Coctelera…

Coctelera…

Buenas, Maginito. Puedo decirle, mi querido viejito cuentista, charlatán y demagogo, que en medio de los apagones nos acercamos a donde vamos. El proyecto de ley enviado por el presidente Hipólito Mejía al Senado, por virtud del cual se otorgarían exoneraciones de vehículos a todos los empleados públicos, incluyendo al jefe del Estado y al vicepresidente, ese proyecto, querido mío, es hacer justicia de la buena.

Es más, adorado Magino, se aproxima un chin a una propuesta que el Coctelero hizo hace algún tiempo: que una reforma constitucional consagrara el derecho de cada dominicano, al llegar a la mayoría de edad, es decir, a los dieciocho años, a importar un vehículo de motor, libre de toda carga de impuestos, tasas o gravámenes. De esa manera se acabaría, definitivamente, la vaina esa de buscar una exoneración, abierta o no, a cada ratito. Con una medida así se terminarían los discrímenes, pues todos los dominicanos lograrían la igualdad para importar su carrito…

De todos modos, viejito carajete y super atronado, la propuesta del presidente Mejía es de una importancia capital. Primero, coge para el libro de records, pues si el Congreso convierte en ley la pendejada esa, se otorgan cuando menos unas 350,000 exoneraciones de vehículos de un solo tablazo. Los empleados públicos no son discriminados, pues pepeachistícamente se les da su exoneracioncita a los que tienen veinte años de servicios y también a los que entraron cuando esta administración comenzó, solo que se guarda un chin de distancia en el monto del vehículo a traer…

Dado que las importaciones se hacen en dólares, no hay duda alguna de que la medida presidencial busca fortalecer el peso dominicano que saldrá a buscar olorosos y verdecitos para comprar su cosita de cuatro ruedas y traerla a un país que la recibirá con los brazos abiertos, pues  estaría, así, reforzando el «parque vehicular» y estimulando el consumo de combustible en una época en que el mercado internacional de crudos le cocina las nalgas a cualquiera. Pero como nuestro peso es sólido, nada de eso nos preocupa. Al mismo tiempo, Maginito, los «dealers» y todo aquel que se dedica a la venta de vehículos y tiene sus unidades ya expuestas a la vista de los más pendejos, tienen que estar muy agradecidos de la sugestión presidencial que constituye un evidente estímulo para que sus operaciones aumenten a pasos agigantados…

Habrá muchos empleados públicos que se meterán no en «honduras» sino hasta en «siberia» para lograr que sus enllaves en «los países» les envíen sus cachorros, de medio uso o de uso y medio, lo que contribuirá a «modernizar» vías que ya, orgullosamente, están llenas de cosas que llaman carros por el hecho de que inexplicablemente ruedan…

Queda, todavía, una parte muy importante: se supone que una grandísima cantidad de los empleados públicos «beneficiados» no podrán adquirir, directamente, el vehículo que les otorgaría la ley. Aparecerán  entonces, unos generosos señores que comprarían las exoneraciones y harían efectivas buenas sumas para los empleados públicos, sumas que solo han visto los picoteadores tradicionales, a los cuales es también muy justo que den lo suyo. Esos «corredores» de exoneraciones quedarán con buenos papeles en las manos, como han quedado en otras ocasiones. Naturalmente, don Magino, cabe suponer que con unas 300,000 exoneraciones dispersas en el mercado, la ley de la oferta y la demanda, que es la única que no pasa por el Congreso ni por parte alguna, será la del mismísimo carajo y fijará una «competitividad» muy beneficiosa para quienes están establecidos con todas las de las normas legales vigentes. Los precios tendrán que ir hacia abajo, aun cuando los dueños de alguna mercancía de hoy sean introducidos en el hoyo aquel que ha acabado de joder a la inmensa mayoría de los dominicanos…

El proyecto tiene una notita, Maginito, de lo más que se yo. Señala esa notita, que además de constituir la exoneración global un acto de justicia, disminuiría la carga tradicional financiera y logística del Estado en cuanto al transporte de su personal. Eso se llama, viejito amado, ocuparse de la gente, invertir en la gente. Esa es una forma super inteligente de ahorrar recursos al Estado, pues éste, cuando todos los empleados tengan su carrito, no necesitará guaguas para movilizarlos. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Interamericano de Desarrollo, el departamento del Tesoro de los Estados Unidos, entre otros, deben estar contentísimos con esta ley que reforzará la infraestructura motora del país. A lo mejor nos recomiendan, eso sí, que las importaciones se hagan «en los países» y no en la Europa de Miguel Amado o en el Asia milenaria donde tiene sus raíces el amigo Siquió. El proyecto parece decir, en muy pocas palabras, que es cierto, que a contar  del 17 de agosto «e pa fuera que van», pero se van montados.

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