Coctelera

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Mucho me apenó ayer el conocimiento de la noticia de la muerte del colega Manuel Severino, acaecida en Nueva York. Severino fue un gran periodista. Era hombre poseedor de gran capacidad de trabajo, tenía un excelente olfato para perseguir la noticia y escribía muy bien. Muy joven ascendió a posiciones ejecutivas—fue el primer jefe de Redacción de HOY— y sabía mandar.

Tuvo destacada actuación en la radio y como poseedor de tremenda voz, fue un astro en la locución noticiosa de Teleantillas. Con Severino cubrí largas jornadas en El Caribe. Desde hace muchos años residía en Nueva York. Durante años luchó contra un cáncer y Norma, su esposa, me dijo hace un tiempo, en visita al país, que la lesión se agravaba con el paso de los días. Paz a los restos de Manuel Severino, el gran puertoplateño ido…  ¿Anja? ¿Le echaron al guante a Chinochet? Mire, Maginito, usted puede estar seguro que el expresidente peruano Alberto Fujimori no llegó a Santiago de Chile con las mejores intenciones. Algún trompo embollado tenía entre manos este vagabundo. Chilenos y peruanos negociaron durante horas y, finalmente, ¡Fujimori a las rejas! Ahora se lo enviarán a Perú envuelto en papel celofán, para que responda por las tantas vainas que patrocinó allí. Lástima que el gobierno del Cholo sea tan vulnerable que no pueda capitalizar la situación…  Mire, Maginito, eso del “jus sanguini” y el “jus soli” traerá sus discusiones el día que se presente en cualquier reforma a la Constitución de la República. Así tiene que ser. Y no hay dudas de que la democracia es buena, es bella, hasta para quienes contra ella conspiran. Está muy bien eso de que se hable en contra o a favor del “jus sanguini” y el “jus soli”. Pero de ahí a que sean entidades extranjeras las que nos digan como debe ser modificada nuestra constitución hay una gran diferencia. ¡Carajo, ni eso podemos hacer por nuestra propia iniciativa y con nuestros propios recursos!…  Magino, todo no puede ser rigor en la vida, algo hay que tener, en sentido de broma, para botar el golpe. Ayer se comentaba, por ejemplo, que un colega había recibido unos informes, desde Miami, de que un laboratorio farmacéutico trabajaba en la preparación de unas “pastillas de ñame”, que podrían convertirse en rivales del Viagra, La Pela y otros medicamentos ya famosos. Ese colega se dispone a cultivar grandes predios del cotizado vívere blanco, pues el mapuey no tiene propiedades eréctiles. Si es verdad tanta belleza, a tener cuidado a la hora de poner nombre al nuevo “energizante”, ya que se deben evitar confusiones por la sonoridad de la primera letra del querido vívere blanco indispensable en los sancochos…  Milagros dice, en el programa de Laureano, que estaría dispuesta a buscar la nominación presidencial por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Y que lo haría con prudencia. ¡Que buenito! Se tiene entendido que don Hipólito no puede ser candidato presidencial por así proscribirlo la Carta Fundamental y que, hasta el momento, solo se conocen las aspiraciones irreversibles de Miguel Vargas Maldonado. ¿En que parará el asunto? Ya veremos lo que hagamos cuando lleguemos, como decía un viejo político perredeísta que llegó y lo hizo más bien que el carajo…  El final de la “guerra fría” sirvió para que Estados Unidos alejara sus miradas de América Latina y las dirigiera al Asia y Africa. Pero cuanto acaba de ocurrir en Mar de Plata debe abrir los ojos a los estadounidenses que son conducidos (?) por don George Bush jr. Al que se cree poderoso jefe de Estado le dieron con el cubo del agua y el bloque de América del Sur se apuntó una pata, pata reforzada por el petróleo que le permite al venezolano Hugo Chávez Frías ser hasta malcriado. Bush y su equipo gobernante, si son inteligentes, y mucha gente lo duda, debería revisar la política exterior norteamericana, pues su horno no está para galletitas y mucho menos con un Irak que se vietnamiza cada día más. Estados Unidos, ya ha perdido más de dos mil soldados. Es decir, son más de dos mil padres que deben preguntarse si esa es la guerra del pueblo de los Estados Unidos, la guerra que debió llevarles sus hijos.

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