Coctelera

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Buen domingo para mi querido don Magino. ¿Contamos a nueve de septiembre? ¿No es esa, acaso, fecha víspera de una batalla en la lucha por la expulsión del invasor haitiano durante la gesta de 1844? No, por nada…

Dígame una cosa, mi querido Magino, ¿no le da a usted vergüenza, como dominicano, el hecho de que un embajador extranjero convoque a una conferencia de prensa, para dar cuenta de que los pasaportes diplomáticos y oficiales expedidos por nuestro gobierno tienen que ser visados por su país –en este caso Italia- para que los beneficiarios puedan hacer uso de los mismos? Esto es, sencillamente, el colmo de los colmos. El nombre internacional del país cada vez más golpeado por la actitud y actuación de una partida de bandidos que se prestan a todo para saltear un dinerito. ¿Cómo es posible, Magino, que tantos y tantos pasaportes oficiales pudieran ser expedidos a favor de regidores, reales o supuestos y familiares de los mismos?

Ahora se habla de una investigación exhaustiva. Hay presos. Otros han sido beneficiados con libertad bajo fianza. Algunos están prófugos. Mire, Magino, que no me vengan con el cuento de que ésto se llevará hasta las últimas consecuencias, “caiga quien caiga”. Ya es tiempo, de sobra, para que los responsables de este robo vulgar, amparado en disposiciones administrativas más vulgares y ridículas, paguen su delito detrás de las rejas de una prisión. Mientras tanto, Italia le dice a República Dominicana que sus pasaportes diplomáticos y oficiales valen tanto como el regular…

Los agentes policiales que maltrataron a la periodista Llenis Jiménez y al fotógrafo Pablo Matos de este diario, hicieron un formidable servicio a quienes piquetearon la embajada de los Estados Unidos para protestar por el líder de “Los Macheteros”, de Puerto Rico, asesinado, sin duda alguna, por los agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) que le perseguían con tanta tenacidad y saña desde hace años. Si los policías encargados “de mantener el orden” permiten a los periodistas actuar libremente y en paz, la ceremonia de protesta -vamos a llamarla así- se hubiera desenvuelto sin problemas y nadie, a la mejor, se acordara de ella. Pero no, había que ofrecer demostración de fuerza, de quien manda aquí, es decir demostración de brutalidad, de cretinismo al cubo. El joven oficial que dijo que estaba allí para defender los intereses de los Estados Unidos probó que no es más que un adulón a sueldo de los contribuyentes dominicanos y un abusador contra una indefensa mujer, en una actuación que echa por el suelo las prédicas de un jefe policial de tanta capacidad cívica como Bernardo Santana Páez. Pero así son las cosas en este país. Y cuando se desarrollan “en territorio libre de los Estados Unidos”, en zona vedada a los criollitos, los chulos se exceden en sus “atenciones”.

Tengo entendido, viejo enfermizo, que el secretario de Salud Pública, doctor Bautista Rojas Gómez, es un hombre que merece palmas, hasta ahora, por la cordura y sensatez que muestra al dar la cara a problemas existentes en el área gubernamental puesto a cargo. Para comenzar, ya existe un proyecto de trabajo a ser desarrollado por el gobierno junto a médicos que hicieron más huelgas que el carajo. Rojas Gómez, en este asunto de los médicos, ha aceptado de una vez por todas que mientras más rígido es un cuerpo, más fácilmente se quiebra y él no va contra esa ley de física. Prefirió el diálogo a “echar pulso” y logró que el presidente Leonel Fernández se reuniera con médicos que, al parecer, no las tenían todas consigo. Pero Rojas Gómez también enfrenta los problemas de los hospitales -que son muchos- con calma, sin precipitaciones. Se presenta a cualesquiera de esos centros, cuando menos se les espera y a revisar la consuanita.

Vale decir que el doctor Rojas Gómez es receptivo a las críticas a la situación imperante en los hospitales. Sabe que esas críticas son bien intencionadas y que los hechos que se denuncian son reales, pues hasta gráficas se ofrecen, gráficas crudas, que muestran el estado en que se encuentran muchos centros. ¡Qué distinta es la actuación de Rojas Gómez a la de algunos de sus compañeros que, convertidos en paranoides, ven persecución en todo y reaccionan con un histerismo digno de ser atendido por psiquiatras, pero de los buenos!

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