Coctelera

<p>Coctelera</p>

“Hay que tener los timbales cuadrados para llamar “gallina de los huevos de oro” a las bebidas alcohólicas”. Farmacia Mella… Buen día, Maginito. Dice el secretario de Interior que “intereses poderosos”, incluyendo generales, presionan para que se permita, libremente, la venta de bebidas alcohólicas, es decir, se quiten las restricciones después de la media noche. Dígame una cosa, buen Magino, ¿cuándo aparecerá un gobierno con pantalones de ruedo firme, que agarre por el pescuezo a los “intereses poderosos”, incluyendo generales, y los jamaqueen como merecen? Ya esos tiempos de que “poderosos” y generales tumbaban gobiernos se acabaron. Lo que se necesita es voluntad política para ponerlos en sus puestos, que no deben ser otros que las barras de los tribunales…

Maginito, no sé si el Escogido tiene el récord de dieciséis perdidos. Cuando esta columna salga, a lo mejor habrá logrado el diecisiete. Pero lo cierto del caso es que los Leones bien merecen una misa de difuntos y la cremación de algunas cosuanitas. ¿No le parece?… Mi querido Maginito, leo en la edición de este periódico del pasado martes, un artículo intitulado “Lacay, Pichardo y la goleta Puerto Plata”, de la autoría del señor Fernando Batlle Pérez, quien se ve que es un hombre apasionado con hechos marinos y quien nos ha ofrecido historias formidables relacionadas con la tragedia del crucero norteamericano Memphis. No voy a tratar de enmendar la plana al señor Batlle Pérez. ¡Dios me libre de ello! Pero sí me gustaría recordar a dos de los protagonistas que él cita, uno de los cuales fue un amigo de verdad y el otro un gran vecino… El naufragio de la goleta Puerto Plata ocurrió el 22 de septiembre de 1949, es decir, hace 57 añitos. Recuerdo que ese día, bien temprano, despacharon a los empleados del Banco Central —donde trabajaba— “porque por ahí viene el ciclón”. Después de llegar a la casa para cambiar de ropa, me dirigí a la George Washington y en las escalinatas del viejo monumento Trujillo-Hull me encontré con José Miguel Lacay Alfonseca, quien se cubría con una capa de plástico. Lacay y el Coctelero eran viejos amigos, ligados por el deporte, él un formidable atleta en baloncesto y béisbol; el Coctelero muy malo en ambas disciplinas. Conversamos unos minutos y nos despedimos… José Miguel era un hombre que gustaba de la natación. No salía del viejo y entonces limpio balneario de Güibia, pero no escatimaba lanzarse al mar para “mantenerse en formas”. Poco después de haber conversado con él, se presentó, en forma directa, el gran drama de la Puerto Plata, estrellada contra los hierros del Memphis”. Cuatro cabecitas se veían que luchaban desesperadamente contra la furia del mar. Ninguno pereció por no saber nadar. José Miguel no esperó por cualquier ayuda. Se lanzó al mar para tratar de salvar vidas. Y allí perdió la suya. Sus restos nunca aparecieron, con seguridad sepultados en cuevas debajo de los llamado veriles. La sociedad perdió, ese día, no solo a un gran atleta, sino a un hombre de bien, que no tuvo la dicha ni siquiera de conocer a su hijo, que vino al mundo después de su desaparición física. Ese hijo es el cantante José Lacay… Tulio Pichardo, apodado “Tulio Pata de Vaca”, era electricista de oficio, a quien jamás se le conocieron inquietudes por el mar. Vivía en la calle Arzobispo Portes, casi esquina Cambronal, y era una persona querida por todos, por su temperamento campechano, su vocación de servicio. Su figura, con los bolsillos traseros del pantalón repletos de alicates y destornilladores, era muy familiar en Ciudad Nueva. Gustaba de los tragos y era muy extrovertido. Hay quienes afirman que se encontraba en los alrededores del malecón, “de novelero”, como la inmensa mayoría de quienes por allí fuñíamos la pista. Parece, según las versiones más socorridas, que Tulio se acercó demasiado a las costas y una ola se lo llevó… Otra persona mencionada por el señor Batlle Pérez es un rubio europeo Egon Brandt, finlandés, señalado como ingeniero. Este era un personaje fácilmente identificable en toda Ciudad Nueva y la Zona Colonial, así como también en las esferas artísticas y no por que fuera artista o cosa parecida. Simple y llanamente, era el esposo de Milagros Lanty, la mulata dominicana especializada en la canción negroide, con sólido perfil en La Voz Dominicana. No sé si Egon se lanzó a las enfurecidas aguas o si, en cambio, una ola se lo llevó. Lo que sí parece ser rigurosamente cierto es que una ola lo lanzó sobre los arrecifes y así, golpeado, pudo salvar la vida… Un conocido deportista, citado por el señor Batlle Pérez es Julio Fermín de la Cruz, apodado “Mimín Candela”. Mimín, siempre se ha comentado, lanzó una soga a Lacay Polanco y se comenta que el bravo muchacho pudo asirla breves instantes antes de desaparecer para siempre. Hace unos años supe que Mimín vivía en Nueva York. De la Cruz fue un sobresaliente atleta de pista y campo, destacándose en las pruebas de 100 y 200 metros planos. También era muy conocido por ser un dinámico vendedor de “La Casa Fácil”, una popular sastrería que se especializaba en las ventas por el sistema de cooperativas… A Lacay se le recuerda como un potencial jugador de baloncesto. Pero era, también, un formidable atleta de béisbol, juvenil, con poder y velocidad. Recuerdo que a él le gustaba el apodo de “Fantasma Cavadías” que le puse, en la época en que el jugador colombiano del mismo nombre estremecía las series mundiales de béisbol de aficionados del decenio del 40 del pasado siglo. Lacay Alfonseca murió a los 21 años de edad. Siempre le recuerdo con gran cariño.

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