Coctelera

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Mi querido Maginito, hace un tiempecito advertí la coincidencia que se observaba entre ataques dirigidos contra la Junta Central Electoral (JCE) y la puesta en vigencia, por ese organismo, de un oportuno “libro de extranjería”. En ese libro, viejito charlatán, tienen que registrarse todos los nacimientos de hijos de madres extranjeras ocurridos en el país. Pero eso no es todo. La JCE, al dictar el Reglamento de rigor para amparar el citado libro, ha dispuesto colocar todo el material relativo al asunto en su página web de internet y tengo entendido que lo ha remitido, directamente, a los partidos políticos. La JCE, con sapiencia, ha dispuesto que los asentamientos hechos en el libro se comuniquen a la Dirección General de Migración y a la Secretaría de Interior y Policía. Esa última dependencia del Estado deberá de valerse de los canales diplomáticos de lugar para comunicar a cada nación extranjera el nacimiento aquí de niños a los que corresponda la nacionalidad del país notificado.

Y esa, Maginito, no es una pendejadita… Vamos a dejar de lado los cuentecitos tristes y a llamar pan, al pan, y vino, al vino. A muy poca gente, por no decir a ninguna, le preocupa la acepción del vocablo extranjero en el mencionado libro. Aquí, todos, o casi todos, donde se lee extranjeros se lee haitianos. Y cuando de haitianos se habla, se piensa, de inmediato, en los indocumentados que, por centenares de miles, viven en la República Dominicana. Los hijos de esos haitianos tienen que ser registrados en el “libro de extranjería” y eso no gusta a quienes, de manera constante, reclaman al gobierno que se otorgue la nacionalidad dominicana a los niños nacidos en territorio criollito, hijo de indocumentados o ilegales.

 Sabemos, de sobra, la campaña de presión que se libra dentro y fuera del país con esos fines, en adición a que se reconozca, como residentes, a los indocumentados que desenvuelven sus actividades en casi todos los campos de la vida nacional… Los haitianófilos dominicanos y organizaciones no gubernamentales, en el país y en el extranjero, son sostenidas con recursos donados por entidades de naciones poderosas. Y esa gente no vacila en lanzar y mantener una campaña contra los dominicanos, a los que nos acusan de racismo, de discriminación racial contra los haitianos y llegan al extremo de hablar de “persecución local” contra los nativos del vecino país. Esos carajetes a la vela, muy bien mantenidos, donde puede existir un resfriados ven tuberculosis. Pero no se molestan en entrevistar a los haitianos, indocumentados o no, que circulan libremente por calles y avenidas, por campos y ciudades, dedicados a las actividades más disímiles para ganarse el sustento con su trabajo. Esos difamadores pagados e interesados no se preocupan, en los más mínimo, por saber si el país puede soportar una migración formada por indocumentados que ellos mismos citan entre 900,000 y un millón de seres humanos. Esos cabronazos jamás dicen, por ejemplo, que alrededor de un treinta por ciento del presupuesto de Salud Pública, remitido a centros hospitalarios, son invertidos en atender a haitianos enfermos…

Naciones poderosas, con Estados Unidos, Francia y Canadá a la cabeza, cierran los ojos ante la tragedia que estremece Haití y creen que con soldados represores pueden dominar la situación imperante en el vecino país. Pero esas naciones entienden que la República Dominicana está obligada a soportar la carga haitiana, abriendo sus puertas de par en par a los vecinos, otorgándoles residencia permanente y nacionalidad a sus hijos nacidos aquí. Si el gobierno, que muy pocas veces lo hace, da pruebas de querer enfrentar la situación, entonces se consigue que ONG formadas por tránsfugas, por vividores internacionales, abran los fuegos contra una nación que, como la dominicana, luce más que medio masoquista en su trato con los haitianos. Los enemigos de la sociedad dominicana -muchos son los intereses que pueden entrar en esa categoría- son hábiles en grado extremo en adición a sus groserías al acusarnos de discriminación. Inclusive alegan que quienes se oponen a entregar el país a los indocumentados haitianos, pasan por alto que en Nueva York, por ejemplo, viven más de 500,000 dominicanos, muchos de ellos sin documentos. ¡Cómo si los recursos de la Babel de Hierro, para enfrentar esa migración ilegal, fueran igualitos de pobres a los de Santo Domingo!… Mire, Maginito, creo que la propuesta del secretario Luis Manuel Bonetti, la de formar un gran movimiento nacional que enfrente la campaña anti dominicana que se gesta y se ve en marcha, es una idea efectiva. Pero creo, eso sí, que el gobierno tiene que gobernar y no sentir temor alguno ante las amenazas por seguir una labor, jamás anti haitiana pero si, siempre, pro dominicana.

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