Coctelera

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Mi caro y doctor Magino, ¿pasó bien su domingo? ¿Se dio su vueltecita por la ciudad capital, en los anunciados paseos gratis de guaguas de la OMSA? ¿Y los apagones? Mejor no me diga nada, para que no comencemos con vainas el dialoguito del primer día laboral de la semana.

Por cierto, y al hablar de labores, ¿qué habrá que hacer para que recojan la basura en un sector de Bella Basura, perdón, de Bella Vista? Parece que será una vez cada quince días que pasará un camioncito de pipiripao por ese sector. Los empleados sacan de los bota-basuras una o dos funditas de desperdicios, pues la cama del camión es colombina, chiquitita hasta la tambora. Eso sí, para enviar el aviso de pago, ahora por 200 cocos al mes, los `recogedores` sí que son agresivos. ¡Qué falta hace…!

Desde hace días, viejito charlatán pero agradecido, estaba por escribirle algo relacionado con un homenaje que fue rendido al notable y digno educador dominicano José Keller, quien visitó su país y recogió aquí lo que siempre sembró, es decir, respeto y cariño. Keller, durante años y años, fue profesor del Colegio Dominicano De La Salle. Luego se indendizó, formó su propia escuela y ya en un virtual retiro, a cuantos niños le pedía alfabetización, pues alfabetización les ofrecía…

Recuerdo al profesor Keller como el único maestro laico en De La Salle, allá al iniciarse el decenio del cuarenta del pasado siglo. Es más, creo haberle conocido cuando ayudaba al hermano Lorenzo en la librería del colegio, que estaba ubicado en la Meriño, con un tremendo patio que comprendía la Padre Billini y la Hostos. El Colegio De La Salle era exigente en grado extremo y por eso hay que imaginarse la alta calidad del profesor Keller cuando se le escogió par a alternar con un grupo de educadores formado por los hermanos Bernabé, Agustín, Tomás, Guadalupe, Adriano, Enrique, Anselmo, Alberto, Amado, Juan, Angel, Carlos y Abel, entre los extranjeros, de nacionalidad franceses, mexicanos y cubanos, y el pionero de los dominicanos, Antonio, hoy monseñor Raúl Peguero, con tienda aparte en el muy cotizado Instituto San Juan Bautista…

José Keller es un educador a tiempo completo. Dentro y fuera de las aulas. Hombre cordial y simpático, recto a carta cabal, ha sido maestro de generaciones de dominicanos útiles. He de afirmar que nunca fuí su alumno, pero sí su amigo. Desde muy niño, cuando en las tardes, al concluir las labores escolares en La Salle, a las cuatro, marchábamos a su casa en la Arzobispo Portes, muy cerca del propio colegio y del Convento. Recuerdo el largo pasillo donde jugábamos hasta béisbol y correteábamos durante una hora antes de marchar a nuestros hogares. José tenía un hermano, Chicho, que se convirtió en un estelar del tenis de mesa de la época, y se identificaba como Rex Scalley. Fue tremendo jugador en un deporte incipiente y luego pasó a residir en Puerto Rico. Me dijeron que, lamentablemente, falleció hace años…..Aún cuando no era nuestro profesor, José Keller nos ayudaba con sus sabios consejos y enseñanzas. Recuerdo nuestro grupo de la época, formado, entre otros, por excelentes muchachos como los hermanos Oscar y David Coen, Antonio Miniño, Pedro Medina, Enrique Espinosa Peynado (Pacho), Luis García Dubús, Nicolás Alberto Yordan, Guido Ureña, Antonio Mavad, Nocif Yamín, Ruddy Aumann, Miguel Gautreau Caba, Rafaelito Vidal Martínez, José Asjana, Daniel Pablo Bulos, Felipe Seady, Bombolín Fernández, Fermín Calderón, Cucú Bonetti Herrera, Vinicio Mella, Tomás López Ramos. Todos, en una forma directa o indirecta recibimos parte de los dones que regaba por doquier el profesor Keller…

Hace tiempo que, personalmente, no tengo contactos con el profesor Keller. Esono evitó, sin embargo, que me sintiera profundamente emocionado al verlo a través de la magia de la televisión, en el programa «Freddy y Punto», que dirige el amigo Freddy Beras Goico, cuando sus ex alumnos le colocaron sobre las piernas la enseñanza nacional, enseña que él tanto ha dignificado con sus sabias enseñanzas, con su hombría de bien, con sus ejecutorias a favor del más importante aspecto del desarrollo dominicano, el educativo. Me emocionó, aún más, escuchar a un coherente profesor Keller, quien a los 86 años de edad, gracias a Dios, conserva una memoria privilegiada y una salud mental envidiable. Al observar al profesor Keller, al escucharlo hablar, solo deploramos que en este país, y en estos precisos momentos de crisis moral, falten tantos hombres como él. De tenerlos, otro sería nuestro futuro.

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