Coctelera

Coctelera

Salvador Pittaluga Nivar y el Coctelero eran amigos de infancia. Fuimos compañeros en el viejo Colegio Dominicano De La Salle, cuando la prestigiosa institución de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se ubicaba en el viejo caserón  Colonial de la Arzobispo Meriño con Padre Billini y Hostos. Salvador siempre fue un muchacho tranquilo, sumamente bien educado y que prefería los libros a las canchas de baloncesto o a los espacios dedicados a la práctica del béisbol, todo bajo la dirección del achinado mexicano Hermano Guadalupe.

Nuestra amistad se afianzó a medida que transcurría el tiempo y la consolidamos en el viejo parque infantil Ramfis, hoy Eugenio María de Hostos. Allí no solo participábamos en partidos de ajedrez, sino que hubo una época en que alternábamos con el dominó, el siete y medio o el monopolio…Con el paso de los años, y por rutas distintas, entramos en el campo del periodismo. Salvador, abogado, culto, fue un pionero de los buenos programas de panel en la televisión desde que la libertad de prensa pudo ejercerse tras la erradicación de los remanentes del régimen de Rafael L. Trujillo. “Ante la Prensa” y “Actualidades” fueron dos formidables espacios que mantuvo en distintas épocas, siempre en forma mesurada, sin el uso de frases descompuestas y escuchando todas la campanas, aún cuando sabíamos que era un hombre de línea conservadora. Por respeto a sí mismo, por respeto a su país, se ganó el exilio después del derrocamiento del gobierno constitucional del profesor Juan Bosch. Había sido director de “La Tarde Dominicana”, un proyecto de corta vida en los talleres donde se editó La Nación, en la Avenida Mella 52, hoy parte del enorme local de La Sirena…oSalvador, de mente inquieta, creó el Instituto de Periodismo, en 1969, que vino a llenar una necesidad en el medio dominicano. De las aulas de ese Instituto ha salido centenares de jóvenes periodistas que prestan servicios en los medios de comunicación social, escritos y electrónicos. Aunque era enemigo de los extremismos, no vaciló en dar su respaldo al entonces agresivo Sindicato de Periodistas Profesionales y culminó su labor de organización cuando fue el motor que dio nacimiento a la Asociación Dominicana de Periodistas y Escritores, institución que creó el ya prestigioso Caonabo de Oro, que se otorga, cada año, a valores de la cultura criolla. Salvador mantuvo una columna en HOY, que escribió hasta hace relativamente poco tiempo. Su deteriorado estado de salud le impidió continuar con esa labor. Cuando conocí la noticia de la muerte de Salvador, esa noticia no me sorprendió, pues sabía que su estado era de sumo cuidado. Sí me entristeció mucho, en cambio, pues el periodismo dominicano pierde a un soldado valiente, ¡qué soldado, un gran oficial!, y la sociedad en general a un hombre bien intencionado, decente por encima de todas las cosas, de educación esmerada. A Dios pido que dé el descanso eterno al alma de Salvatore y mi más sentido pésame a sus familiares, especialmente a los viejos amigos, sus hermanos Manuel y Amadita…Tengo en mi poder, querido Maginito, una cordial y simpática misiva que me envía el viejo amigo Nemen Nader, dando respuesta a una Coctelera de hace unos diiitas. Prometo que la leeré con sumo cuidado y que usted conocerá detalles de la misma. Tenga pachiencia, como decía el chino…Maginito querido, no se, pero a veces uno cree que el romanticismo de vieja data no pasará por completo. Hace unos días ví una foto en una de las llamadas páginas de “sociales” de la prensa criollita, en el cual aparecían los hermanos Jesús, Ana Angélica, José y Jaime Moreno Portalatín, en una fiesta en la cual celebraban el nacimiento de “nuevos sabores” en los helados Bon. Cuando esa foto ví, a mi memoria llegaron muy gratos recuerdos del padre de esos cuatro hermanos y creador de Bon. ¿Cómo olvidar a un hombre del calibre del doctor Alfonso Moreno Martínez, un socialcristiano de corazón y un hombre que, en esta jungla dominicana, parecía proveniente de otra galaxia? Alfonso era extraordinario por su buena fe, que se la suponía a todo el mundo. Fue varias veces candidato a la presidencia de la República y creo que él mismo ya estaba consciente que alcanzar esa posición era imposible para quien observaba una conducta como la que normó toda su vida. Alfonso fue un enemigo implacable de la corrupción y jamás tocó lo ajeno. Cultivé su amistad con esmero y respeto y siempre concluí en que era un hombre ingenuo en este medio de salteadores. Pasó muchos sin sabores y siempre creyó en los demás. Su anhelo de justicia social jamás desmayó y vivió para predicar las necesidades de un campesino reventado por siglos y por todos lados. Pero luce que al llegar el final de su carrera política, se sintió decepcionado al ver como la ambición y el deshonor reemplazaban la justicia. Fundó Bon. Trabajó con devoción para dar nacimiento a una empresa que se mantiene y sus hijos, felizmente, han hecho del trabajo una religión, marginados de la politiquería vergonzante de esta nación.

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