Coctelera

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Buen día, mi querido Magino. Debo hacer constar mi profundo pesar por la muerte del viejo amigo Eduardo A. León, prominente empresario dominicano y quien fuera bujía inspiradora del poderoso grupo económico E. León Jimenes. Eduardo murió de un paro cardíaco, en los Estados Unidos, a donde había viajado para operarse la rodilla izquierda en la mundialmente famosa Clínica Mayo.

No llegó a ser intervenido quirúrgicamente. A mediados de la pasada semana fue chequeado por sus médicos y éstos recomendaron que se pospusiera la operación, en vista de que Eduardo tenía ciertos problemas renales que le habían provocado un alta de la presión arterial. Un par de días después, Eduardo murió mientras dormía…  Eduardo era en extremo amigable. Creo que era de las muy escasas personas que tuteaban al doctor Joaquín Balaguer y al profesor Juan Bosch. Con ambos cultivó una gran amistad, sin comprometerse políticamente con ellos. Supo rechazar las ofertas que se le hicieron, en dos ocasiones, para que se presentara como candidato a la vicepresidencia de la República. Fue, sin duda alguna, tremendo empresario y junto a sus hermanos Guillermo, Fernando y José, construyó un imperio económico que no solo ha dominado el mercado tabacalero, sino que se ha diversificado en distintos campos, como son el cervecero y el bancario. Su muerte priva al país de un ciudadano eminente. Paz a sus restos y nuestro pésame a sus familiares, muy especialmente a sus hermanos y hermanas…  Dice el informe que la República Dominicana no saca provecho a sus bosques. Pero, dígame una cosa, don Magino, ¿No es cierto que unos cuantos dominicanos sí han sabido enriquecerse con esos mismos bosques? No, por nada… Alega un chusco que le gustaría que el denominado Colegio Médico Dominicano fuera tan celoso y agresivo con exigencias para que se ponga en servicio inmediato el seguro familiar, como lo ha sido para reclamar el voto del Código Penal por unas cuantas vainitas sobre el aborto. Y conste, que ese chusco cree que el CMD tiene razón en algunos puntos…  Lidio Cadet, el ex secretario general del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se unió al ex senador José Tomás Pérez: que en una reforma a la Constitución, el período de Leonel Fernández se prolongue dos años y se proscriba la reelección. Cadet, quien se puso bravito el otro día por algo relacionado con la aspiración a la presidencia de la Cámara de Diputados, es uno de los conocedores profundos de cuanto ocurre al interior del partido fundado por don Juan Bosch. Mire, viejito cuentista y charlatán, quien le diga a usted que en el PLD todo es paz y armonía, quien le diga eso, es capaz de creer que la morcilla sirve para ensalada y que esa ensalada puede condimentarse con aceite de ricino. En el PLD, según todos los indicios, se puede formar un lío más gordo que un guineo Johnson para exportación. Y todo es por el asunto ese de la reelección. Aunque no habla del tema en público, es un secreto a voces que la gente que sigue al secretario de la Presidencia, Danilo Medina, está dada al diablo y va a luchar para que el derrotado candidato en el 2000 le dispute la nominación al presidente Fernández, siempre y cuando se modifiquen disposiciones internas del peledeísmo que proscriben la reelección. El propio Fernández, en una ocasión, y antes de ser electo presidente, dijo que no estaba de acuerdo con esa proscripción, pero que se vio en la necesidad “de ceder”. El presidente Fernández habla poco sobre el tema. Es más, públicamente habla poco sobre todos los asuntos. Ahora rechaza la propuesta de José Tomás Pérez —seis años, prolongados a ese término, y nada de reelección—. Muy hábilmente, el mandatario da a entender como que la prolongación del mandato de Horacio Vázquez fue la principal causa generadora del advenimiento de la dictadura de Trujillo. Es muy posible que el hecho de la prolongación por sus consecuencias, influyera en el surgimiento del gobierno de Trujillo. Pero la situación de 1928 es muy distinta a la actual. En primer término, don Horacio fue escogido presidente por cuatro años, en 1924, cuando el invasor norteamericano se marchó del país. A don Horacio le pintaron pajaritos en el aire, pues pese a su reconocida honestidad personal, sus corifeos le “demostraron” que él había sido escogido, por una Constitución de principios de siglo que estableció el período por seis años. Don Horacio no se guió por los consejos sanos del presidente de la Suprema Corte, Rafael Justino Castillo, quien le probó que el paso que iba a dar era violatorio de la Carta Magna vigente. Prolongó su mandato por encima de todas las cosas, con un jefe del Ejército, que no era otro que Trujillo, dando cuerda para que se llevara a cabo esa prolongación. Lo serio de todo esto, es que se consideraba sin duda alguna, que si don Horacio se nominaba en 1928, al terminar su mandato de cuatro años, nadie le ganaba la reelección, aunque ya era visible su desgaste físico. Así, pues, la situación no es la misma, ni 1928, felizmente, es el 2006.

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