Coctelera

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Muy buenas, mi querido Magino. El presidente de la República, doctor Leonel Fernández, acudió ayer a una sesión conjunta de las Cámaras Legislativas, para depositar allí un mensaje y las memorias de los secretarios de Estado, dando cuenta de la gestión oficial durante el pasado año. El mandatario cumplió, así, con una disposición constitucional. A mucha gente tiene que haberle gustado el texto del mensaje que el propio presidente leyó.

A mucha gente, también, debe haberle desagradado pues no comparte sus términos. Otra, como siempre, habrá quedado indiferente… El jefe del Estado mostró su alegría por los resultados obtenidos por la política económica aplicada por su gobierno, esa misma política tan censurada por opositores políticos, opositores políticos de verdad y políticos opositores disfrazados de independientes. El presidente consideró como una especie de “milagro” el resultado de esa política y estimó que el logro, una vez, le lució como lo que calificó de una “utopía inalcanzable”. Se refirió a los conceptos elogiosos vertidos por expertos internacionales, incluyendo a don Enrique Iglesias y los jefes del Fondo Monetario Internacional, “sorprendidos” por los avances logrados. Entonces el mandatario comenzó a bombardear cifras que justifican los logros citados. Es innegable, mi querido Magino, que en el 2005 hubo avances macroeconómicos pero eso no significa que se estrechó la terrible brecha social existente. De todos modos, viejo querido, contar con un presidente optimista es ya algo positivo…  Que recuerde, viejo bandido, es la primera vez que el mandatario defiende con tanta fiereza lo que calificó como la obra “de mayor impacto en la modernización de la República Dominicana”. Como persona civilizada y educada que es, el presidente admitió la existencia de opositores al Metro y recordó, con habilidad, que también la tuvo la torre Eiffel, en París, citando entre éstos a figuras de tanto renombre como Guy de Maupassant y Alejandro Dumas hijo. Es más, por aquí se puede recordar que la construcción de las avenidas Winston Churchill, José Núñez de Cáceres y Luperón contó con rabiosa oposición de sectores políticos e intelectuales. ¿O acaso olvida usted las críticas que a esas obras hizo un erudito como el fenecido monseñor Oscar Robles Toledano en su columna del diario El Caribe que firmaba como P. R. Thompson? La diferencia reside, en que el doctor Joaquín Balaguer permitía, con extraordinaria celeridad, que cuanto le entraba por un oído le saliera, de inmediato, por el otro…  Como era de esperar, el mandatario se refirió al drama que vive el país con la permanente crisis energética y el aumento en el precio del petróleo. No lo hizo para responsabilizar, directamente, “a la administración anterior” por la situación, pero la forma suave en que presentó el caso, dará motivo para comentarios durante muchos días. Y coja ahora, viejo Magino, en la estaca, como Perico, quedaron quienes creyeron que el presidente Fernández se iba a meter en “honduras” con asuntos de política partidarista. De bobo no tiene un solo pelito…  Al final de su mensaje, viejo charlatán, el doctor Fernández dijo: “El pueblo dominicano es un pueblo lleno de amor, de bondad y de nobleza. Y un pueblo así estará siempre en condiciones de superar todos los obstáculos y vicisitudes que se le interpongan en el camino para la construcción de una sociedad más justa y solidaria”. ¡Tiene razón el gobernante! ¡Excelentemente definido el pueblo dominicano! Ese pueblo también perdona y lo ha probado en múltiples ocasiones. Ahora bien, mi querido Magino, de ese pueblo llano, sencillo, generoso y bueno, se abusa demasiado. A veces se le acorrala. Se le engaña. Se le estafa. Y eso puede provocar, mi viejo cartógrafo, que ese mismo pueblo, en un arrebato de cólera colectiva, rompa las gruesas paredes de la represa y permita la salida loca de aguas que todo lo barrerán a su paso. Por eso, charlatancito de aldea, lo mejor es no jugar con candela. Es la forma más sabia y sensata de evitar quemarse.

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