Coctelera…

Coctelera…

Juan Ulises García Saleta (Wiche) fue un personaje controversial durante su larga vida pública. Giró, mayormente, alrededor del movimiento deportivo. Unos lo consideraron un soñador. Otros un oportunista. Creo, por encima de todas las cosas, que Juan Ulises García Saleta fue un ciudadano valioso, un hombre que amó intensamente a su país y que su paso por la vida, cuando de pasarle balance se trata, fue positivo. Era un hombre poseedor de un carácter complicado, jamás fácil de entender.

Por años mantuvo cierta ambivalencia entre deporte y política y a veces no se sabía, a ciencia cierta, si se valía de la política para beneficiar el deporte, o usaba el deporte para ascender en la política. Creo, no obstante, que el deporte, a la postre, se benefició de sus contactos políticos en una etapa muy difícil de la vida nacional, pues mantenía muy cordiales relaciones con el presidente Joaquín Balaguer y con líderes de la oposición a éste, encabezados por Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez…

Wiche García Saleta irrumpe en la vida deportiva dominicana, con paso firme, poco después de la erradicación del gobierno de Rafael L. Trujillo. Recibe un fuerte respaldo del Consejo de Estado, que le designa al frente del Comité Olímpico Dominicano (COD), cuando ese organismo trata de desligarse de las esferas oficiales y por primera vez eligió, sin trabas, un comando presidido por el doctor Emil Kasse Acta. El COD no pudo zafarse de la euforia política del momento y García Saleta capitalizó esa situación. Sería injusto, empero, negarle méritos en la creación de un movimiento olímpico independiente, que buscó y obtuvo el respaldo internacional, respaldo en cuya consecución jugó un papel de capital importancia el Comité Olímpico Mexicano, entonces presidido por el general José de Jesús Clark Flores…

La turbulencia política de la época no evitó que García Saleta se metiera en camisas de once varas, cuando concibió, sin respaldo oficial alguno, un centro olímpico en los terrenos del viejo aeropuerto General Andrews, donde había enormes extensiones propiedad del Estado y de particulares. García Saleta, acompañado por un grupo de colaboradores, invadió tierras allí e inició un desorganizado trazado de campos deportivos y un programa de siembra de árboles por todos lados. Vino la guerra civil de 1965. La intervención militar norteamericana. Y la ocupación de los terrenos persistió. Al gobierno de Joaquín Balaguer, surgido en 1966, se le formularon reclamaciones por esas tierras, pero el viejo zorro de la política se hacía de oídos sordos…

García Saleta no había soltado todas sus cartas. En el colmo de la osadía se atrevió a solicitar para el país, en un congreso deportivo Centroamericano y del Caribe, la sede de los juegos de 1974. Llevó a Panamá, sede del congreso, una carta del alcalde de la capital dominicana, –algunos dicen que falsificada–, y con ese aval estatal logró que los delegados honraran la ciudad más antigua de América…

Balaguer reaccionó como solía hacerlo, con calma, con discreción. Después de hablar con García Saleta, le dio su apoyo y tras conseguir que gente de su confianza dirigiera la programación, puso en manos del ingeniero Bienvenido Martínez Brea (Bebecito) la construcción de las obras para los juegos, materializándolas en los terrenos que García Saleta había invadido para beneficiar al deporte. Se efectuaron unos juegos de primerísimo orden, en agosto de 1974, racionalizando las inversiones hasta donde fue posible hacerlo. Un sueño se convirtió en realidad…

García Saleta dirigió el COD por años. Tuvo logros notables y confrontaciones lógicas de esperar por el desgaste en el uso del poder. Fue separado del COD en elecciones libres. En una ocasión Balaguer le designó secretario de Deportes y el intranquilo hombre se movilizó después a las montañas para desarrollar proyectos campesinos. Poco a poco, y como había que suponerlo, se fue alejando de las lides deportivas, aunque en ocasiones hacía incursiones públicas, incursiones que siempre generaban polémicas. Lo que sí podía darse por un hecho era que la buena fe siempre estaba presente en un hombre sin cuyo nombre jamás podrá escribirse la historia del deporte dominicano…

Juan Ulises García Saleta (Wiche) murió ayer en un accidente automovilístico. Su muerte, sin discusión alguna, enluta al deporte dominicano, al cual dio sus mejores años. El Coctelero, quien fue su amigo durante años y años, deplora la desaparición física de este valiente quisqueyano y expresa su profundo pesar a sus familiares y seres queridos, muy especialmente a Puchito, un viejo, valioso, querido y desinteresado colaborador de HOY durante largo tiempo. (Que el Señor acoja el alma de un dominicano luchador!

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