Coctelera

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Buenos días, mi querido Magino. ¿Que cómo estoy?, como hubiera preguntado el inmortal Fredy Miller. Pues le diré, viejito charlatán, que estoy rogando a Dios, desde ahora, que la temporada ciclónica no presente peligro alguno para el país. Eso así, para proteger la libertad de expresión en toda la nación, ya que un mamotreto de reglamento que se acaba de  dictar para el funcionamiento de una vaina llamada Comisión de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR) dispone cosuanitas de lo más qué sé yo, cosuanitas que darán material para más días que el carajo…

Por ejemplo, lea usted lo que dice el párrafo dos del artículo 68 del reglamento: “Ningún locutor podrá transmitir noticias alarmantes, tales como: fuego, ciclones, terremotos, maremotos, inundaciones, etc., sin que esta noticia haya sido aprobada y debidamente autorizada por la autoridad competente”. Lo que sí queda demostrado es que este párrafo fue redactado por la autoridad incompetente…

Tenemos por delante, Maginito querido, una pendejuanita seria. En primer lugar, ningún locutor de noticias tiene facultades deliberantes. La redacción de la noticia que se lee está a cargo de otras personas. Pero bien, para no causar alarma —algo bastante subjetivo, por cierto— y en medio de una tormenta, habrá que tomar un vehículo y llevar la noticia redactada a la “autoridad competente” para que ésta la apruebe y luego se difunda. ¿No cree usted, querido Magino, en que Tres Patines tenía razones de sobra cuando hablaba del ñamicidio…

El presidente de la CNEPR niega que exista censura previa en las disposiciones contenidas en el dichoso Reglamento, que oficialmente no puedo asegurarle que esté vigente, pues no ha sido publicado, completo, en un diario de circulación nacional e ignoro si la Gaceta Oficial que lo contienen ya ha sido publicada. No es que se quiera discutir, Maginito querido, ¿pero qué es eso de que una autoridad deba autorizar el material a difundir por una planta radial o de televisión, no importa que se trate de un ciclón, un maremoto o cualquier otra pendejadita? Desde luego, a menos que sea declarado el “estado de excepción” y dejen de existir las garantías constitucionales…

Otra cosa, Maginito, en el artículo 38 se lee un parrafito en el cual se indica que serán sancionados quienes “irrespeten las autoridades legítimamente constituidas y las instituciones públicas”. ¡No fuña, Maginito, otro que descubrió los antibióticos! ¿Y para qué sirven el Código Penal y la ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento? ¿O es qué la CNEPR busca unos fonditos adicionales imponiendo sanciones de hasta diez salarios mínimos a través de un Juzgado de Paz?…

En el nuevo adefesio se dispone, al referirse a espectáculos públicos, que tendrán entrada gratuita a los estadios deportivos todos los miembros de la CNEPR, los miembros de subcomisiones, los inspectores y demás yerbas de la citada CNEPR. Eso es más bueno que el carajo, pues sería interesante ver el liazo que se armará con la Liga de Béisbol Profesional cuando traten de entrar gratis a los juegos de su negocio que comienza en octubre. Es más, allí no hacen pagar a los miembros de la Policía, de servicio, por un milagro de Dios…

No sé, Maginito, si los autores del Reglamento tuvieron contacto con las agencias publicitarias, pero las regulaciones a la publicidad no constituyen pastillitas de clorato. Por ejemplo, ¿podría alguien decir, con propiedad, qué se aspira cuando se estipula que toda la publicidad deberá ajustarse “con los valores sociales de nuestra nación”? ¿Cuáles son esos valores sociales, que todavía no han impedido que niños y niñas semidesnudos, a medianoche, piquen centavitos en las vías públicas, expuestos a toda clase de peligros y constituyendo la carne de cañón para la delincuencia? El puritanismo se hace presente cuando se recurre al asunto de no permitir que se explote la imagen de la mujer y del hombre en la publicidad. Es decir, la exhibición del trasero, aunque sea cubierto, de Jeniffer López puede ser prohibido, por el “cerebro” que puede hacerse al contemplarla. Maginito, el Reglamento 824 constituía una vergüenza para esta nación. El llamado a sustituirlo no es un filete. Si bien es cierto que desaparecen barbaridades contenidas en el Reglamento balaguerista, persisten otros cavernarios, que quieren mantener un control estatal en aras de la moral y las buenas costumbres, argumentos muy esgrimidos por esos moralistas llamados Adolfo Hitler y Benito Mussolini, de tan grata recordación para los nazistas y fascistas. Finalmente, viejo bandido, ¿acaso el saqueo de las arcas públicas no constituye un atentado contra la moral y las buenas costumbres? No, por nada.

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