Coctelera

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Como en el país no hay problemas de especie alguna, discutir la conveniencia de llevar a Bosch, a Balaguer y a Peña Gómez al Panteón de la Patria es ganas de joder la paciencia. Los dominicanos somos tan especiales que sin existir una propuesta oficial para la vaina esa, “made in R. A. Font Bernard”, ya Euclides Gutiérrez Félix, nada menos que un profesor de historia, señala que para que Bosch entre al Panteón primero hay que sacar a Pedro Santana.

 A lo mejor, querido Maginito, por ahí andan los seguidores, de Peña y Balaguer también con sus candidatos “inelegibles” antes de que “entren” sus patrocinados. ¿No sería mucho mejor, viejito charlatán, fajarnos a resolver los problemas terrenales y a dejar la propuesta de R. A. para cuando el paso del tiempo permita analizar la personalidad y la actuación de cada uno de los políticos que aún después de muertos son usados en una campaña electoral que los avergonzaría?…  Un chusco le dice a otro: “Nos fuñimos, subieron moteles de 480 a 720 pesos, con una Pepsi-Cola”. El otro le responde: “Debieron ponerlos a cinco mil pesos por habitación, pues si usted a lo que va allí es a beber Pepsi-Cola…”…   ¿Qué la Junta Electoral del Distrito Nacional no reconoce la boleta perredeísta inscrita en la Junta Central Electoral (JCE)? Bueno. Magino, al parecer lo del horario de inscripción es lo de menos. Parece que el filete grasoso está en el procedimiento empleado. Y las cosas se complican por la rigidez de la JCE. ¿Por qué carajo este país desconoce, de manera oficial, la lista de candidaturas aprobadas por la JCE? ¿Es qué habrá elecciones secretas o clandestinas? ¿Qué impide que se cumpla la ley y las listas de candidaturas se coloquen en tablillas, en las oficinas de la propia JCE? El presidente de la JCE afirma que dio órdenes para que eso se hiciera. Pero, ¿qué órdenes del carajo son, si son incumplidas de manera olímpica? Mire, Maginito, se habrán registrado equivocaciones involuntarias, novatadas de novatos o los viejos sacando las uñas para hacer de las suyas. Y diga ahora lo que le venga en ganas o váyase al carajo…  El amigo Temístocles Montás, desde Bélgica, propone un “pacto fiscal”. La idea podría ser estudiada por las “fuerzas productivas”, pero quizás sería más oportuno hacer un “pacto con el fiscal”, a ver si se pueden enjaular tantos salteadores que pululan por avenidas, calles y edificaciones del país…  El reportaje publicado ayer tarde por El Nacional, que describe el estado de abandono en que se encuentra la plaza Juan Pablo Duarte de la autopista Las Américas debería llenarnos a todos de vergüenza. El saqueo vulgar, la profanación de la que fuera hermosa plaza dedicada al libertador, no es más que una prueba inequívoca del bandolerismo existente en este país, y es prueba, también, de que formamos uno de los pueblos más mal educados del mundo. Pero al mismo tiempo constituye una manifestación de la irresponsabilidad de los gobiernos, de todos los gobiernos, que hemos tenido que padecer por estos lares y solares. Mire, Maginito querido, si la vida humana no se aprecia, si la vida humana no se respeta, ¿qué carajo puede usted exigir para que se respete un monumento, no importa a quién se dedique?…  Aquí roban las espadas de las estatuas, roban las placas de bronce de las obras públicas, roban tapas de contadores, con mirar a obtener metal fundido para la exportación, y los muy costosos organismos de seguridad que persiguen infelices que venden disquitos pirateados en las calles no son capaces de atrapar un jurel depredador de las riquezas públicas y privadas. Las plazas que honran a los patricios constituyen carne de cañón para “infelices” ladrones que no tienen acceso a las fuentes que explotan los ladronazos que saben usar sacos y corbatas y disfrutar de acondicionadores de aire. Duarte, Sánchez y Mella constituyen tres nombres que ya ni se respetan. Rendir tributo a esos héroes es pose retórica y demagógica de unos cuantos en una sociedad que se disuelve por la irresponsabilidad colectiva, por la falta de educación, por falta de autoridad familiar, por la pérdida de la patria potestad y por la blandenguería de gobierno tras gobierno. Mire, Maginito, después, cuando le cojan el trasero para depositar botas, ¡no se queje!.

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