Coctelera

Coctelera

Mi querido Magino, buenos días le dé Dios. Salud y suerte junto a los suyos. Y como sé que le gusta el dulce de leche, permítame desearle muy Felices Pascuas y un Próspero Año Nuevo…. Tengo para decirle, viejo ilustre, que en los últimos días he leído declaraciones hechas por altos representantes de congregaciones evangélicas dominicanas, quienes se quejan, amargamente, del discrimen que son víctimas por parte del gobierno. Se sobrentiende, viejo querido, que los evangélicos protestan del trato oficial que reciben, frente al que se ofrece a la Iglesia Católica Nacional. No hay duda alguna de que este es un tema sumamente delicado y que merece ser sometido a minuciosos estudios, por la parte oficial, antes de la toma de decisiones….

En primer lugar, es evidente que la grey evangélica es ignorada por el gobierno a la hora de analizar los problemas que afectan a la nación y formular posibles soluciones a los mismos. Es muy posible que esa actitud reste cierta validez al término “consenso” que se emplea a la hora de anunciar determinados proyectos. En cambio, el gobierno es sumamente diligente al dar participación a muy altos representantes de la Iglesia Católica en el enfoque de males que nos afligen y en el anuncio de fórmulas para combatirlos. Eso, estima el Coctelero, tiene sus razones de ser aunque no claras justificaciones… Siempre se expresa que el pueblo dominicano es fundamentalmente católico y como católicos se anuncian los grandes segmentos de poder político, económico y social que gravitan, en forma decisiva, sobre los destinos de este pobre país. Lo mismo no puede afirmarse de las congregaciones evangélicas, tradicionalmente formadas por personas de clase media y clase baja, la mayoría personas humildes, miembros del mundo del trabajo, creyentes firmes en la doctrina cristiana, no simples creyentes “de boca”, como se dice popularmente. Desde luego, se necesita ser ciego o miope para ignorar el crecimiento que han tenido las congregaciones evangélicas en los últimos años. Ha sido, sin embargo, un crecimiento religioso, con claras inquietudes sociales, pero carente de la agresividad mostrada por la conducción católica, que se confunde, estrechamente, con la política y que es capitalizada en todas las escalas posibles… Es claro que la Iglesia Católica disfruta de privilegios logrados en un Concordato firmado por el gobierno de Rafael L. Trujillo con la Santa Sede. No se puede negar, sin embargo, que aún sin el Concordato aludido, el catolicismo dominicano siempre ha sido una fuerza, especialmente en el sector rural. No se olvide usted que cuando se discutía la Constitución de 1963 -la más avanzada que hemos tenido- sectores de la Iglesia Católica pedían la cabeza del presidente Juan Bosch y todo porque el proyecto de Carta Magna consagraba la educación laica en las escuelas…. Mire, Magino, no crea que se pasa por alto la actuación de la Iglesia Católica en el acontecer dominicano de hoy. Por el contrario, es la Iglesia una de las instituciones sólidas que tenemos y que gracias a la labor de muchos de sus pastores, crea conciencia en la ciudadanía de cual es la mejor forma de reclamar sus derechos y de cumplir con sus deberes. Quizás se puede decir que quienes menos contribuyen en esa labor son los grandes grupos de poder económico, político y social, que se hacen llamar católicos, pero entienden muy a su manera la doctrina cristiana, confundiendo el boato y la arrogancia con el espíritu de sacrificio y la humildad mostradas por el Hijo de Dios…. Puede ser, Maginito, que ese haya sido un factor en el crecimiento de la feligresía evangélica, crecimiento que es innegable en toda la nación. Junto a dicho crecimiento y al aumento sostenido de los males sociales que nos acogotan, era muy natural esperar que los evangélicos reclaman su espacio en la sociedad y que esos reclamos se hicieran a los rectores de la llamada cosa pública. Los evangélicos, aunque no lo pregonan, tienen que saberse, ya, hasta como una dispersa fuerza electoral… Mire, Magino querido, no se trata de relegar a un segundo plano un estado cultural que viene desde hace siglos -y en toda América- ni cosa que le parezca. Mucho menos que se aspire que el gobierno incumpla con sus obligaciones contraídas en el Concordato. Se trata, simple y llanamente, de vivir la realidad imperante. Es posible que se quiera destacar que el “catolicismo” dominicano dispone de la mayor parte de la intelectualidad y por eso ocupa el primer plano. Eso es muy relativo. Y no justifica que los evangélicos sean marginados, sino de la toma de decisiones, cuando menos de escuchar sus opiniones sobre asuntos que les atañen, y que son los mismos que afectan a la sociedad, males en los campos de la salud, la educación y el trabajo. Es más, y aunque se interprete la cuestión como autocrítica, el mismo campo de la comunicación social tiene sus responsabilidades en el asunto. ¿O se recurre a los jefes de las iglesias evangélicas para conocer sus opiniones sobre las Aguilas o los Gigantes, como se va, por cualquier quítame esta paja, a conocer los juicios de los jerarcas católicos sobre los temas más disímiles?

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