El presidente Leonel Fernández ha procedido de una manera muy sensata al restar importancia a los incidentes que afectaron su visita del pasado lunes a Puerto Príncipe. El mandatario dominicano ha dicho, con mucha propiedad, que el sentir de los revoltosos que se manifestaron frente al Palacio haitiano no es el sentir del pueblo vecino. Recordó que el gobierno haitiano presentó sus excusas al dominicano, que las aceptó, y exoneró al débil régimen de Boniface y Latortue por los problemas presentados.
El presidentes Fernández sabe muy bien que estimular el histerismo es lo peor que puede hacerse en este caso. El joven gobernante entiende que la vía diplomática no podrá soslayarse en esta compleja situación, como entiende también, que aquí adentro se le va a exigir la aplicación estricta de la ley para contener una migración de por sí aparente incontenible… Sabe, asimismo, que el reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia, que niega la nacionalidad dominicana a los hijos de los indocumentados o ilegales, no será del agrado de mucha gente dentro y fuera del territorio nacional. Ya, para comenzar, el ministro haitiano para Asuntos de Ultramar, Alix Baptiste, considera que la diáspora haitiana no está contenta con el fallo dominicano. Y cabe suponer que su colega de Francia tampoco respaldará ese fallo, sobre todo cuanto se conoce –y Fernández lo conoce mejor que nadie– que la llamada «cuna de la libertad» no concibe la existencia de dos pueblos formados por negros y mulatos en la misma isla…r El ministro Baptiste, sin embargo, subestima la capacidad de la Suprema Corte de Justicia y la inteligencia de sus miembros. Baptiste cree que en Haití pueden relacionar el fallo de nuestro más alto tribunal con las protestas contra el presidente Fernández. Es decir, mi querido Magino, que según ese docto funcionario, si la Suprema dictó el fallo unas 36 horas después de los incidentes de Puerto Príncipe, no hay duda alguna de que estamos frente a genios o frente a irresponsables. Y ninguno de esos calificativos puede aplicarse a la Suprema. Es bueno que al ministro Baptiste se le explique la forma en que procede la Suprema, cuyos miembros estudian, con detenimiento, cada caso que se les presenta, antes de dictar su fallo. No hay precedentes de «un día para otro» como insinúa el funcionario vecino. De todos modos, Maginito, creemos que el presidente Fernández maneja con sumo cuidado esta situación, como debe ser. El tiene la responsabilidad de apretar la caña y de aplicar la ley sin dobleces ni contemplaciones. Pero no puede actuar como es seguro que no actuará, como uno de los tantos trogloditas que pululan por aquí… Caro Magino, me atrevo a apostar que el presidente George Bush tiene muchas simpatías por la República Dominicana, pues con este país «coincide» en algunas cosuanitas, algunas de ellas no muy santas. Por ejemplo, el presidente Bush se ha visto obligado a aceptar que ordenó la intervención telefónica sin la debida autorización judicial. Por aquí, Maginito, desde hace años, por no decir durante toda la vida, el gobierno ha interceptado teléfonos y no solo por razones de «seguridad» sino también por razones de «vagabunderías». Y ha tolerado que unos cuantos señores hagan sus grabaciones para facturar como les venga en ganas, chantajeando a quienes bien no les caen. Para imitar más cositas que pasan por esta media isla que quiere una artificial entera, Bush le entra a dos manos al The New York Times por revelar lo del espionaje telefónico. Lo malo no es el espionaje en sí, lo malo es que un periódico tenga timbales de denunciarlo. Igualito que por estos lares y solares ante ciertas denuncias formuladas por los medios de comunicación… Y para que muchachones vean otros parecidos con el «dominican black people», el señor Bush recuerda la vainita de su propuesta ley migratoria, que fue modificada con el voto de su propia gente. Lo lindo es que a míster Bush le arden las posaderas con cuestiones que sus canchanchanes defienden en playas extranjeras.