Coctelera

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La política internacional, mi querido Magino, siempre será la del carajo, aún en ésta época de interdependencia que nos toca vivir, época en la cual el comercio reemplaza a la diplomacia y diplomático que ignora lo que es el comercio cuanto debe hacer es recoger los bates y buscar otro oficio, profesión u ocupación…

En materia de política internacional, la América Latina es algo muy especial, como especial es, en particular, nuestro quiridísimo país. Usted ha escuchado hablar de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Los viejos recordamos perfectamente bien ese controversial organismo interamericano, bautizado como “ministerio de colonias de los Estados Unidos” por la Cuba castrista. No hay duda alguna que la OEA ha sido desacreditada por muchas de sus actuaciones y su papel en 1965, cuando la crisis dominicana, no fue muy airosa que digamos…

En América Latina siempre se ha hablado de que el principio de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos es la piedra fundamental de la democracia continental. Eso, mi querido Magino, en teoría, en pura teoría. Hubo una época, viejito vagabundón y libertino, que en América Latina proliferaban los gobiernos de fuerza, las dictaduras, las tiranías, llámelas como usted quiera llamarlas. Rafael L. Trujillo, de República Dominicana, era el decano de los dictadores, en una etapa en la cual también sobresalían Anastasio Somoza García, en Nicaragua; Alfredo Stroessner en Paraguay; Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela; Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia; Francos Duvalier en Haití, y Fulgencio Batista en Cuba. Ya Guatemala se había zafado de Jorge Ubico, el Salvador de Maximiliano Hernández, Paraguay del general Estigarribia para poco después caer en manos de Stroessner, Brasil de Getulio Vargas y Argentina de Juan Domingo Perón, aún cuando éste era otra cosa, hasta el punto de que volvió por vía electoral muchos años después de ser derrocado y refugiado en una fragata paraguaya en Río La Plata…

Lo más simpático de todo ésto, mi queridísimo viejo y estudioso político, es que los más férreos dictadores continentales, desde que lo elevados les picaban en los pies por movimientos externos, invocaban el principio de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos. Pero dígame una cosa, en verdad de verdad, ¿cuál era la autodeterminación del pueblo dominicano para elegir su propio destino? ¿O del haitiano? Eso, para citar solo dos casos en la misma isla. Pero esa era la situación de muchos pueblos del continente…

Usted verá, Maginito, que todos lo extremos son malos. Tememos a la OEA y a la República Dominicana. No hay duda alguna de que la OEA, encabezada por el gobierno norteamericano desde luego, apretó los tornillos a Trujillo en la recta final de su gobierno, especialmente después de la locura aquella de atentar contra la vida del presidente venezolano Rómulo Betancourt. Las fuerzas opositoras internas, las dominicanas, respaldaban que la OEA aplicara sanciones a Trujillo. Y hubieran apoyado hasta un desembarco armado para combatir al hombre fuerte quisqueyano. En este caso específico, el continente aplaudió la actuación de la OEA en una situación puramente coyuntural. Pocos años después, en abril de 1965, estalló una revuelta armada para reponer en el poder el gobierno constitucional del profesor Juan Bosch. Estados Unidos rechazaba ese movimiento y daba su respaldo al régimen de facto que encabezaba el doctor Donal J. Reid Cabral. Derrotado ese gobierno y las fuerzas que le apoyaban, Estados Unidos ordenó la intervención militar del país y después de consumado ese crimen, buscó que la OEA lo “legalizara”. Se creó la llamada Fuerza Interamericana de Paz (FIP), formada por Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Honduras, Costa Rica y Nicaragua. Los gringos vieron como unos cuantos soldados de esos países se incorporaron a sus tropas para sojuzgar esta nación. Aquí la OEA intervino a la inversa de como lo hizo contra Trujillo. Pasó por encima al principio de la no intervención, pero para que el pueblo dominicano no pudiera hacer respetar su autodeterminación, pues ¿qué fue la elección de Bosch el 20 de diciembre de 1962? ¿No fue ese un legítimo acto de autodeterminación?…

Como usted verá, Maginito, y aun cuando las cosas han cambiado un tanto —y cambiarán más, no lo dude— Estados Unidos, el que paga, mueve los hilos de la OEA a su antojo todavía, pues tiene muchos cancanchanes y canchanchanitos para mantener mayoría. Y entonces mueve la no intervención y la autodeterminación de los pueblos como le viene en ganas.

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