Coctelera

Coctelera

”¿Quién defiende las dunas de Baní? Al parecer, nadie, pues hasta sus marinos vecinos, destacados en la base naval de Calderas están muy ocupados. La extracción   de arena de las dunas es un verdadero crimen, aun cuando los criminales están en libertad. Farmacia Mella…

Mi querido Magino,  hace hoy 62 años que la República Dominicana fue azotada por un terrible terremoto de 8.1 en la escala de Richter. El Coctelero recuerda que el sismo ocurrió poco antes de la 1 de la tarde. Hay que apuntar una coincidencia: el fenómeno nos cantó bingo minutos después de la apertura de la urna que contiene los restos del Descubridor de América, en ese entonces depositada en el viejo mausoleo de la Catedral Primada de América.

Ese día se celebraban distintos festejos para conmemorar el aniversario de la fundación de la capital y entre esos actos se incluía una especie de “carnaval indio” en las proximidades del Alcázar que lleva el apellido del innombrable…

El pánico  que se apoderó de los residentes en esta ciudad es indescriptible, aunque el número de bajas en la capital fue muy reducido. Santo Domingo no contaba con las gigantescas torres que contemplamos hoy en día, ni con las villas miseria que nos rodean, donde aparecen casuchas que parecen pegadas con chiclets. Pero lo que no se sabía en la capital   era que un feroz maremoto, prácticamente, había borrado de la faz de la tierra a las pequeñas poblaciones de Matanzas y Matancitas, en Nagua. Jamás se supo el número de personas desaparecidas por el ras de mar.

En  el litoral Norte, las aguas de un mar embravecido todo lo anegaban. El número de víctimas fue limitado, pues en ese entonces no existían los proyectos turísticos ni las residencias   que se ven hoy en día. Más de mil réplicas   se produjeron en los días posteriores al 4 de agosto. En la capital había que ver a la gente arrodillada en las calles, dándose golpes de pecho y pidiendo perdón a Dios. Los templos católicos que abrieron sus puertas, se vieron colmados por feligreses que rezaban mientras esperaban “el fin del mundo”.

El país carecía de un Instituto Sismológico y por eso los datos de los movimientos telúricos eran reportados desde San Juan de Puerto Rico y Miami. El gobierno trajo al país al padre Joseph Lynch, un sacerdote católico especializado en sismología, quien hizo una serie de recomendaciones, entre ellas la de que no se permitiera la construcción de edificaciones de más de cinco pisos. Siempre hay gente que quiere hacer chistes con las desgracias ajenas.

Varios días después del terremoto, una multitud se congregó alrededor del Obelisco para escuchar una misa y cuando un pendejo gritó que entraba el mar, hubo un huidero colosal. El chistoso fue agarrado por unos muchachos de amarillo que le confundieron  con un bongó.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas