Coctelera

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¿Cómo se siente ese condenado Magino? ¿Con deseos de ir a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos en Costa Rica o a la Pequeña Haití detrás y en los alrededores del Mercado Modelo? Sería bueno, muy buenito, que los «magistrados» que acaban de condenarnos se dieran su vueltecita por aquí, para que comprobaran, personalmente, como unos cuantos carajetes, con sotanas, pantalones o sin ellos, se dan a la tarea de envenenar a dominicanos contra haitianos, cuando los muchachones de ambas nacionalidades, con raras excepciones, viven en paz, dejando los problemas a sus gobiernos o a quienes se creen gobiernos…

Pero esta vaina hay que tomarla en serio. Quienes llevan la voz cantante en contra de la República Dominicana, acusando a este país de racista, de xenófobo, de maltratar a los haitianos, de negarles su «derecho» a la vida aquí, consideran que se han anotado una pata en Costa Rica. Y en el fallo condenatorio se llega al extremo de exigir al gobierno dominicano una excusa pública, en un acto público, a dos haitianas de las cuales no se dice si son documentadas o indocumentadas, con estancia legal o ilegal en este terruño acogedor que ha dado origen a unos cuantos explotadores, explotadores que vieron en los haitianos una carnita barata y hoy ven al diablo después de complicar a su propio país…

Mire, Maginito, este territorio es tan boca de puerco en ciertas cosas, que al día siguiente de darse a conocer, públicamente, la sentencia de San José, vió como distintas organizaciones haitianas, pro haitianas y filo haitianas se reunieron para decir que la citada sentencia es inapelable y exigir al gobierno su fiel cumplimiento. Quien persigue a los que se reúnen con tales fines? Hasta donde sabemos, nadie. No echa eso por el suelo algunos de los cargos de xenófobos que se le hacen al país en playas extranjeras, incluyendo el propio Haití, que debe celebrar esas cosas como las celebra, donde quiera que se encuentre, el inefable Tití Aristide?…

El Estado dominicano fue condenado por negar actas de nacimiento, como dominicanas, a dos niñas haitianas. Las solicitudes de declaraciones tardías fueron rechazadas originalmente en 1997, pero en el 2001 se expidieron para acogerse a una recomendación «amistosa» de la Comisión Interamericana. La campaña contra el país no cesó, dirigida por organizaciones establecidas en el país y entidades extranjeras más bien «orientadas» que el carajo desde aquí por unos sacerdotes muy bien conocidos…

Lo que nunca se ha dicho en las acusaciones que se hacen contra el país, en Haití y otros lugares, es que alrededor de 20 por ciento del presupuesto de salud del Estado dominicano tiene que invertirse en haitianos indocumentados que acuden a los centros hospitalarios y allí tienen que ser atendidos, inversión que va en detrimento, en ciertos sentido, de los propios dominicanos. Lo que nunca se dice es la enorme cantidad de haitianas en el período final de su embarazo que son trasladadas a territorio dominicano, para que den a luz en la maternidad capitaleña y santiaguense y en hospitales fronterizos, reclamando que las criaturas sean declaradas dominicanas mientras sus madres se queden como indocumentadas…

Lo que no se dice es que los indocumentados haitianos se quedan a trabajar en distintas zonas del país, sin ser perseguidos con el evidente respaldo de empresarios agropecuarios dominicanos, que los emplean por encima de disposiciones legales vigentes y pagándoles salarios a veces inferiores a los que tradicionalmente se pagan a los dominicanos, ahuyentando a estos, aún más, de las labores en el campo para dedicarlos al fosilizador motoconcho…

Mire, Maginito, este problema de la migración haitiana hacia la República Dominicana tiene que merecer toda la atención del gobierno, pues es uno de los principales problemas que confronta la nación, sino el principal. El gobierno, bajo circunstancia alguna, puede andar con memeces para manejar esta cuestión y mucho menos temerle a reacciones de naciones poderosas que no quieren haitianos en su territorio y, por tanto, desean que sea este pobre país el que asuma la responsabilidad de la huida de haitianos de la miseria imperante en su propia nación. Esta situación no permite mayores retrasos. No puede tratarse ya con paños tibios y los organismos internacionales y sus carajetes locales necesitan una respuesta enérgica de que en la República Dominicana hay un gobierno que sabe defender la soberanía nacional.

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