Coctelera

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Muy buenas, caro Magino. Debo comenzar dando paso a una nota que me remite un viejo amigo economista, en relación con pronunciamientos vinculados al convenio con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las propuestas de reforma fiscal de que tanto se habla. Aquí va el texto: «El problema de mucha gente es que no sabe usar el idioma. Los miembros del equipo del Fondo, definitivamente, no son descendientes de Añorga. El país no está obligado adoptar medidas compensatorias. Como tampoco estaba obligado a tomar medidas con las expectativas de que China entrara a producir textiles y a sacarnos del mercado poco a poco. Realmente no estamos obligados a nada. Tenemos la opción de no hacer nada, de hacerlo bien, o de hacerlo muy mal. De quedarnos con un déficit fiscal apostando a la derrota de Bush con el TLC. Como si la reforma no es beneficiosa hasta sin el TLC. Entonces, sí tenemos opción. Hay siempre una opción de seguir por el camino equivocado. Los compañeros en el Congreso que tanto hablaban de «Mao Tse Tung líder proletario» deberían imitar a una economía de mercado como la China y dejarse de molestar a la gente que los eligió. Porque realmente no es que el que se va a joder no calcula, sino que como los que se van a joder aún más son los infelices, los congresistas no tienen nada que calcular. Sus cálculos ya han sido realizados. Los miembros de ambas cámaras legislativas (compañero) van a tener sus exoneraciones, sus sueldasos, sus viajes, sus ONGs, sus regalitos, no importa que apoyen las reformas que son importantes para el progreso o que apoyen lo que sea. El país tiene opciones. Nada es obligatorio. Pero un camino conduce al progreso, el otro…bueno ya sabemos!»…

Ahora, querido Magino, notas tristes. En la mañana de ayer fueron sepultados los restos del doctor Luis Rafael del Castillo Morales, quien falleció a la edad de 81 años. El querido primo Luisito fue un ciudadano de excepción. Como tenía que serlo un digno hijo de dos ciudadanos eminentes como fueron el licenciado Luis Conrado del Castillo y doña Mélida Morales de del Castillo. Don Luis Conrado fue un patriota a carta cabal, un hombre que sufrió cárcel y persecuciones por su viril oposición a la intervención militar estadounidense de 1916 a 1924 y que tuvo, siempre, una vida pública ejemplar. Luisito, en cierto sentido, emuló a su padre. Fue un abogado brillante, de ejercicio limpio, y un académico que honró prestigiosos centros docentes. Como sociólogo fue un pionero en la creación de la escuela de esa especialidad. Era de temperamento recto todo el tiempo y aun cuando fue delegado del Club Atlético Licey tomaba las cosas con tanta seriedad como si se encontrara en estrados. Recuerdo las bromas que le gastaba, en las reuniones de la Liga de Béisbol, mi inolvidable hermano Arístides, secretario del organismo. Luisito llevó siempre una vida modesta. Era enemigo de las manifestaciones de vanidad y ostentación y un amante de la libertad a cualquier precio. Hombres como Luisito honran a su país. Paz a sus restos…

La muerte de Makalé, mi querido Magino, es la desaparición de una auténtica «institución» de esta capital. Makalé, a secas, fue amigo de varias generaciones de dominicanos y conocía esta capital como pocas personas. Por Makalé le identificaba todo el mundo. Su nombre completo era Alejandro Generoso Fabián Tello Alvarado, nacido en Puerto Plata, vinculado a Santiago y quien vino muy joven a la capital. Aquí, don Magino, el amigo Makalé vendía libros y revistas, así como también dulces variados, la mayoría de ellos procedentes de Licey al Medio y Santiago…

Makalé se hizo famoso como hombre-clave de la línea de autos Studebaker, que cubría la ruta de Santo Domingo a Puerto Plata. Lo recuerdo cuando operaba en la Duarte, entre El Conde y Nouel y luego en El Conde, en una vieja casona colonial, derrumbada para dar paso al edificio que tiene el número 15 en la más conocida y una vez cotizada vía de la capital. Luego Makalé se trasladó a la Arzobispo Nouel, cerca de El Nazareno, y se constituyó en una cita obligada de los amantes de las revistas extranjeras…

Makalé fue un hombre pintoresco en muchos aspectos de su vida. Era un simpatizante fanático de los Yankees de Nueva York y en su negocio siempre se estaba al día en materia deportiva. Los viejos que escuchaban las transmisiones del béisbol profesional dominicano de 1955 hasta 1958 deben recordar al maestro narrador Rafael Rubí cuando hablaba de «pánico en los predios de Makalé», para referirse a las dificultades que, en un juego, podían confrontar las Aguilas Cibaeñas, el club criollo de sus simpatías. Por el negocio de Makalé desfiló mucha gente, en todas las épocas, y Makalé siempre fue atento con todos, aun cuando energía nunca le faltó para berrinchar cuando lo creía oportuno. Ayer murió una institución de la ciudad colonial. Algunos dicen que contaba 88 años. Otros, que ya llegaba y pasaba de los 90. Hasta para eso era pintoresco el viejo y querido amigo ido. Que en paz descanse su alma.

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