Coctelera

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 Los hechos acaecidos en la noche del 30 de mayo de 1961, cuando el dictador Rafael L. Trujillo Molina cayó abatido a tiros, sacaron al doctor Fernando Amiama Tió (Marullo) del bajo perfil en que siempre se había mantenido en su larga carrera administrativa, especialmente en la Cancillería. Su hermano Luis, –un hombre fuera de serie– había sido uno de los participantes en la conjura que puso fin a la vida de Trujillo y pudo escapar a la tenaz persecución desatada en su contra, refugiado en la residencia de los esposos Tabaré y Josefina Álvarez, valientes hasta donde se puede describir y más allá, también. Marullo Amiama Tió –cuyos restos fueron sepultados ayer en esta ciudad– tal y como ocurrió con la familia de Luis, fue encarcelado y sometido a vejámenes de todas clases…

Eso, sin embargo, no enfermó el espíritu de esas personas sino que, por el contrario, hizo que se convirtieran en abogados de los perseguidos y enemigos de los atropellos y abusos. Marullo Amiama se puede afirmar que hizo carrera en la Cancillería, aun cuando durante la administración Balaguer desempeñó altas posiciones en el tren administrativo, incluyendo la jefatura de las secretarías de Trabajo, de Interior y Policía, de Relaciones Exteriores y sin Cartera…

Era un hombre simpático y servicial, un hombre que jamás fue afectado por las posiciones que ocupó. Siempre fue amigo de Balaguer. Antes y después del 30 de mayo de 1961. Él contaba que cuando las hermanas Mirabal fueron asesinadas, Balaguer era encargado de la Cancillería y él, Amiama Tió, era el oficial mayor. Solía esperar a Balaguer en las escalinatas de la Cancillería, en horas de la tarde y recordaba que el día en que se anunció la muerte de las bravas mujeres, Balaguer, mientras subía las escaleras, le dijo en voz alta, para que lo escucharan todos los que estuvieran cerca: «Amiama, nos están dando un baño de sangre»…

Cuando Balaguer se asiló en la Nunciatura, en enero de 1962, el Consejo de Estado, del cual Luis era miembro, negaba el salvoconducto para que el ex presidente pudiera viajar al extranjero, presionado, muy especialmente, por el canciller don Toño Bonilla Atiles. Llegó el momento en que el Consejo dispuso la salida de Balaguer, pero don Toño dijo que él no firmaría jamás ese salvoconducto. Entonces Marullo firmó «un papel», como él decía, y lo entregó al Nuncio Apostólico, acompañando al ex presidente al aeropuerto Las Américas. Marullo siempre me contaba que cuando llegó al Palacio y enteró a los miembros del Consejo de Estado que Balaguer había salido del país, su hermano Luis dijo, ante el malestar de algunos compañeros: «Estamos deportando al próximo presidente de la nación»….

En una ocasión, siendo canciller, Marullo llamó al embajador de Argentina en el país y le protestó por la presencia de Ramfis Trujillo en Buenos Aires. Dos días después, el embajador le contestó señalándole que tan pronto expirara el visado, Ramfis saldría de Argentina y no conseguiría más permisos para regresar. Marullo, que no había consultado con Balaguer para tomar la medida, no se sintió conforme y ordenó la cancelación del pasaporte del hijo mayor de Trujillo. Entonces el presidente Balaguer le reclamó y le dijo que no le había llamado la atención cuando, inconsultamente, protestó por la presencia de Ramfis en Argentina, pero que no podía permitir que se le cancelara el pasaporte a un ciudadano dominicano. Y mirándole fijamente en el rostro le espeto: «Además, a mi no me luce»…

A los esfuerzos de Marullo Amiama Tió junto a los de Luis Julián Pérez, se debe que Balaguer respondiera positivamente la titánica labor para autorizar la Universidad Central del Este, así como también muchas organizaciones educativas del país. Pero Marullo servía y no pasaba factura. El dinero fue algo que jamás se convirtió en la meta de su vida. Sin duda alguna que tuvo sus diferencias con Balaguer, sobre todo por el asunto del reeleccionismo. Siguió los pasos a Luis cuando éste se unió a movimientos que rechazaban el continuismo de Balaguer. Pero es indudable que Marullo Amiama Tió fue balaguerista por encima de todo y eso el viejo líder político lo sabía, hasta el punto de que, retirado en su hogar, Marullo Amiama era de las personas que cuando lo visitaba le leía poesías y discutía con él sobre los temas poéticos que le apasionaban. Mire, Magino, creo que ayer, cuando los restos de Fernando Amiama Tió descendieron a la tumba, se dio sepultura a un hombre que nunca hizo un daño a persona alguna, al menos en forma voluntaria.

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