Coctelera

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Muy buenas tenga usted, mi querido Magino. Quiero pedirle, de corazón, que me permita usar nuestro dialoguito de hoy, para consignar el sensible fallecimiento de un gran deportista, Joaquín Nohivo Lugo Arvelo, con quien me unió una estrecha amistad que nació en la niñez. Fue Nohivo Lugo un hombre que amó de veras el deporte, dentro y fuera de las canchas y campos. Como atleta no fue estelar alguno, practicando baloncesto y beisbol. Fuera de los campos, y desde la tienda de útiles deportivos que dirigía su padre, Luis F. Lugo, fue un colaborador decidido de numerosos eventos efectuados en el país…

Los hermanos Lugo –Hugo, Nohivo y Máximo– formaron una trilogía muy conocida en el Ensanche Lugo y en Ciudad Nueva. Eran «habitúes» del viejo campo de la Academia de Santa Ana, donde luego se construyó el edificio del Partido Dominicano y posteriormente pasó a ser el local de la Secretaría de Turismo. Los hermanos, desde niño, mostraban su afición deportiva, muy especialmente en los ´desafíos´ que se escenificaban en las calles Bernardo Pichardo, Lovatón y parte de la Enrique Henríquez…

Nohivo, «el del medio», era el más agresivo de los hermanos. El más rápido y el que tenía más disposiciones para el deporte, tanto en el baloncesto como en el beisbol. Hugo era más sereno, más lento. De máximo solo hay que decir que era «el más pequeño», hasta que el softbol se introdujo en formas. Fue, entonces, un excelente lanzador, zurdo para más detalles. Con Nohivo hice una amistad más estrecha que con sus hermanos, tal vez por su edad y su temperamento extrovertido, por su carácter informal, de bromista todo el tiempo…

Hugo, fallecido hace años, se recibió de médico, ingresó a las fuerzas Armadas y se aisló, como lógico es suponerlo, de las peñas deportivas informales. Máximo siempre fue callado, retraído en cierta medida, consagrado más bien a su trabajo junto a su padre. Nohivo, en cambio, tenía tiempo suficiente para todo: para trabajar con don Luis en la venta de útiles deportivos y de seguros, para practicar beisbol y para ser un latero grado 33…

Otra cosa que me unió más a los hermanos Lugo fue el entrañable afecto y respeto que sentía por sus abuelos Francisco Arvelo (Don Pancho) y doña Gina de Arvelo, quienes vivían entonces en la antigua «10 de Septiembre», llamada para la época «Benefactor» y hoy designada «Fabio Fiallo». Don Pancho, diminuto de estatura, de paso lento, era una especie de gobernador del Parque Infantil Ramfis, hoy Eugenio María de Hostos. Lo recuerdo Vestido de kaki todo el tiempo, con saco y corbata, recorriendo la amplia instalación que era considerada la más bella de las Antillas. Don Pancho era recto hasta la tambora y pese al cariño que nos profesaba, siempre decía que la ley entra por la casa. No olvidaré que sus nietos jamás le desafiaban y, por el contrario, se sentían muy molestos cuando los muchachos traviesos gastaban bromas a su abuelo, especialmente por los nombretes…

La tienda de efectos deportivos de Luis F. Lugo es de las pioneras en la capital. Recuerdo que para la época existían las tiendas de B. Preetzmann-Aggerholm, en Las Damas esquina Mercedes, distribuidora de la Wilson; Lugo en la Isabel La Católica casi esquina El Conde, al lado de «El Gato Negro», representante de la Spalding; Jorge Alma en La Casa de Los Cuadritos, de la Avenida Mella, quien vendía las marcas Louisville y Adiro Adack –que no eran exclusivas– y Manelik Vallejo en la Enrique Herínquez esquina Doctor Delgado, quien se iniciaba con la McGreggor 97…

Mire, Maginito, los años pasaron. Los cambios no se hicieron esperar. La correlación de fuerzas vendedoras de efectos deportivos sufrió variaciones sustanciales. Desde luego, hay cosas que mejor es no recordarlas. Luis F. Lugo fue quedando como firma dedicado a los negocios de seguros. Nohivo se fue alejando de las cuestiones deportivas, aún cuando mantenía sus vínculos con amigos de toda una vida, amigos logrados en esa área y mantenidos dentro y fuera de la misma. Desde hace unos años sabíamos que estaba condenado. El cáncer de garganta se había propuesto acabar con su agradable existencia y pese a la lucha sostenida, anteanoche el delgado gladiador de siempre cerró sus ojos para viajar ante el Divino Hacedor. Estoy seguro que Pedro, trabajando aún en Domingo de Resurrección, le abrió las puertas a Joaquín Nohivo Lugo Arvelo. ¡Paz a los restos del querido amigo y mi más sentido pésame a los suyos!

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