Coctelera

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Ya, mi querido Magino, el asunto ese de la reelección presidencial inició su proceso de jodedera. No creo, viejo charlatán, que haya gente que pueda creer que este periódico o sus directores favorecen ese continuismo. Por el contrario, el diario ha sido un abanderado en contra del proceso reeleccionista y “allí donde tú sabes”, como cantaba Panchito Riset, están las colecciones para probarlo hasta la saciedad. Ahora bien, este periódico entiende que la reelección no está prohibida, por obra y gracia de gente que ahora se opondrá a la misma. Y la existencia de esa pendejada en la Carta Magna ya comenzó a pagar sus dividendos tanto entre quienes la favorecen dentro y fuera del gobierno de turno, como de quienes se oponen, soterradamente, dentro de ese gobierno y del partido que la sustenta. Rechazan cualquier campaña reeleccionista una oposición hipócrita en la materia y quienes, desde una posición que se puede juzgar adversaria, entienden que sus pronunciamientos constituyen “ley, batuta y constitución” y en forma arrogante jamás solicitan sino que exigen, demanda y veinte mil firmas más. Es una lástima, mi querido Magino, que en este país se pierda tanto tiempo en campañas electorales en vez de fajarnos todos a trabajar, de campana a campana, en exceso si fuere necesario, aunque el Papa Benedicto se ponga bravito. La reelección es campaña electoral, pero, ¿qué es eso de elegir un candidato presidencial y promoverlo a nivel nacional en estos momentos? ¿No es eso, también, campaña electoral fuera de época? Los tiempos cambian. Eso es una verdad, como un templo, viejo carajete. Aún así, hay que lamentar que el gobierno de los Estados Unidos, “celoso guardián de la democracia representativa”, no fuera tan espléndido en un pasado relativamente reciente, y sufragara los gastos de organizaciones que le hubieran advertido al doctor Joaquín Balaguer que debía detener las manifestaciones reeleccionistas en las inauguraciones —cuchumil en veinte años—, qué debía prohibir los centenares de pronunciamientos, a favor del continuismo, formulado por jefes militares en actos militares, y el uso de pañoletas rojas en las bayonetas de los fusiles de los soldados cuando se aterrorizó a una oposición que se huyó como un monazo para salvar el pellejo. Felizmente, viejo sinvergüenza, esas barbaridades ya no ocurren ni pueden ocurrir aún cuando en los gobiernos modernos existan, en ocasiones aisladas, ciertos resabios de “tiempos de fuerza”. Hoy, amigo Magino, el norte bravío, pese al dominio de sus halcones, piensa de otra manera y sus banderillas gusta ponerlas con banderilleros que creen, a veces, que el fin de los partido políticos está cerca, y que la mandurria les caerá en las manos por ley de gravedad…q Un Congreso charlatanesco, durante la pasada administración, se constituyó en Asamblea Nacional y obediente a los dictados de un Poder Ejecutivo ambicioso y otras cosuanitas más, modificó la Carta Magna y permitió la reelección presidencial por un período. El electorado, poco tiempo después dio su respuesta, propinando tremenda pela al reeleccionismo, pero este quedó consagrado, desgraciadamente, en la Carta Sustantiva, presagiándose, desde entonces, que los problemas serían cuestión de tiempo. Ahora mismo, el escenario está montado y solo los meses por venir hablarán con claridad de la cuestión. Por eso, Maginito, es mejor no concluir. Y al carajo con los arrogantes que se puedan creer dueños o rectores de la nación, sin que la nación les haya otorgado esos títulos…q El hecho de ser senador, más que derechos, fija obligaciones. Por eso, Maginito, cuando un senador se quiere poner por encima de la ley, hay también que meterlo en cintura. El senador tiene inmunidad, aunque aquí también disfruta de impunidad. Cuando a ese senador se le reclama que cumpla la ley, lo que debe hacer ese carajete es felicitar a quien le hace la exigencia, en vez de gritar que lo hará cancelar. Aquí, Maginito, lo que tiene que hacer la autoridad es darse a respetar en todo momento y en toda ocasión. Por cumplir con su deber, nadie puede ser sancionado. ¿O sí?.

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