Coctelera

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¡Hola, viejo Magino! ¿Entonces tenemos que el embajador norteamericano Hans Hertell es un interventor? También le dicen metiche, fresco, caretudo, boludo y veinte mil firmas más. Pero, Maginito, ¿cuándo se dieron cuenta de esas prendas que adornan al jefe de la misión estadounidense en esta pequeña república caribeña? Cabe suponer que el resultado ha sido producto de arduas noches de estadio, a la luz de velas, pues de luz nananina pa’ti.

En primer lugar, y antes de seguir con el bulto o la mochila, permítame decirle que, al parecer, las declaraciones claras, sin muchos rodeos, que deben formular los embajadores norteamericanos en el exterior parecen constituir una nueva política trazada por el Departamento de Estado. Inclusive en la celosa España ha habido sus cositas, aún cuando los embajadores españoles no le van muy a la zaga a los estadounidenses, sobre todo en los países de América Latina que sufren hambre y desnutrición, es decir, casi a todos…  Maginito adorado, cuando escucho estas críticas contra los diplomáticos norteamericanos, lo que me produce eso es risa, risa de la buena y gratis. ¿Acaso no hemos soportado durante más de cuarenta años, la intervención de los diplomáticos gringos? ¡Y hasta de los consulares! ¿O es qué usted se olvidó de John Calvin Hill en los difíciles días finales de 1961, cuando el Doctor toreaba a los “blancos de verdad” y a cuanto quedaba del gobierno de Trujillo? Por cierto, Maginito, hay algunas cosuanitas que decir: Trujillo contó con el respaldo estadounidense durante la mayor parte de su mandato de 31 añitos. Justo es decir, sin embargo, que en cuanto a los norteamericanos se refiere, supo guardar las apariencias aún en momentos de crisis. Durante su gobierno, jamás ignoró el poder de los Estados Unidos y aprovechó ese poder para su beneficio, como también lo aprovecharon los yankees para el suyo. Pero nunca un embajador se atrevió a acudir el Palacio sin una cita previa coordinada a través de la Cancillería. Ni jamás militares gringos se metían en los cuarteles dominicanos como si estuviesen en su casa. Embajadores los hubo que se salieron de la raya y tuvieron que regresar a su país. Esa es la pura verdad y hay que decirla…  En la “democracia” las cosas han cambiado. Y los culpables somos nosotros mismos, por chulos, por canchanchanes. Como nos hemos enredado hasta la coronilla tomando préstamos a los grandotes, los representantes de esos grandotes se consideran con el derecho a intervenir en nuestros asuntos internos, a veces en forma abusiva. Las colecciones de diarios están ahí, a la vista de todos, con pronunciamientos de los delegados de potencias enmendándole la plana a nuestros chivitos hartos de molondrones, pues los jobos no aparecen fácilmente. Y cualquiera se pregunta, ¿cuántas querellas ha presentado la Cancillería dominicana por estas intervenciones? Lo más probable es que ¡ninguna! Entonces, ¿de qué carajo nos quejamos?…  Hans Hertell ha lanzado en todas las ligas de este país: las mayores, las menores, las infantiles. Ha dicho cuanto le ha venido en ganas. Se ha tratado con jefes de Estado como viejos amigos y el protocolo se ha ido al mismísimo carajo. Habla de asuntos que atañen a su país y de otros que no guardan relación alguna con la potencia que representa. Pero él habla de cuanto quiere, pues está seguro que Relaciones no le enviará una nota al Departamento de Estado pidiéndole “ponerse en su puesto”, a sabiendas de que es ese Departamento de Estado el que fija las líneas de política exterior. Lástima grande que por aquí tengamos miedo. Y para terminar, Maginito, invitándole a que no se deje tomar de indio, si vemos las cosas como son, el señor Hertell no dijo mentira, lo que pasa es que hay verdades muy claras. La Secretaría de Estado de Educación Superior, Ciencia y Tecnología tiene un ambicioso programa para desarrollar en el 2006. Uno de ellos es el relacionado con la capacitación de más de 25 mil jóvenes a través del programa Inmersión en Inglés, algo esencial para la competitividad en todos los órdenes. Necesario es, también, fortalecer los programas de becas nacionales e internacionales, dado que nuestros jóvenes tienen que especializarse cada día más. Educación Superior solo necesita una cosita para el éxito de su programa: que el gobierno central la atienda como merece en el presupuesto anual. En la Educación no hay gastos. En la Educación hay inversión…

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