Coctelera

Coctelera

Uno de los periodistas más pintoresco que he conocido es Manuel María Pouerié-Cordero, el querido y apodado “Técnico” o, simplemente, “M. M.”. Pouerié-Cordero, se inició muy jovencito en las lides periodísticas, en calidad de corresponsal en Yuma, en el Este que le vio nacer y al cual tanto quiere.

De ahí pasó a la redacción de El Caribe, del que era corresponsal y laboró en ese diario hasta que tuvo que retirarse debido a la ceguera. Creo que jamás un periodista ha cubierto tantas fuentes noticiosas a la vez, como las que cubría Pouerié-Cordero: Aduanas y Puertos, oficinas marítimas privadas, leones, rotarios, 20-30, scouts, entre otras, producían galeras y más galeras de plomo —así se llamaban en la época y a puro plomo salía el material a imprimir—…   Una de las cosas que más me llamaba la atención en “M. M.” era su gran sentido del humor. En primer término, nunca se mostraba bravo o cosa por el estilo. Siempre sonreía y tenía un cuento disponible para alegrar el ambiente. Por ese motivo, y por su hombría de bien, siempre se dio a querer por los hombres y mujeres que formábamos la redacción del viejo matutino de la calle El Conde luego trasladado a Los Prados y que constituía una tremenda escuela de periodismo bajo la batuta seria e inflexible de Germán E. Ornes, uno de los mejores y más completos periodistas que registra la historia dominicana…   Pouerié-Cordero formó una familia estimada y a base de sacrificios costeó los estudios profesionales de sus hijos. Escribió una obra dedicada al fomento del turismo interno, en una época en que muy pocos hablaban de eso y quizás dos o tres supieran, en todo el país, donde quedaba Bahía de Las Águilas. La venta de ese libro le ayudaba a sufragar sus gastos. Hizo cinco ediciones distintas de la obra. Cada vez la aumentaba más. Pero la salud comenzó a jugarle trastadas al “Técnico”. Contrajo diabetes mellitus, y ese terrible mal se dedicó a minar su organismo, afectándole la visión hasta dejarle completamente ciego. Con el paso de los años, hubo la necesidad de amputarle una pierna, debido a problemas generados por la misma diabetes…  Pouerié-Cordero dedicó más de cincuenta años de su vida al periodismo, como corresponsal y como redactor. Todo el tiempo permaneció en El Caribe. Y cabe suponer que todo el mundo sabe que se retiró, como se retiran los periodistas que viven exclusivamente de su salario, sin fortuna alguna. Hoy Pouerié-Cordero, aunque muchos no le crean, tiene que vivir con pequeñas pensiones, la que le pasa El Caribe, de 1,300 pesos al mes y la que le otorga el Instituto de Previsión del Periodista del Colegio Dominicano, que es de dos mil pesos cada treinta días. Octogenario, ciego y sin capacidad para moverse libremente, sólo en medicamentos gasta Pouerié-Cordero más dinero que el recibido de pensiones…   ¿No es ésta, acaso, una de las tantas injusticias del sistema en que toca vivir a millones de seres humanos? “M. M.”, orgulloso como lo ha sido siempre, no está pidiendo concurso alguno a entidad o a gobierno alguno. Es más, no sési gustará que escriba esta columna, aún cuando se convencerá de que el Coctelero lo hace con la mejor buena fe. Pese a la posición que él siempre ha mantenido, ¿no es oportuno que la sociedad vaya en ayuda de quien le sirvió, durante años y años, sin exigirle nada a cambio? Mire, Magino querido, no son dos ni tres los casos en que el gobierno central o las Cámaras Legislativas, han ido en auxilio de quienes auxilio merecen por haberlo ganado con sus ejecutorias. ¿Se puede, entonces, olvidar a Pouerié-Cordero? Quienes gobiernan tienen la palabra.

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