los cuentistas! Pero como aquí no enjaulan a nadie, ni modo, los pájaros de cuenta y cuentos seguirán volando bajito y picoteando…

Magino, el encargado de la división haitiana en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, embajador Inocencio García, ha dicho que la repatriación de los haitianos es necesaria dada la entrada masiva de indocumentados procedentes de la vecina República. El embajador García tiene toda la razón cuando afirma que son las autoridades dominicanas las únicas encargadas de controlar la entrada de los haitianos, pues quienes se supone que mandan en el vecino país alegan que no están en condiciones de impedir que sus nacionales crucen el charco hacia el lado quisqueyano… o Mucho se habla, mi querido Magino, del ‘problema haitiano’. Entiendo, sin embargo, que debería hablarse del ‘problema dominicano’. República Dominicana tiene todo el derecho soberano de fijar su política migratoria y de repatriar a cuanto haitianos se encuentren aquí sin documentos. El problema es, no obstante, sumamente complejo, pues independientemente de las presiones que ejercen naciones poderosas para que sea este pequeño país el que reciba la migración haitiana que ellos no desean en sus ricos territorios, nada menos que poderosos intereses agropecuarios —que miran más lo suyo que lo nacional— reclaman la presencia haitiana para trabajar la tierra, con el alegato que el dominicano no desea hacerlo. Aquí, sin duda alguna, encuentra el gobierno —que carece de una auténtica política haitiana— un obstáculo para continuar las repatriaciones de indocumentados, pues son nada menos que los supuestos generadores de empleos que prefieren a los haitianos y para nada les interesa realizar profundos estudios para determinar por cuales motivos los dominicanos no quieren hacerlo…

¿No será que lo campesinos se han cansado de esperar sus reivindicaciones durante siglos, como los bolivianos y los ecuatorianos y por eso prefieren desafiar a la muerte con la yola en el canal de La Mona o el complicado y siempre peligroso motoconcho? De pasada, vale decir que la mayoría de ese campesinado criollo es analfabeto integral o funcional, mientras que cifras internacionales ponen en un dos por ciento la tasa de analfabetismo en toda Bolivia y un cinco en Ecuador…

Además de esos problemas, mi querido Maginito, están los haitianófilos, que ven represión, persecución, en cuanto esfuerzo soberano hace el país por mantener su debilitada territorialidad. Son esos haitianófilos quienes hacen causa común con agrupaciones haitianas que, dentro y fuera del país, mantienen una permanente denuncia contra esta pequeña nación que no puede hacer frente a los males ancestrales haitianos. Claro está que las repatriaciones deben hacerse sin atropellar seres humanos, pero aquí ya se forman organizaciones haitianas, barriadas haitianas y ya representantes ‘sindicales’ haitianos acuden a las obras en construcción no solo para decir a sus compatriotas cuales son sus derechos, sino también para agitar en contra de los patronos quisqueyanos, patronos que hoy abren los ojos, alarmados, después que fueron ellos mismos, en su mayoría, los responsables de la creación del problema, cuando se dedicaron a explotar a braceros que todo lo soportaban con tal de permanecer en el país y ver como crecía, cada día, una comunidad que ya es difícil de desplazar, por más ilegal, por más indocumentada que sea…

Cegatos extremistas, por su parte, haitianófobos se encargaron y se encargan de pregonar el odio contra los haitianos, de favorecer una especie de ‘extinción total’ y llegan al extremo de justificar el genocidio ordenado por Rafael L. Trujillo en 1937. Es precisamente el fomento de una especie de “complejo de culpa” por ese hecho criminal el que evita que las autoridades sean más enérgicas, más decididas y más responsables en enfrentar el verdadero problema dominicano, no el problema haitiano. Lástima grande que así suceda, pues ciegos están, también, quienes no se dan cuanta de que el tiempo se acaba.

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