Coctelera

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Dice el jefe de la Policía, mi querido Magino, que hay funcionarios que se resisten a que se les reduzca la denominada escolta de que disponen, formada por agentes policiales que pagan los guanajos contribuyentes a quienes revientan las costillas con toda clase de cargas impositivas. Mire, viejito charlatán, eso tiene muy fácil solución y esa solución está en manos, no del jefe de la Policía, sino del presidente la República: convertir a los funcionarios que eso hacen, en ex funcionarios. Tan sencillo como eso. Por demás, nada nuevo hay en pronunciamientos formulados por el general Bernardo Santana Páez, en el sentido de que hay gente que dispone de agentes policiales hasta para que le empujen carritos en los supermercados. Eso es cierto. Muy cierto. Y lo lindo del caso es que se dan situaciones en que agentes se visten de civil para mostrar tremendos revólveres que asustan a cualquiera…

Aquí da pena, y eso se ha dicho muchas pero muchas veces, que se destinen oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional para muchísimas pendejaditas con civiles ¿Cuánto cuesta convertir a un cadete, a un alistado, en oficial, para entonces asignarlo de guardaespaldas o muchacho de mandado? Lo serio de esta vaina, caro viejo, es que con el paso del tiempo se pierde la inversión realizada, pues el oficial así tratado se desliga por completo del cuartel y es un militar solo de nombre. Pero no vaya usted a sacarlo de allí, pues recibe una paga adicional a su salario militar o policial, paga que no hace el funcionario, sino el departamento gubernamental que está a su cargo. Como se verá, querido Magino, este no es un problema de retórica. Es un problema de timbales…

A lo don Alfredo, el mago del suspenso: se aplaza dar a conocer, de manera oficial, las medidas dirigidas al ahorro de combustibles. Hay que esperar el regreso del presidente Leonel Fernández, quien viaja hoy a Jamaica para entrevistarse con colegas del área, principalmente con el venezolano Hugo Chávez Frías. Usted puede estar seguro, mi querido Magino, que ambos gobernantes hablarán mucho de petróleo y no tendrán tiempo para pendejear comentando la labor de los jugadores de Grandes Ligas de sus respectivos países. A esperar, pues, viejo impaciente…

Por cierto Maginito, se habla de la sincronización de los semáforos para evitar mayor consumo de gasolina, gasoil y gas propano en los vehículos de motor. Bueno, de la única forma que eso se consigue es si hay garantía en el suministro de energía, pues ¿qué sincronización del carajo se logrará en medio de un apagón?…

Los rumores, viejo verde, se convierten en noticias. Y los funcionarios habladores meten a cualquier gobierno en dificultades. Aun no se ha dictado la primera medida oficial para ahorrar combustibles, y está la protesta que manda madre en el sector privado, todo por el anuncio extraoficial que hizo un funcionario de que los carros con placas privadas tendrían que alternarse los días miércoles y jueves, de acuerdo a si su placa eran pares o nones. Eso, que parece un buen disparate, no ha dejado de ser una punta de lanza contra el gobierno, aun cuando el gobierno no ha hecho anuncio oficial al respecto…

Maginito, cada vez nos convencemos más de que en cuanto al denominado régimen de seguridad social, lo que más interesaba era poner en marcha la cuestioncita esa del fondo de pensiones y jubilaciones. ¡Ese sí que funciona, para alegría bancaria y financiera! Pero en cuanto al seguro familiar se refiere, ni modo, que el mismísimo diablo se lleve de encuentro a los necesitados. Posposiciones y más posposiciones. Obstáculos colocados por empresarios, por funcionarios gubernamentales, por médicos y demás yerbas. Eso sí, mucha demagogia en determinados sectores, cuando tienen que hablar del inicio del seguro familiar, para atender a quienes más atención necesitan. Mientras tanto, el doctor Bernardo Defilló sigue rompiendo corozo y ya tiene que haberse graduado en observación de trabas. No está demás decir, viejo sinvergüenza, que hay quienes afirman que el seguro de pensiones y jubilaciones ya ronda por los veinte mil millones de pesos y a ese dinero sí que tienen que tenerle el ojo echado los financistas y los inversionistas para hacer muchísimas cosas que pueden ir desde un metro hasta un centímetro. ¡Ojo al Cristo, carajo, que ese dinero es ajeno!

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