Coctelera

Coctelera

Muy bien  hizo el presidente Leonel Fernández al escoger al vicepresidente Rafael Alburquerque para que le acompañe, nueva vez, en la boleta presidencial del PLD. Alburquerque no ocasionó un solo problema a Fernández y es un funcionario sumamente trabajador. ¿Para qué, entonces, ponerse a probar con cambios?…

Oiga bien,  mi querido Magino, desde hace varios días he querido comentar  un asuntito que creo interesante pero que diversas causas lo han impedido. Hoy, sin embargo, ¡fuego a la lata!, pues el temita no pierde actualidad. La Junta Central Electoral (JCE) explicó al embajador norteamericano Robert Fannin, que el Libro de Extranjería no es para discriminar a los haitianos. Ese Libro fue creado para registrar los nacimientos de los hijos de madres extranjeras no residentes aquí. Se participó al señor Fannin que los hijos de haitianos nacidos en territorio dominicano pueden ser inscritos en la legación del vecino país. Se le recordó al embajador que la JCE no tiene la obligación de documentar a quienes se encuentran ilegalmente aquí. Y para edificarlo bien se le dijo que la Suprema Corte de Justicia estableció jurisprudencia cuando sentenció que no son dominicanos los hijos de extranjeros ilegales. Quiero pensar que aunque fuera para ponerlo en récord, la JCE manifestara al diplomático que este pobre país es soberano y está facultado para dictar sus propias leyes…

Hay que imaginarse,  viejo Magino, que el señor Fannin quedó bien «edificado» con las explicaciones que se le hicieron aunque éstas no cambian para nada la posición imperial: los dominicanos somos unos cabrones que discriminamos a los haitianos, que irrespetamos sus derechos humanos. Y así se hace constar en el informe sobre los derechos humanos en el mundo –excluyendo a Estados Unidos desde luego– que cada año prepara el Departamento de Estado para el Senado. Siempre hemos aceptado la existencia de algunas dificultades con inmigrantes haitianos, pero esa no es la política del Estado ni de la población  en  general. Dígame una cosa, si tratamos a los haitianos como dice el imperio y como repiten sus canchanchanes y alabalderos, ¿cómo se explica que en territorio dominicano viva alrededor de un millón de haitianos dedicados a las más disímiles actividades:  estudiar en las universidades,  trabajar en  construcción,  inundar las vías con sus pinturas,   vendedores de frutas y  pequeños comerciantes? ¿Cómo es posible que esos cientos  de miles de haitianos trabajen sin que los dominicanos los molesten? Sabemos, de sobra, el serio problema que origina la presencia de una migración ilegal formada por haitianos indocumentados. Y encima de eso tenemos que soportar los cargos que nos formulan en el extranjero, precisamente, los saqueadores de Haití.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas