Coctelera

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Magino querido, no me vengan ahora con el socorrido cuentazo de que la difusión internacional que ha tenido la tragedia de Higüey es aprovechada para hacerle daño al turismo. Se necesita ser muy carajete a la vela para pensar de esa manera. ¿Cómo pueden los medios internacionales de comunicación, los escritos y los electrónicos, silenciar un hecho como el acaecido en Higüey, en el cual más de 130 personas perdieron la vida en una cárcel? Los periódicos, emisoras radiales y plantas de televisión que silencien algo así, no merecen existir, por irresponsables, por ser enemigos de la verdad, por convertirse en aliados de los abusos, de los excesos, del desprecio por los derechos humanos, por la desidia frente al derecho a la vida…

En esta época que nos toca vivir, viejo vagabundón, los medios de comunicación, prácticamente, son instantáneos. En Santo Domingo hemos visto, como si se tratara de una transmisión a control remoto, escenas de una guerra como la del Golfo en el momento mismo en que ocurren. No solo son las hazañas deportivas la que aplaudimos al instante. También deploramos, digamos, las víctimas causadas por los cohetes norteamericanos lanzados sobre una indefensa Bagdad. Hemos llorado no solo el irrespeto por la vida humana sino también la destrucción de sitios históricos que han debido mantenerse por encima de todas las cosas, por ser verdaderos patrimonios de la humanidad…

¿Cómo censurar a los medios de comunicación que, en el cumplimiento de su deber, han dicho cuanto ha pasado en este país? ¡Al carajo con el turismo y que se diga la verdad en todo momento y en toda ocasión! ¿Qué culpa pueden tener los medios de comunicación, incluyendo los nuestros, de que la tragedia de Higüey haya ocurrido un par de días después de conocerse en el país el informe sobre los derechos humanos en la República Dominicana, preparado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos? ¿Qué culpa tienen nuestros medios de que en ese informe se hablara, sin rodeo alguno del criminal hacinamiento existente en las cárceles dominicanas? Y como somos ´gandíos´ hasta la tambora, independientemente de los trágicos sucesos de Higüey, para «sazonar» aún más el informe, están las gráficas y las descripciones de la paliza propinada a un par de sacerdotes en Santiago, paliza que no puede atribuirse a los Niños Cantores de Viena, a los boy-scouts o a los Carmelitas Descalzos, sino a agentes policiales pagados por el Estado para defender vidas y propiedades y a quienes se supone que se ofrece un entrenamiento especial para evitar los excesos en casos de emergencia…

Mire, Maginito, quienes se agarran de la cuestión de que puede hacer daño al turismo con la divulgación de cuanto ha ocurrido en Higüey, esa gente, debería leer la historia escrita por Alejandro Valera para la agencia española EFE. Cuando menos deberíamos ruborizarnos al leer que República Dominicana «es uno de los países del mundo más preparados para albergar masivamente a turistas en centros hoteleros de lujo, pero no se puede permitir mantener cárceles que garanticen los más mínimos derechos de sus presos». ¿Hay alguna exageración en esas oraciones? Por el contrario, lo que se afirma es, como reza el refrán, «una verdad como un templo»…

No faltarán quienes digan que la tragedia de Higüey se usará para dañar la imagen del gobierno. Es posible que existan personas que quieran hacerlo. Pero este gobierno no es más culpable que los que le precedieron en materia de política carcelaria. Eso sí, es tan responsable como los anteriores, por una falta de política que permita la humanización de los presidios. Es mucho el dinero que se necesita gastar para el acondicionamiento material de los reclusos, a nivel nacional, y parece que hay poco interés en hacer eso. A fin de cuentas, en todas las épocas hay gente en el gobierno que entiende que el preso no es gente. Y lo peor de todo es la forma en que se han llegado a manejar los exiguos presupuestos que se dedican al sostenimiento de los presidios. ¡Hasta desde las miserias asignadas se macutea!…

Ojalá que la tragedia de Higüey sea el punto de partida para sensibilizar a las clases gobernantes dominicanas de que deben acudir en auxilio de las cárceles, como es su obligación moral y material. Ya es tiempo de humanizar ese aspecto de la vida dominicana. Y para las autoridades judiciales que a cada rato dedican horas a hablar pendejadas del número de presos preventivos, a esas autoridades vale preguntarles: ¿y cuándo dejarán de serlo los infelices que esperan una justicia que bien cara cuesta a la sociedad quisqueyana?

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