Coctelera

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Después de leer en El Nacional unas declaraciones atribuidas al canciller Carlos Morales Troncoso, en las cuales éste explica los compromisos que contrajo el país para ser la sede de la reunión que celebrará aquí la Organización de los Estados Americanos (OEA), nos adherimos a quienes entienden que el contribuyente debe saber cuánto se gasta en la pendejada esa que tendrá lugar en los próximos días. Que se construya un centro para convenciones en la Cancillería no está del todo mal, pues el hueco de piscina que había allí a nadie beneficiaba. Pero parece que no son dos ni tres los dólares que gastará esta nación quebrada y muerta de hambre para reunir aquí a un organismo más inoperante, en esta época, que el aceite de ricino que nadie toma. ¡Carajo, que comparones y vanidosos somos!…  Con el director de Aduanas, Miguel Cocco, puede afirmarse que no se juega al topao. Ayer se anunció que limpiaron por las Aduanas después del descubrimiento de contrabandos por más de 50 millones de pesos. Sólo en Haina cepillaron 43 funcionarios y empleados y más de veinte de ellos fueron sometidos a la Justicia. La verdad es, viejito vagabundón, que los contrabandistas son la del carajo, pues los aprietan y aprietan y ellos siguen en sus trece. Ahora trataron de meter bebidas, efectos electrodomésticos y otras mercancías, declarándolas como bombillos de consumo bajo o bajo consumo, como mejor le guste a usted. ¡Timbales!…  Cualquiera se pregunta, ¿Qué hacer para frenar los contrabandos? Ahora mismo se efectúa aquí una reunión de directores de Aduanas de las Américas y el Caribe, y a lo mejor los funcionarios se entusiasman para buscar medidas por “consenso”, dirigidas a frenar la lucrativa y arriesgada actividad. Mientras tanto, don Magino, se nos ocurre una idea tonta, como esas que solía exponer el desaparecido maestro don Rafael Herrera Cabral. ¿No podría el Gobierno hacerle competencia a los contrabandistas? Por ejemplo, a usted le dicen que el brandy español cuesta tan caro debido a los distintos impuestos que paga. ¿No se podría, digamos, reducir las tasas impositivas por ese renglón y joder así a los contrabandistas? Lo mismo podría hacerse con muchísimas otras líneas, hasta con los autos, pues aunque usted no lo crea, autos meten de contrabando en este país, independientemente de los muchos que se roban y sacan y los muchos que se hurtan en Haití e introducen en este paisito tan próspero en la producción de delincuentes de todas clases… De todos modos, Maginito, tenemos que admirar a los contrabandistas. Reconocerles valor y vocación de servicio, pues se exponen a toda clase de riesgos con tal de que sus estafas al fisco beneficien a los consumidores. Y los consumidores están en mayoría a la hora de colocarlos al lado de las insaciables autoridades fiscales, incluyendo a los fiscales que se supone que son autoridades. Los contrabandistas corren riesgos. Invierten sumas en dólares y euros, expuestos, constantemente, a que autoridades desaprensivas ocupen el producto del sudor, no de su frente, sino de todo el cuerpo, y además los envíen a la justicia y traten de desacreditarlos ante la opinión pública… La suerte es que el consumidor ya sabe que el contrabandista es su amigo, su defensor, pues persigue que obtenga mercancías a precios bajos, a precios razonables, sin hacerle el juego al fisco explotador que no se cansa de buscar dinero, dentro y fuera del país, para invertirlo en muchísimas pendejadas. El contribuyente ve que mientras el contrabandista se sacrifica y se arriesga, el fisco lo explota y maltrata. Por eso, Magino, crece el movimiento ciudadano para que se consagre el Día del Contrabandista, día dedicado a exaltar las virtudes de ese servidor de la sociedad tan mal juzgado por todos los gobiernos que hemos tenido, sin importar un carajo que miembros de esos gobiernos cogieran lo suyo en la distribución generosa que siempre suelen hacer los generosos contrabandistas. ¿Sabe usted que sería posible hasta dedicarle unos cuantos elogios al contrabandista en las escuelas del país? ¿Sabe usted lo bien que se vería una ofrenda floral el Día del Contrabandista, digamos, por ejemplo, en la tumba del Barón del Cementerio mientras se consigue otro monumento? Al mismo tiempo, Maginito, en el muelle —es el mejor sitio— se podría erigir un monumento al Contrabandista Desconocido, mientras el Gobierno instituye la Orden del Contrabandista, para premiar a ese servidor de la sociedad tan vejado por funcionarios como Miguel Cocco. Oportuno es decir ahora, ya que se reúnen los directores de Aduanas, ¿Por qué no se pueden juntar también los contrabandistas del hemisferio? Aquí podría efectuarse esa reunión, pues delincuentes de peor calaña han sentado reales en esta media isla, con la alegría de los chulos que sólo buscan dinero a cualquier precio. ¡Contrabandistas del mundo, uníos!

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