Coctelera

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 Don Fabio Herrera Cabral (Fabito) era lo que llamábamos, popularmente, ‘un Diablo a caballo’. Mire, Magino, este grande hombre que acaba de fallecer en esta ciudad y cuyos restos serán sepultados hoy en la mañana, no solo era un intelectual de sólida cultura, un escritor de fuste y un político de habilidad fuera de serie. Era, también, un tremendo burócrata y, cosa muy rara en un burócrata quisqueyano, un hombre poseedor de una gran vocación de servicio. Durante medio siglo sirvió al Estado, sin importar el color del gobierno que se aposentara en el Palacio Nacional. Le daban lata cuando le calificaban de ‘corcho´ porque ‘flotaba’ durante todos los regímenes. Cuanto sucedía, sin embargo, era que sus servicios tenían marcada utilidad para el gobierno de turno, pues Fabito Herrera entendía la administración pública sin dificultad alguna y conocía a todo el mundo en esta complicada sociedad. Prestó sus servicios a gobiernos dictatoriales, a gobiernos de facto y a gobiernos constitucionales. Jamás persona alguna le acusó de haber vestido de luto o sufrido persecución por su culpa. Por el contrario, sí alivió dolores en la medida de sus posibilidades…

Fue un gran amigo del profesor Juan Bosch en los inicios de la vida intelectual de quien sería gran político y presidente de la República Dominicana. Jamás levantó su voz contra Bosch mientras éste combatió a Trujillo desde el exilio. Estuvo al lado de Bosch desde que el ya líder político regresó al país y le acompañó en sus siete meses de régimen constitucional. Se mantuvo como subsecretario con el Triunvirato de facto y después permaneció largos años al servicio de la administración del doctor Joaquín Balaguer, su amigo personal. Al gobierno de Balaguer le prestó grandes servicios con estudios relacionados con la situación domínico-haitiana —que dominaba a la perfección—, sobre todo en momentos muy complicados, cuando el ‘hermano grande’ quería imponer su voluntad a puro tolete para que el régimen dominicano siguiera su estúpida política frente al vecino haitiano. Fabito tenía grandes dotes diplomáticas y en ese campo prestó sus conocimientos, especialmente cuando fue embajador en Buenos Aires…

Mi amistad con Fabito venía de lejos. Mi difunto padre le quería entrañablemente. Y admiraba su vocación de servicio. Con Fabito, en los últimos tiempos, conversaba a menudo por teléfono. Otras veces le veía arrastrando un carrito en el Pola de la Sarasota, deteniéndose ante las góndolas que contenían los finos quesos y vinos de su predilección. Era un hombre de una consistencia física extraordinaria, hasta el punto de que nadaba una media hora diaria hasta que sufrió un accidente el mes pasado. Tengo entendido que terminó y corrigió sus memorias. Cuando hablábamos sobre ese tema, mostraba gran interés en la circulación de la obra, que había escrito, según afirmaba, con gran sencillez y circunscrita a la verdad. El colega Felipe Ciprián, me expresaba, había hecho un gran trabajo en la corrección de los originales. Creo que el Banco Central los editará…

Anoche me enteré que Fabito, el día antes de su muerte, había dictado un artículo para HOY y que lo habían colocado en el correo electrónico de Ciprián, quien descansó durante el pasado fin de semana y por eso no pudo conocerlo. Ayer lunes, este diario publicó el último artículo remitido por Fabito, quien ocasionalmente nos honraba con sus colaboraciones, que trataban distintos temas de interés. Fabito era miembro de una prestigiosa familia banileja, formada por intelectuales y varios de cuyos miembros se vincularon al periodismo, comenzando por el progenitor de la familia. Rafael, hermano de Fabito, fue director del Listín Diario desde su reaparición y ganó un sólido prestigio por su honradez acrisolada y su hombría de bien, hombría que no solo orientó a la ciudadanía en épocas difíciles sino que salvó muchas vidas, vidas que preservó y sacó de las manos de intolerantes que todo querían resolverlo con la eliminación física de sus adversarios, escudándose en el poder político de la época…

Para Fabito Herrera Cabral mi recuerdo siempre cariñoso. Para su esposa Sara, sus hijos Fabio Rafael y Altagracia Marina y demás familiares, mi más sentido pésame y las gracias a Dios por haberlo disfrutado tantos años. ¡Qué en paz descansen los restos del gran amigo!

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