Coctelera

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Maginito, saludos y más saludos. ¿Quién le iba a decir, viejito vagabundón, que el presidente reformista, Quique Antún, le diría “piojillos” a Carlos Morales Troncoso, Héctor Rodríguez Pimentel, Angel Lockward, Guillermo Caram y otros caballitos a quienes llamaba compatriotas?

Desde luego, viejito verde, en lo que se equivoca Quique, pero por completo es cuando quiere comparar la denominada “operación” de quitar las “garrapatas” al perredeísmo en días de la jefatura de Juan Bosch de ese partido. Nunca se ha escrito toda la verdad de esa época aciaga. Quien gobernaba el país que nada menos que el líder reformista Joaquín Balaguer junto a un grupo de militares y policías que tenían los juegos pesadísimos, sobre todo por sus ligazones con los carniceros norteamericanos que regían la “guerra fría”, que más que fría era bien sucia. No se olvide, viejo Magino, que eran los días en que fuerzas de extrema izquierda ya se entendían con izquierdistas “moderados” como los que tenía el PRD en sus filas. Se hablaba de sacar a Balaguer del poder por cualquier método. Se hablaba de tentativa de golpe de Estado contra Balaguer, de magnicidio, de guerrillas y otras pendejuanitas que no eran chiquitas. Había gente fuera del país que motorizaba las cositas. Hoy es todo filete mignon y a la carta. Quienes se pasan de un partido a otro lo hacen por convicciones o por conveniencias, pero ningún peligro hay de asonada o cosas que se le parezca. En cuanto a la época de las “garrapatas”, a la que le precedió y a la que le siguió, sería muy deseable que gente que vivió esa etapa adentro del buey o de sus toreros se decidieran a escribir la verdad de cuanto ocurrió y cómo, entre otras cosas, hasta cierto punto se evitó una matanza que a lo mejor, todavía estaríamos lamentándola. Es cuanto…o Caro Maginito, los viejitos que leemos un reportaje suscrito por Germán Marte relacionado con Villa Francisca, no podemos dejar de recordar parte de esa barriada como era hace medio siglo. ¿Qué Santo Domingo era una aldea grande? Cierto. Pero ya contaba con semáforos y luz eléctrica, algo que no tiene hoy en la mayoría de sus grandes arterias. ¿Sabía usted, viejo vagabundo, que la Duarte, desde la Braulio Alvarez —posteriormente Teniente Amado García Guerrero— hasta la Mella era patrullada por un solo agente de la Policía Nacional, apodado “El Rubio”? Ese agente, medio regordete él, iniciaba su patrullaje o caminata, de norte a sur, a las 8 de la noche. Hacía su trabajo hasta las 6 de la mañana. “Caneaba” con los grupos que se formaban en la vía pero jamás tomaba un trago aunque sí lograba su par de pesitos a la semana para las quinielas. Usted me dirá, Magino, que en esa Duarte había poca gente. Eso era relativo. Voy a decirle que en esa Duarte existían —que recuerde— los bares El Trocadero, El Palacio del Ducel, El Atenas, Bar Cristal, El Pino, Manzanares, Allí donde Tú Sabes (Livino), El Julia, El China, El Asia, El España, Chichito. En calles laterales, como la Ravelo y la París estaban instalados prostíbulos que no se dedicaban al juego de bingo. Un solo agente policial para cubrir esas áreas es algo que hoy resulta increíble. Había sus pleitecitos pero todo se resolvía de lo más bien en los juzgados de paz. ¿Qué pasaba ahí? ¿No será que caben bien los versitos de “espera que si amor diste/amor te den/ no niegues que me quisiste/ yo a ti también”?… Ah, por cierto, Magino, ya que los mencionamos de pasada, el general Braulio Alvarez murió en su hogar de Santo Domingo en la noche del 5 de noviembre de 1921. Es bueno observar el año, 1921…o Un amigo me preguntaba que si la plazoletita construida frente al hoy desaparecido hipódromo Perla Antillana siempre se llamó Dicayagua, para honrar el gran caballo que fue símbolo del antitrujillismo silencioso. Mire, Maginito, esa plazoleta fue construida para colocar allí, como se colocó, una estatua de Sombra, un fino ejemplar que era propiedad de Rafael L. Trujillo hijo (Ramfis). Después de erradicada la dictadura, se cambió el nombre a la estatua, pintándola para que asemejara hasta donde pudiera el color de Dicayagua, llamado “el potro gris”. Mire, viejito charlatán, para terminar ésto, le voy a transcribir un parrafito de una información publicada por El Caribe, el 23 de marzo de 1962: “Se dió el nombre de Benigno Pérez Martínez a la plazoleta que da frente al hipódromo Perla Antillana; de Dicayagua a la estatua que se denominaba Sombra y Hermanas Mirabal a la terraza del  hipódromo”. Pérez Martínez era el dueño de Dicayagua. La estatua, creo recordar, fue obra del escultor Ismael López Glass.

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