Coctelera

Coctelera

Tenga usted un buen día, mi querido Magino. Tengo para decirle que el Coctelero, desde siempre, había oído hablar de Juan Lockward. Conoció personalmente a ese gran señor, sin embargo, allá por el año de 1950. Lo conocí a través de su hermano Jaime, entonces encargado de espectáculos de La Nación. Don Jaime, con el paso de los años, fue ascendiendo peldaño por peldaño y llegó a dirigir el diario. Fue un gran maestro de periodistas jóvenes y es una lástima que ni se le recuerde, que alguna escuela o aula de periodismo lleve su ilustre nombre, si, ilustre, pues ilustres no son solo los que proceden de magnates y tiburones de la bahía…   Recuerdo a Juan, con su andar desgarbado, zancos largos, maletín en mano, visitando a su hermano para pedirle la publicación de notas en relación a la salida de un disco suyo, de 45 revoluciones o del último de larga duración, que él mismo vendía entre sus amigos, a RD$5.50 la unidad, precio oficial, pero que era una forma de lograr algún dinero de manera honrada, pues la mayoría de los adquirientes pagaban algo más. Si la memoria no me falla Juan laboraba en Rentas Internas. Me llamaba mucho la atención la conducta de ese artista al que se le ofrecían oportunidades de lograr lo que quisiera y que el “desaprovechaba”. Sucede que Rafael L. Trujillo hijo (Ramfis) era un aficionado a la guitarra y al canto y era débil por las composiciones de Juan. Disfrutaba escuchándolo largas horas, pero Juan solo gozaba, en ese medio, de los tragos que consumía. Jamás pidió algo al mayor de los hijos del hombre-fuerte dominicano. Pero sucede que Rhadames Trujillo Martínez, otro hijo de Trujillo, también soñaba con ser compositor -aún cuando tenía que despertar en las cuerdas de Miguelito Méndez- y Lockward se encontraba entre sus favoritos. En más de una ocasión, Rhadamés Trujillo invitó a Lockward a los recorridos que hacía por el interior del país y que terminaba en largas juergas. En ese medio también solo disfrutaban -si es que lo hacía- de los tragos que se le ofrecían, pero jamás sacó beneficios personales de la relación…  Juan Lockward no solo era un compositor estrella. Era el más joven de los hijos de un inmigrantes, creo que procedente de Turk Island, también un gran compositor según su hijo Jaime. Don Danda Lockard formó una familia en Puerto Plata, familia que ha constituido un legítimo orgullo para los dominicanos, pues ha hecho muy positivos aportes en la literatura, la música, la religión, la política, el periodismo, los deportes. Conocí a cuatro de sus hijos y con Jaime y George, también periodistas, hice una gran amistad. Profundamente religiosas, las ramas que salieron del gran tronco siempre ofrecieron pruebas de moralidad y decencia…   A veces creo, mi querido Magino, que Juan nació y vivió fuera de época. Y que le faltó garra para cruzar el charco en busca de nuevos horizontes. Puede que influyera en esa conducta el hecho de que Juan nunca mostró apego por el dinero. La fortuna fue algo que no le atrajo. Pero estoy seguro que de haber nacido en México o en Cuba, su proyección hoy dominara todo el hemisferio. Juan fue, en cierta forma, el mismo “pintor musical” que fue Pepe Guizar para México…   Hoy existen compositores, afortunadamente, que con una sola canción que impongan se hacen ricos para el resto de sus días. ¿No cree usted, Magino, que solo “Guitarra Bohemia” debió asegurar el futuro de Juan Lockward desde que fue interpretada por Chucho Navarro, Hernando Avilés y el Güero Gil, los componentes del inigualable trío Los Panchos?. Eso, desde luego, nunca preocupó a Juan: El disfrutaba con el arte que Dios le regaló. Pero hasta hace unos cuantos años, irritaba ver a Lockward tratando de colocar sus discos en persona, mientras sus canciones no sonaban en la radio nacional, radio en la que, parcialmente se enquistan vicios que debían llenarnos de vergüenza… q Juan Lockward ha desaparecido, físicamente, del escenario nacional. Nos deja, sin embargo, un rico legado en canciones que ojalá sepamos conservar y, sobre todo, sepamos merecer.

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