Coctelera

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Buen día, mi querido Magino. ¿Seguimos hoy con el tema iniciado ayer, relacionado con la política de los Estados Unidos hacia Haití? Bueno, aún cuando usted me diga que no, el resultado será otro. Así, pues, vamos arriba. Decía ayer que en el discurso septembrino de 1994, en el Salón Oval, cuando el entonces presidente Bill Clinton anunció la inminente invasión a Haití, se incurría en revelaciones y contradicciones.

Por ejemplo, Clinton expresó una verdad a media cuando manifestó que “ningún norteamericano debía sorprenderse de que los inmigrantes refugiados en las costas nuestras provienen de Haití y de Cuba”. Clinton no habló mentira, pero ocultó la otra mitad del caso. El mandatario no se refirió, ni por asomo, a la violencia económica provocada por su poderoso país con el bloqueo contra Cuba y Haití, por más que ese bloqueo se disfrace con la palabra embargo…  Los norteamericanos, en su mayoría, se mostraron opuestos al bloqueo a Haití y fue necesario el empuje del “Black Caucus” a nivel congresional. ¿Usted se ha fijado, Maginito querido, con la soltura que hablan legisladores estadounidenses al referirse al estado de vida de los haitianos en los bateyes? Pues coja ahora. Clinton, en aquel entonces, manifestó que Estados Unidos acogía 14,000 haitianos en Guantánamo y que eso —hasta septiembre de 1994— había costado 200 millones de dólares al pueblo que gobernaba. Aunque le costaba un dinerito, Clinton prefería que Guantánamo sirviera para que los haitianos “vacacionaran” allí. Y el sitio parece que es atractivo para esas cosas, pues el sucesor de Clinton lo emplea para retener allí a los identificados y temidos miembros de Al-Qaida. ¿Se fija usted, Maginito querido, que estos invitados de honor” del gobierno norteamericano terminaron en el mismo lugar que el experto dinamitero Sufyam Barhoumi y el supuesto guardaespaldas de Osama Bin Laden, Salayman Bahlul…  Cuándo eso se recuerda, cualquiera se pregunta por cuáles motivos el congresista Eliot Engel no ofreció alojamiento en el Waldorf Astoria a los haitianos, aprovechando la influencia que ejerce en Nueva York. Este Engel, para quienes llevan anotaciones, es el mismo congresista que muy recientemente vino a investigar en el país las condiciones en que viven los haitianos en los bateyes azucareros. Lo mismo podría pedirse a la congresista Maxine Waters, quien de seguro tiene excelentes relaciones en el Ritz Carlton. ¡Coincidencias de la vida han provocado que los norteamericanos, diez años antes, colocaran a los pobres haitianos donde albergan hoy lo que consideran la peor escoria humana!…  No se puede olvidar que en ese mismo año 1994, un grupo de artistas de cine, calificados de “izquierdistas” tildaban a Clinton de “racista” por no permitir la entrada de los haitianos que huían de la dictadura imperante en su nación. En ese grupo se encontraban Susan Sarandon Paul Newman, Joan Woodword, Spyke Lee, Jack Lemmon, Julia Roberts, Robin Williams y Danny Gloever. Pero ¿Sabe usted como terminó eso? El movimiento fracasó y los haitianos exiliados se nos pegaron a nosotros. Hubo, sin embargo, una pequeña variación y es que algunos de esos artistas de izquierda se dirigieron a Aristide, años después, pidiéndole explicaciones por el asesinato del periodista Jean Leopold Dominique. Y aquí adentro, el presidente Balaguer soportaba cambimba gringa para que no vendiera ni siquiera un alfiler a la dictadura haitiana, todo por órdenes del amo imperial. Es decir, mi querido Magino, los boca de burros que querían “hacer bien” a Haití, adoptaron medidas muy similares a las tomadas, décadas atrás, para joder a Cuba. ¿Será que el “Black Caucus” considera que los embargos surten un efecto en los países que hablan español y otro en el que habla creole? Recuérdese Magino querido, que el profesor Albert Einstein dijo, en una ocasión, que “la insanidad es hacer la misma cosa, una y otra vez, y esperar resultados diferentes”. Ahora recuerdo que un viejo amigo me decía que esa oración era atribuida también al genial Benjamín Franklyn. ¿Será, acaso, que norteamericanos ignoran las advertencias hasta de sus Padres Fundadores?. Todo puede ocurrir, mi querido Magino, en una nación con todo el poder habido y por haber pero que ha contado con un vicepresidente que, en lengua materna, falla al escribir papa en su propio idioma y una congresista como Maxine Waters, “experta” en matemáticas, que dijo apoyar a Clinton en un mil por ciento para que defendiera “la democracia y nuestras fronteras” ¿Pensarán los mexicanos que el muro que va a “defender” las fronteras gringas constituye una prueba de democracia.

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