Coctelera

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El ingeniero  Benito Ferreiras, director del Instituto Superior de Agricultura (ISA) de Santiago, declaró hace unos días que lo peor de la crisis alimentaria, para la República Dominicana, es que tendrá que alimentar nueve millones de haitianos. Es posible  que el educador cibaeño exagere un tanto la nota, pero de que hizo diana con su primer tiro, nadie se lo discute.

Enfrentar la crisis de los alimentos, para este pequeño país, no es una pendejadita. Usted oye decir que producimos el 80%  de los alimentos que consumimos, pero se pasa por alto cómo sube el costo de la materia prima que requerimos importar para muchos de esos alimentos. ¡Y está Haití, adentro y afuera!…

Los pronunciamientos  del rector Ferreiras son respaldados por distintas agrupaciones vinculadas al agro, sobre todo cuando el especialista afirma que Haití carece de la capacidad para producir los alimentos que reclama su población. El vecino país ha sido convertido en una especie de desierto, independientemente de carecer de los recursos económicos para trabajar el campo. El contrabando de productos dominicanos hacia Haití es algo prácticamente indetenible, pues es estimulado hasta por productores locales para conseguir mejores precios. Haití nunca ha dejado de consumir pollos y huevos criollos pese a la prohibición dictada por su gobierno por la presencia de casos de gripe aviar en el lado dominicano. Una libra de arroz dominicano se vende entre 25 y 35 pesos, en contraste con el valor en el mercado nacional, de 12 a  18 pesos…

Se puede  minimizar un tanto ese trasiego de alimentos con una seria y estricta vigilancia militar de la línea fronteriza. El Estado creó un cuerpo especial con esa finalidad, pero se da el caso de que dominicanos y haitianos que viven de la ilegalidad bombardean ese organismo castrense y buscan que la frontera se convierta en tierra de nadie. De esa manera quedamos abiertos y desprotegidos al tráfico de armas y drogas y una migración ilegal incontrolable. Pero, como  carecemos de una política haitiana, los problemas se multiplicarán…

Aun así, el contrabando es menos peligroso que una hambruna en el vecino país. ¿Hacia dónde irán los haitianos hambreados a buscar algo de alimento? ¿Hacia el mar o hacia el territorio dominicano? El rector Ferreiras tiene razón cuando expresa que tenemos que priorizar el campo, volcarle cuantos recursos sean necesarios y no jugar a pegar parches o a tomar simples medidas coyunturales. El Estado y el sector privado tienen que convertirse en socios para producir alimentos,  Y buscar la manera de que se cree un mercado exportador hacia Haití, debidamente legalizado y que acabe con los delincuentes que quieren estigmatizar hasta las Fuerzas Armadas.

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