Coctelera

Coctelera

Nuestras oraciones al Altísimo, mi querido Magino, pidiéndole la recuperación del muy apreciado y viejo amigo Miguel Cocco, director de Aduanas, quien es tratado en un hospital de Miami, después de sufrir una caída en esta ciudad, caída que le produjo una fractura y varias laceraciones en las piernas. Cocco es un valioso servidor público y, sobre todo, un amigo a todas pruebas. Que Dios lo ayude en este momento…

Maginito, permítame hacerle una recomendación: lea el artículo suscrito ayer en el Listín por el general José Miguel Soto Jiménez, antiguo secretario de las Fuerzas Armadas. Es un trabajo relacionado con la muerte del dictador Rafael L. Trujillo, el hallazgo de su cadáver y otros detalles, detalles aún ignorados por la inmensa mayoría de los dominicanos. Sin duda alguna, caro Magino, que el personaje central informativo en el trabajo de Soto Jiménez es el doctor Luis Ovidio Ruiz Trujillo, sobrino del gobernante y un Trujillo fuera de serie, un hombre educado que hizo su profesión de abogado a base de estudios y sin favoritismo alguno y después que estuvo al lado de su tío —éste se encargó de que se preparara— se dedicó a las labores que les fueron encomendadas y jamás he escuchado que hizo daño en un medio tan difícil como en el que le tocó vivir. Por eso se ha desenvuelto, en el país post Trujillo, sin problema de especie alguno, a base de su trabajo, pues nunca amasó fortuna… ¡Por fin, Magino querido, después de más de cuarenta años de la muerte de Trujillo, se escriben verdades de a puño que, en lo adelante, no podrán ser ignoradas. Por ejemplo, que al general Héctor B. Trujillo Molina (Negro), nada menos que en el día de su cumpleaños de 1961, se le informó que una finca —no una casa— del general José René Román Fernández (Pupo) había sido allanada por el hombre-fuerte de la inteligencia de Trujillo, aunque no era el titular de la misma, el teniente coronel John W. Abbes García, a quien no gustó la cantidad de armas encontradas allí. Fue Abbes García, en persona, quien dio el informe al general Negro Trujillo y cuando éste le dijo que no debía sorprenderse por el hallazgo en una propiedad del secretario militar, el oficial le reveló nombres de quien consideraba que complotaban contra el dictador, y se reunían en la finca allanada. El general Negro Trujillo dijo a Abbes García que vería “lo que podía hacer” y se pronunció así cuando se enteró de que su hermano no hizo caso a la denuncia de Abbes García, pues consideraba que éste implicaba a amigos suyos en el asunto. En presencia del cadáver de Trujillo, en la madrugada del 31 de mayo, el general Negro Trujillo recordaba todo eso, sobre todo porque los nombres que le había citado Abbes García coincidían con los que se citaban como participantes en el complot que costó la vida a Trujillo… La finca de Román Fernández fue allanada dos veces, no una. Cómo Abbes García se atrevía a hacer eso en una propiedad del secretario militar y sobrino político de Trujillo para más detalle, es algo que queda en la bruma, pero es claro que sus razones tendría Abbes García para hacerlo, y las suyas Román Fernández para guardar silencio. Como bien señala el general Soto Jiménez, Trujillo estaba listo para relevar a Román Fernández y colocar en su lugar, a regañadientes, al general Fernando A. Sánchez hijo, para así complacer a su hijo Ramfis. Trujillo, suspicaz como era, había perdido confianza al general Sánchez hijo desde que éste le “falló” en una investigación que se le pidió alrededor de una reunión celebrada el 6 de enero de 1960 en la residencia de su vecino Guido D’ Alessandro Tavérez y a la cual habían asistido Manuel Tavarez Justo (Manolo) y otros jóvenes que después fueron dirigentes del “14 de Junio”. Se afirma que Sánchez hijo comunicó a Trujillo que se trataba de una “reunión familiar”… Abbes García no volvió a tratar a Trujillo el tema, pues la última vez que lo hizo, el dictador, en tono enérgico, le advirtió que si seguía con lo que llamaba “chismes”, “es a usted a quien arrancaré la cabeza”. Trujillo cayó en la noche del 30 de mayo. En la tarde de ese día dejó sobre su escritorio un informe con una serie de nombres marcados con lápiz rojo, señal de que los había leído. Era un informe enviado por un gobernador provincial. Todos los nombres marcados figuraban entre los participantes de la trama. 

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