Coctelera

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Dígame una cosa,  viejo Magino, ¿a qué atribuir el hecho de que hubo una vez –Santo Domingo era una aldea– en que la educación pública era altamente confiable y lo era en la primaria, la intermedia, la secundaria? Había pocos colegios, todos de calidad, pero las palmas se las llevaba la educación pública, que contaba con excelentes maestros, maestros que constituían una prolongación hogareña para el educando, y el tiempo no se perdía en boberías.

La escuela era para estudiar. La calidad de la educación pública era tal  que el Estado obligaba a los estudiantes de sexto y octavo cursos, de los colegios privados, a examinarse en un plantel controlado por Educación, único organismo autorizado a expedir los certificados…

La bomba  escolar estalló cuando el país se conmocionó a la caída de la dictadura de Rafael L. Trujillo. El estudiantado se lanzó a las calles a luchar por las libertades públicas, algo que no es criticable si no toda  la libertad lograda cayó en una especie de libertinaje. La docencia en las escuelas públicas era mínima y por ahí comenzó la expansión de los colegios privados, sin control gubernamental. Muchos padres hacían sacrificios para enviar a sus hijos a los colegios y evitar que se convirtieran en carne de cañón en las vías públicas en peleas con la Policía. Los grandes colegios privados, bilingües, constituyen clase aparte, pues allí acuden los hijos de personas con recursos económicos…

La incapacidad  del Estado para dotar el país de suficientes aulas  ha sido el mejor aliado de los colegios privados, que hoy superan en número a las escuelas públicas. El Estado tendría que construir unas 18,000 aulas para satisfacer las necesidades de la población, y eso sin contar con el crecimiento vegetativo que se puede estimar en un 10%  anual. ¿Puede el Estado, asignando el cuatro por ciento del PBI a la educación satisfacer las necesidades de ese campo? Lo dudo mucho. La deuda del Estado con la educación, incluyendo la superior, es enorme y viene desde años ha. Es más, con todas sus fallas, la educación pública no va muy a la zaga de la privada…

¿Qué hacer,  entonces, con los colegios privados que cubren gran parte de la geografía nacional? ¿Es factible controlarlos? Los colegios privados, hoy en día, son parte de ese capitalismo salvaje que vemos en la búsqueda de beneficios a cualquier precio, que chupa más sangre que el rumano Vlad. Creo, a pie juntillas, que el Estado podrá regularizar como es debido a los colegios privados, cuando ese mismo Estado cumpla, hasta donde le sea posible, con sus obligaciones con la educación y se deje de jugar a la demagogia. Mientras tanto y tratándose de negocios, que se ponga la pelota en el lado de la cancha de Juan Hernández

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