Coctelera

Coctelera

Veo,  mi querido Magino, que el presidente del Senado, el peledeísta Reinaldo Pared, urge al presidente Leonel Fernández que envíe a la Cámara Alta las ternas con  los nombres que permitirán escoger a los nuevos miembros de la Cámara de Cuentas. ¿Está demás decirle que la Cámara de Diputados recomendó un juicio político, por gallos locos, de los integrantes de la Cámara de Cuentas y que el Senado acogió la petición? Ocho de los miembros renunciaron antes de que los siquitrillaran y solo uno resistió hasta el final, cuando le rompieron la parpatana…

Ahora,  se esperan las ternas   para conformar el organismo. Como el país está inmerso en una crisis económica que no se sabe en qué parará, deber del gobierno es cortar sus gastos donde pueda hacerlo. Y el Coctelero cree que la Cámara de Cuentas permite hacer sus cositas. ¿Quién ha dicho que en un momento difícil como éste, la Cámara de Cuentas debe disponer de nueve miembros? El artículo 78 de la Constitución expresa que “habrá una Cámara de Cuentas permanente compuesta de cinco miembros por lo menos, elegidos por el Senado de las ternas que le presente el Poder Ejecutivo”…

¿Se da usted  cuenta,  caro Magino, de que para comenzar nos ahorramos los buenos sueldos de cuatro miembros de la Cámara de Cuentas? Y a eso agréguele cuatro yipetas, combustibles, gomas, repuestos, sueldos de choferes, boronita a los guardaespaldas, gastos de representación, gastos de viajes, cobertura de celulares, seguros y “otras menudencias” como escribía ese querido colega que responde al nombre de M. M. Pouerié Cordero. La reducción de esos cuatro miembros le representa al Estado un ahorro de un par de millones de pesos al mes y si usted sabe multiplicar  se dará cuenta de cómo nos economizamos más  de 20 millones  al año…

Como  se presume que el Estado ha pasado por una dolorosa experiencia con el escándalo suscitado en la Cámara de Cuentas, vale suponer que el presidente Fernández enviará ternas al Senado formadas por hombres y mujeres de probada capacidad profesional y moral, desligados del quehacer político y sin que guarden relación alguna con los partidos o mantengan vínculos de negocios o consanguíneos con sus dirigentes.

Sólo así se podría garantizar que en una situación de crisis  se racionalice hasta el último centavo que entre a la Cámara de Cuentas, evitándose el bochornoso espectáculo de que una auditoría a un organismo oficial requiera miles y miles de horas para su ejecución. Solo en dietas para los auditores, ese “experticio” reclama miles y miles de los hedionditos, independientemente del pago de horas extras. Y claro está, del salario mensual. Vamos a comenzar el recorte de gastos fijos por la Cámara de Cuentas.

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